Sobre el redondel de Carcelen se encuentra instalada una serie de carpas de ciudadanos venezolanos . Foto: Galo Paguay / EL COMERCIO
Los ciudadanos venezolanos continúan llegando al campamento instalado frente a la terminal interprovincial de Carcelén, ubicada en el norte de Quito. Un promedio de 50 migrantes de ese país arriba cada día con la finalidad de descansar y continuar con su viaje a Perú.
Así lo indica el administrador de ese lugar, Julio Mujica. Asegura que las donaciones de ropa, comida y medicinas han disminuido en un 80%. “Antes nos facilitaban pasajes (para viajar a Huaquillas), ahora no. La gente se va por su cuenta a pie. Cuando llega por la noche, yo los acomodo aquí, les doy comida y un colchón”.
La mayoría busca movilizarse al Perú –explica Mujica- otros optan por regresar a Rumichaca. La realidad cambió hace más de un mes cuando un alto porcentaje de llaneros quería radicarse en Quito con sus familias. La falta de empleo es una de las causas por las que buscan otros horizontes fuera del Ecuador.
90 personas viven en el campamento del parterre de Carcelén. De ellas, ocho son niños, quienes reciben ayudas humanitarias de quiteños caritativos. Ellos permanecen junto a sus padres y viven en las carpas instaladas allí.
Ciudadanos venezolanos continúan llegando al campamento instalado frente a la terminal interprovincial de Carcelén, ubicada en el norte de Quito. Foto: Galo Paguay / EL COMERCIO
Las lluvias del último fin de semana afectaron al improvisado campamento. El plástico de algunas covachas no resistió y se destruyó por la fuerza del granizo. Se mojaron ropa, cobijas y colchones, pero no hubo daños de gravedad.
Ayer por la mañana, los llaneros reparaban los daños. Ahora dicen sentirse más preparados para afrontar el invierno capitalino. Niños y adultos jugaron con el granizo que se acumuló en el piso, pues era la primera vez que lo veían. “No sentí frío, nunca antes viví algo así. Salí de mi carpa a jugar sin camisa”, contó Mujica.
José Carrizales llegó desde Valencia y vive en Carcelén desde hace tres meses. Se quedó en Ecuador porque quiere trabajar aquí. “El aguacero acabó carpas y enseres. Esperamos que algo bueno pase y las cosas cambien”.