El 15 de septiembre del 2016 se cumplen cinco años de la tragedia del estudiante Édison Cosíos en una manifestación en Quito. Foto: Archivo / EL COMERCIO
Édison Cosíos estaría por concluir la carrera de psicología clínica en la Universidad Central. Su mamá, Vilma Pineda, se imagina al joven cumpliendo sus sueños. Pero de inmediato se entristece porque está consciente de que su hijo está en una cama, desde hace cinco años. Este jueves 15 de septiembre del 2016 se cumplió un lustro desde el incidente en las manifestaciones que dejó secuelas irreparables en el joven.
“A estas alturas estaría cumpliendo sus metas, estudiando. El hecho de saber que no puede conseguir las metas y está en una cama o en una silla de ruedas me duele”, comenta Pineda, quien cuida a su hijo en la casa ubicada en La Argelia, sur de Quito.
A su sentimiento de tristeza, se suma el de indignación porque considera que no hubo justicia. El exteniente de la Policía, Hernán S. sentenciado en el 2013 por causar lesiones que generaron incapacidad permanente de Édison, salió en libertad tras cumplir dos años, seis meses en prisión.
Cosíos cayó en estado vegetativo el 15 de septiembre de 2011, cuando fue impactado por una bomba lacrimógena disparada por el teniente de Policía Hernán S. Este hecho se dio en medio de manifestaciones violentas en los alrededores del Instituto Nacional Mejía, ubicado en la calle Vargas, en Quito. Con terapias y medicamentos tuvo una mejoría en su salud con el paso de los años.
En un documento, que data del 20 de junio del 2016, se permite a Hernán S. terminar su pena con programas de asistencia social y familiar que le permitan continuar con su preparación para su reinserción en la sociedad.
Las actividades las tendrá que realizar el resto que le queda de la pena impuesta. Se le faculta a presentarse ante una Casa de Confianza de Quito, todos los días martes, cada ocho días. La primera vez que tuvo que hacerlo fue el 4 de julio.
En la sentencia también se le fijó el pago de una reparación de USD 100 000. “No pagó ni un centavo. A nuestras cuentas no llegó ni un solo pago porque se declaró insolvente”, dijo la madre. A ella lo que menos le preocupa es el dinero. “El policía recuperó su libertad y mi hijo sigue en este estado”.
La madre no ha descuidado a Édison quien muestran buen semblante. Mide 1,85 metros y pesa 70 kilos. Son números superiores a los que se registraron el 7 de octubre del 2015, cuando este Diario lo visitó en su casa. En esa fecha pesaba 58 kilos.
Sin embargo, en capacidades motrices se han registrado retrocesos. Cosíos ya no balbucea cuando escucha a sus amigos y mueve con mayor dificultad su brazo. Hace un año podía hacer el signo de aprobación con sus dedos.
La familia ha comprado amantadina, un medicamento para mantener las defensas. También ha adquirido baclofleno que impida que su cuerpo se ponga rígido por espasmos musculares. Pineda dice que han comprado, en ocasiones, estos medicamentos. Aclara que sí han recibido otros insumos de parte del Estado a tiempo y que desde hace cinco años está presente la enfermera que le ayuda en los cuidados. Eso es muy valioso para la familia.
De la época de adolescente, la madre conserva el escudo de madera en el que estaba dibujado el rostro de Eloy Alfaro y con el que Édison salía a protestar. También guarda el uniforme verde olivo del “Patrón”. Los amigos más cercanos del colegio no lo han abandonado . Este fin de semana está previsto que un grupo lo visite.
Ella continúa con sus labores diarias. Limpia la casa, prepara la comida. Tiene otras angustias. Un consorcio de empresas planteó comprar La Fabrec. Si esa venta se diera, el puesto de su esposo estaría e riesgo. El Gobierno lo ubicó en ese trabajo tras el episodio de Édison.