Santiago Ayala. Coordinador
La noche del 9 de enero de 2000 quedó grabada en la memoria de la familia quiteña Rubio-Vargas.
“Cuando propuse la dolarización dijeron que era una bruta”
Joyce de Ginnatta
EmpresariaGustavo, su esposa Ruth y sus dos hijos adolescentes, Gustavo y Verónica, recuerdan que veían y escuchaban atentos, en una de las televisiones de su hogar, el anuncio del ex presidente Jamil Mahuad. Cuando el Mandatario decretó la desaparición del sucre y anunció la adopción del dólar como moneda nacional, a un tipo de cambio fijo de 25 000 sucres por dólar, Gustavo, asegura que solo pensó en que sus ahorros se hicieron polvo.
Él no recuerda cuál era exactamente su capital en sucres. “Era mucho dinero, nos permitía vivir muy holgadamente. Teníamos una parte con la que aprovechábamos las altas tasas de interés -de entre el 20 y 25%- que pagaban los bancos a plazo fijo. Y, por otro lado, teníamos dinero en efectivo en la caja fuerte de la casa. Pero no recuerdo cuánto”.
Ruth, en cambio, afirma: “a mis hijos les daba una mesada de 150 000 sucres semanales, era muy buena comparada con los 50 000 sucres que les daban a sus compañeros de colegio. Con la dolarización, eso se transformó en USD 4, que no les alcanzaba ni para un día”.
“La dolarización ha flaqueado, pero este Gobierno la defenderá”
Diego Borja
Actual ministro de la Política EconómicaHoy, diez años después, Ruth asegura que el cambio de moneda le dejó como enseñanza: “administrar el dinero y vivir con un presupuesto ordenado”.
Y eso fue lo que ocurrió, como primer efecto, con la economía nacional: el ajuste del cinturón y el manejo presupuestario con más cautela. Al quedarse el Estado sin la máquina de imprimir billetes, los gobiernos solo podían gastar lo que tenían.
Como antecedente, según recuerda el profesor Marco Naranjo, entre julio de 1999 y enero de 2000 “el Banco Central duplicó la base monetaria, es decir imprimió tanto dinero como lo hizo entre 1927 y 1999”. A partir de la dolarización se eliminó esa opción de manejo monetario. A consecuencia de la impresión de billetes, la inflación aumentaba. Y ese fue el segundo efecto directo de la dolarización.
Según el analista Francisco Páez, el decrecimiento de la inflación a niveles inferiores al 2%, cuando antes de la aplicación del sistema se registraron tasas de hasta el 96%, quizás es la huella más visible de la adopción del sistema. En este sentido, “el nuevo esquema cumplió todo lo que podía cumplir: llevar a una estabilización de precios”.
“La adopción de la dolarización fue impuesta irresponsablemente”
Alberto Acosta
Ex presidente de la Asamblea Y, en eso, la ama de casa Ruth Vargas, de 65 años, dice estar más consciente de que la incertidumbre de la subida constante y significativa de los precios es cosa del pasado. Sin embargo, aún se pregunta ¿“por qué suben, poco, pero suben los precios, si nos prometieron que se iban a mantener estables?”. “Quizás los ecuatorianos somos los únicos capaces de devaluar el dólar”, agrega sonriente.
Páez se cuestiona, no obstante, si más allá de la estabilización forzada de los niveles de precios, ¿podemos hablar de un éxito del programa de dolarización? “Depende de qué esperábamos que logre este programa”.
María Belén Freire, directora del Área de Crecimiento y Competitividad del Grupo Faro y miembro del grupo de expertos del Instituto de Economía de la Universidad San Francisco, afirma que un reciente estudio sobre la dolarización realizado por ambas organizaciones, llegó a la conclusión de que la década de la dolarización no fue una década perdida, como en los ochenta y noventa. “En los ochenta y noventa, el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) per cápita, en promedio fue de 0%. En la última década, en cambio, creció al 2,9%, en promedio, que es un progreso importante”.
Igualmente, Ricardo Bebczuk, dentro de su estudio realizado para el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), asegura que en términos generales la dolarización ha tenido un significativo efecto reductor de la pobreza, con una caída del 27% al 22% de la pobreza moderada, y del 40% al 31% en pobreza extrema. “La dolarización ha cumplido con creces su papel como mecanismo de estabilización y control de la pobreza frente a la crisis. Pero al mismo tiempo hay la necesidad de sostener un clima de estabilidad y sobre todo de alto crecimiento en el largo plazo, ya que los efectos ligados al reacomodo cambiario e inflacionario tienden a agotarse en plazos cortos”.
Ahora, si bien la dolarización generó estabilidad en el sector productivo, al dejar de existir las devaluaciones, es necesario enfocarse más en la parte institucional, apunta Freire. “En un país con tanta inestabilidad, estamos en los últimos lugares en los escalafones en seguridad jurídica, facilidad para hacer negocios, etc., a escala mundial”.
Y asegura que si bien hubo mejoras en esta década, no ha sido suficiente, ya que los otros países, incluso los vecinos, son mucho más competitivos que Ecuador.
Las tareas pendientes
Para Páez, la dolarización cumplió todo lo que podía cumplir: llevar a una estabilización de precios. “Ahora nos falta fomentar la productividad y dinamizar el sector productivo, racionalizar el gasto corriente y el tamaño del Estado, fomentar la inversión en el sector petrolero, reformar el sistema previsional y de ahorro, entre otras. Pero esa es una tarea del sector político”.
Cuatro presidentes en una década no es la mejor carta de presentación de estabilidad.
Para Alberto Acosta, ex presidente de la Asamblea Nacional y crítico de la dolarización, esta medida fue impuesta, no tenía estudios previos y se tomó sin ningún tipo de consulta a la ciudadanía. La dolarización constituye un esquema que a la larga es incompatible con una política económica pro-activa de desarrollo para un país como Ecuador, dijo en enero de 2008.
No obstante, Naranjo, quien colaboró en la implantación de la dolarización, cuenta que era la única salida viable en el momento, luego de las cuatro opciones que analizaba el Banco Central.
Una era seguir igual, con la amenaza de una hiperinflación; la segunda, establecer una administración de divisas, pero era inaplicable porque no debía haber dolarización informal y se requería de un nivel de reservas elevadas”. La tercera era la convertibilidad, pero si no había confianza de la población, podía generar un mercado paralelo. Y la cuarta, la dolarización.
La medida causó una división entre los técnicos del Banco Central; quienes estaban en contra renunciaron.
Diez años después, el balance es positivo, básicamente por la estabilidad que generó la medida, aunque el escenario internacional también fue positivo.
Vargas señala que ha crecido el consumo y da la impresión de que la gente tiene más dinero: “solo hay que mirar cuánta gente va a los cines o a los supermercados”. En efecto, el comercio, al por mayor y menor, pasó de USD 2 483 millones, en 2000, hasta USD 3 504 millones, en 2009, según el Banco Central; es decir, un crecimiento de 41%. La venta de autos -otro indicador del consumo- pasó de 18 983 unidades, vendidas en 2000, a 112 684, en 2008, y 90 000, en 2009.
Juan Bermeo, presidente de la Cámara de la Industria Automotriz Ecuatoriana, comenta que la dolarización permitió el acceso a más créditos con plazos mayores. Y ese acceso al crédito posibilitó también que, en el caso de la construcción de viviendas, el sector crezca 86% en la década.
En este escenario, la banca jugó un papel clave. Luego de una década, los 25 bancos privados que superaron la crisis crecieron en depósitos, créditos, solvencia y rentabilidad, aunque esta última se redujo en el último año.
La estabilidad que ha generado la dolarización es reconocida por la población, pues el 90% cree que las condiciones del país son mejores con la dolarización, según la firma Cedatos Gallup.