La Torre Trump se eleva 70 pisos sobre la Bahía de Panamá y es uno de los emblemas del magnate en Latinoamérica.
La Torre Trump de Panamá tiene forma de vela. Rodeada por edificios en la radiante Punta Pacífica, pretende el efecto de navegar sobre ese océano. Esa vela de 70 pisos, 284 metros de alto y 250 000 metros cuadrados, se encuentra en disputa.
En julio de 2015, los propietarios de los departamentos despidieron a la corporación Trump de la administración del consorcio de la torre en la que funcionan las residencias, el Hotel Trump aún controlado por la firma Trump, el casino Sun International y otros emprendimientos menores.
Los propietarios del edificio justificaron su decisión en supuestos malos manejos: pagó bonos sin permiso, pasó gastos del hotel como gastos del edificio, se excedió en los gastos del presupuesto y ocultó la información al consorcio.
En noviembre de 2015, Donald Trump presentó ante la Organización Mundial de Comercio (OMC) una demanda por USD 75 millones contra los propietarios del edificio panameño ya que consideró injusto el despido del administrador y la pérdida del control de la administración. Las dos partes ahora deben convivir y compartir los espacios comunes: las cinco piletas con vista oceánica, el gimnasio, los restaurantes, los 37 ascensores, el hall central, los comercios…
De esa manera, el periodista Martín Sivak escudriña, en el portal www.chequeado.com, la presencia del emporio del siempre controversial Trump en América Latina.
Y agrega que la crisis de Panamá tiene un efecto leve en la campaña presidencial de EE.UU. Uno de los argumentos del republicano ha sido que su condición de “hacedor de negocios a nivel global” (según su versión, sobre 100 negocios que tiene en marcha, el 85% son fuera de los EE.UU.) ayudará en el diseño de la política exterior.
En América Latina, Trump inauguró hace poco un Hotel Trump en Río de Janeiro en donde planea construir cinco torres para oficinas que valdrán unos USD 1 800 millones.
En Punta del Este, Uruguay, el edificio de residencias está en plena construcción y esos mismos inversores levantarían a partir de 2017 una torre de oficinas en Buenos Aires que indicará el ingreso oficial de la marca Trump a la Argentina. En todos los casos, los desarrolladores locales pagan por usar el nombre Trump, cuya corporación recibe un pago inicial y luego comisiones de las ventas (que oscilan entre el 5 y 13%), administra los hoteles y audita para que se cumplan todos los procedimientos de la construcción.
En Punta del Este se puede ver la cara de Donald Trump en dos lugares estratégicos. En el aeropuerto y en el edificio en la parada 9 y media de La Brava. Allí los carteles tienen fotos del candidato con corbata naranja. Y una leyenda: “Ultra exclusives residences”. Las letras Trump de tres metros de altura -cuya medida también fue negociada con Nueva York– se instalaron en el piso 6 de la torre en construcción.
Trump, asegura Sivak, procura el respaldo de los gobiernos locales con declaraciones públicas y con beneficios impositivos o exenciones. En el caso de Punta de Este consiguió más metros de altura para la construcción del helipuerto del edificio. En el hotel de Río, beneficios impositivos generales por los Juegos Olímpicos.
Los socios argentinos de Trump esperan autorizaciones del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires para comenzar la construcción de una torre en Buenos Aires: a mediados de 2017 planean romper el suelo, como se dice en la jerga del sector al inicio práctico de la obra. Pero hay algo más: el presidente argentino, Mauricio Macri, y Trump inventaron una amistad.
Así empezó la presencia
La Torre Trump de Panamá fue la primera inversión de Trump en América Latina. La idea surgió en 2003 durante el concurso de Miss Universo (una de las franquicias del llamado imperio Trump). Según la revista Forbes, la empresa desarrolladora, Newland International Properties, hizo un pago inicial de USD 1,2 millones y luego distintos porcentajes por la venta de departamentos, royalties y alquileres de espacios comerciales. En los ‘Panama Papers’, la Corporación Trump aparece ligada con 32 empresas offshore, entre ellas el Trump Ocean Club de Panamá (como se llama también a la torre que incluye el edificio, el hotel y el casino).
En 2013, Newland International Properties, con mayoría de accionistas colombianos, se declaró en bancarrota para negociar su deuda. Aunque eso afectó los montos de licencia de Trump, de acuerdo con documentos judiciales a los que accedió Sivak, la paga a Trump se mantuvo entre USD 32 millones y USD 55 millones. Los pasivos de Newland, a marzo de 2016, eran de USD 147 millones, una pequeña mejora frente a los USD 150,5 millones de diciembre de 2015, según el último estado financiero presentado por la compañía en marzo y disponible en el sitio de la Bolsa de Valores de Panamá.
La empresa está de salida de la ciudad: su teléfono no responde llamadas, en el sitio oficial de la Bolsa figura con cero empleados y sus abogados declinaron opinar.
La organización Trump quedó en mejor posición. Solo entre enero de 2014 y julio de 2015, informó que percibió USD 5 millones de royalties y USD 896 000 por “pagos de administración”.
Estos números muestran que en América Latina, aun cuando los desarrolladores locales pierdan dinero, Trump gana sin invertir. Los corporativos de la empresa argumentan que arriesgan el prestigio.
En julio de 2011, Trump viajó a la Ciudad de Panamá para inaugurar el entonces edificio más alto de América Latina (la Torre Mayor de Santiago de Chile, 16 metros más cerca del cielo, la desplazó de ese lugar en 2014). Meses antes de que el avión de Trump aterrizara en el aeropuerto de Tocumen, la ciudad lo declaró persona no grata por haber dicho en marzo de ese año que Estados Unidos entregó “estúpidamente” el Canal a Panamá “a cambio de nada”, en referencia al Tratado de 1977 en el que el entonces presidente estadounidense, Jimmy Carter, acordó con su colega Omar Torrijos la entrega en 1999.