28% de las atenciones públicas es por el consumo de la droga H

La tía de Anthony recuerda que su sobrino falleció en la clínica que se incendió, el viernes pasado, en Guayaquil. Foto: Elena Paucar / EL COMERCIO

La tía de Anthony recuerda que su sobrino falleció en la clínica que se incendió, el viernes pasado, en Guayaquil. Foto: Elena Paucar / EL COMERCIO

La tía de Anthony recuerda que su sobrino falleció en la clínica que se incendió, el viernes pasado, en Guayaquil. Foto: Elena Paucar / EL COMERCIO

La familia de Anthony intentó retenerlo en casa, llevarlo a consultas y en cuatro ocasiones lo internó en centros de tratamiento. En diciembre de 2018 fue la última vez que ingresó a la clínica del suburbio guayaquileño, donde murió junto a un primo y otros 16 jóvenes.

Tenía 20 años y desde hace dos la droga H lo había acorralado. “Cuando dejaba de consumir se ponía agresivo, le dolían los huesos, sentía escalofríos. Mi hermana hasta pensó encadenarlo”, recuerda su tía Oralia.

La H es un derivado de los opioides y una de las drogas más adictivas. Los trastornos causados por su consumo sumaron 21 065 consultas el año pasado en el país, en unidades del Ministerio de Salud. Esto es el 28% de todas las atenciones por distintas sustancias.

La psiquiatra Bettsy Castro, responsable de Salud Mental del Hospital Guasmo Sur, explica que los opiáceos se usan para calmar fuertes dolores. Cuando su consumo es frecuente y hay una fase de abstinencia, aparecen escalofriantes dolores, junto con fiebre, vómito y sudoración.

En el cerebro la sustancia llega a reemplazar la producción de dopamina, un neurotransmisor que ofrece sensación de bienestar. Eso explica el grado de dependencia.

La psiquiatra indica que en el tratamiento usan psicofármacos, derivados de opiáceos en ampollas y parches. Cada caso se evalúa y tiene una terapia individualizada.

En cuanto a la atención residencial, Castro aclara que solo se aconseja en pacientes con alteraciones de comportamiento, problemas con su entorno o que el consumo los haya llevado a la calle.

Los sueros que le aplicaron en casa a Anthony no fueron efectivos. Wendy, su prima, recuerda que buscaron ayuda en centros públicos, sin resultados. “En un sitio nos dijeron que tenía que dejar la droga por un mes. Que lo hiciera solo era imposible”.

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