Duchazos de la revolución ciudadana

Con la nueva geopolítica revolucionaria, ya no sabemos si estamos en Libia o en Bo-livia; lo cierto es que el Régimen de los corazones ardientes quiere enfriar la temperatura de los duchazos. El resucitado Aleksei piensa que es suficiente con paños tibios.

Los calefones, según los inteligentes arquitectos de la matriz energética del siglo XXI, deben ser reemplazados con la electricidad que no tenemos. Solo que se olvidaron de adoctrinar a los arquitectos del Miduvi, que construyeron las casas revolucionarias con estos artefactos lujuriosos.

Un espontáneo sugiere que para ahorrar energía se apaguen las radios y televisiones los sábados por la mañana, y que Su Ilustrísima Majestad, que es el único que puede mantener la temperatura alta, baje los cortocircuitos.

Su Majestad dice que es dueño de su garganta y seguirá hablando en la campaña, a vista y paciencia de Oh Mar Pacífico Simon. Los ciudadanos somos dueños de nuestros oídos y podemos decidir lo que no queremos escuchar.

A Carlitos le salió el Marx y quiere, a propósito de la pregunta sobre enriquecimiento, que se declare el patrimonio desde USD 100 000. La idea es que no seamos ludópatas, amantes de los gallos y los toros y que odiemos el dinero. Pero por lo menos no prohíban el agua caliente. Achachay.

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