Augusta. DPA
Tiger Woods era un hombre imbatible, seguro de sí mismo, capaz de lograr proezas inimaginadas. Pero ahora esa imagen contrasta radicalmente con los miedos e interrogantes que lo abruman a un día de su regreso al golf en el Masters de Augusta, en EE.UU.
“Estoy nervioso y entusiasmado”, dijo ayer Woods, que eligió Augusta para retornar al golf porque pensó que era el ámbito en donde se sentiría más a gusto con el público y la cancha.
Las reacciones
Tiger Woods “es un mentiroso y no se ha curado” , afirmó ayer Joslyn James, una estrella de las películas pornográficas, que asegura haber tenido fogosos vínculos con el campeón estadounidense de golf.
“Creemos que no está curado. No pidió perdón, esperábamos que pidiera perdón a las mujeres”, declaró la abogada Gloria Allred ante los reporteros.
“Tiger Woods no es honesto, es un gran mentiroso, 10 días después del nacimiento de su hija él estaba conmigo”, añadió James. ANSA
Pero reconoce públicamente el temor por la recepción que la gente le pueda dar cuando empiece el torneo, así como también el trato que recibirá de la prensa especializada.
La Asociación de Escritores de Golf de los Estados Unidos boicoteó en febrero su primera aparición pública en California, tras el escándalo personal, puesto que Woods había elegido previamente a los periodistas que podían acceder al recinto.
El lunes, Woods, de 34 años, se mostró abierto en su primera rueda de prensa desde el escándalo que amenaza su matrimonio y que destruyó su imagen.
Su temor por el recibimiento se despejó el pasado domingo en su primer entrenamiento en Augusta. “Estoy anonadado por el increíble apoyo recibido”, dijo.
A los interrogantes sobre el comportamiento externo se suman los internos. El número uno del mundo está bajo tratamiento por su adicción al sexo.
Como cualquier adicto, la abstinencia convierte a la persona en irascible e irritable, algo poco deseable con el ‘putt’ en las manos.
Pese a llevar cinco meses sin jugar, está más afianzado en el primer lugar del escalafón mundial que el año pasado, cuando el español Sergio García y el estadounidense Phil Mickelson estuvieron a punto de superarlo y lo obligaron a volver antes de lo previsto para no ceder su cetro.
Su actual escolta, Steve Stricker, parece lejos de amenazarlo, pero los retornos de Woods al golf han tenido resultados opuestos. No fue exitoso su regreso por motivos sentimentales o psicológicos, pero sí cuando su alejamiento se produjo por motivos físicos.
Muchos recomendaron a Woods no jugar el US Open de 2006, tras la muerte de su padre. Le aconsejaron en su momento que dejara pasar más tiempo por como le había afectado la desaparición de su progenitor. Pero Tiger desoyó los consejos y falló por primera vez un corte clasificatorio en un Grand Slam desde su ingreso al profesionalismo.
Extraordinario fue, sin embargo, su retorno en 2009, tras estar nueve meses sin jugar a causa de una lesión, ganando en Orlando y quedando ‘top ten’ en el Masters.
Dentro de la desgracia personal que atraviesa, la fortuna y la suerte no lo abandonan.
¿Qué hubiese pasado si el escándalo estallaba en marzo u abril, cuando los cuatro torneos de Grand Slam son inminentes?
Woods manejó muy bien los tiempos del litigio y de la probable reconstrucción familiar, así como también el momento de su aparición pública. De esos tiempos se desprendía que su idea era retornar en Augusta.
El número uno del mundo tiene en el armario cuatro chaquetas verdes y no quiere dejar pasar un año sin jugar ese torneo, cuando sabe que está a dos de igualar el récord de Jack Nicklaus en Augusta. Suma 14 Grand Slams y su meta es alcanzar o superar los 18 del ‘Gran Oso Dorado’.