Rosana Bonilla lleva 11 años como profesora en un plantel de la capital. Ya aplicó para la recategorización. Foto: Vicente Costales/ EL COMERCI.
Títulos académicos, desarrollo profesional, tiempo de servicio y evaluación. Con estos requisitos, un maestro puede alcanzar la categoría máxima en el escalafón. El proceso resulta complejo y requiere esfuerzos adicionales. Así lo ha sentido Cecilia Corrales.
La docente de educación básica tiene nueve años de experiencia en el magisterio fiscal. Su historia empezó en el 2014, cuando decidió tramitar la recategorización y el ascenso.
La primera implica un proceso de cambio de categoría de forma acelerada, que se tramita por una sola vez en la carrera. El objetivo es que el maestro suba dos o más categorías: de la G, la de ingreso; a la A, la máxima, según sus méritos.
Un ascenso, en cambio, es subir una grada, según la Ley Orgánica de Educación Intercultural (LOEI) y su Reglamento a esta normativa.
Si el maestro supera los requisitos previstos en la Ley y los valida el Ministerio de Educación, accede a un incremento en su sueldo mensual. Va desde los USD 84 a USD 264, según la Cartera (ver gráfico).
Corrales pasó de la categoría inicial G a la B. Es decir, entró con USD 280 (antes de la homologación de sueldos en el 2011) y hoy recibe 1 200. Esto significó un cambio en la vida de su familia. Sin embargo, cuenta que no le subieron el sueldo inmediatamente y que se esforzó para lograr buenas calificaciones en los cursos.
En la normativa vigente se explica que el incremento del salario, producto de la recategorización o del ascenso, se dará año a año. Es decir, si lo logra en el presente año, el sueldo se reflejará en el 2019. Así no se afecta el ejercicio fiscal, explicó Xiomar Torres, subsecretaria de Desarrollo Profesional del Ministerio.
Esta entidad destinó USD 17 millones para el proceso 2018. Lo hizo luego de dos años de cierre de estos trámites.
Eso generó expectativa en los docentes. Rosana Bonilla tiene 11 años como maestra en un plantel de la capital. Ella se inscribió la semana pasada y para eso buscó todo su historia profesional, es decir, su título de tercer nivel en docencia avalado por la Senescyt.
Además, adjuntó los cursos realizados en instituciones de educación superior. Los docentes deben cumplir 330 horas de capacitación. Los talleres tienen que ser de universidades tipo A y B. También se suman los de la Regional Ikiam, de las Artes, de Educación y Yachay, explicó Torres.
En la página individual de Bonilla se incluyó el tiempo de servicio, otro requisito para la recategorización y ascenso. Los aspirantes deben registrar, al menos, cuatro años de labor.
Bonilla cumplió 11 años en la categoría inicial G. Espera subir dos o más peldaños.
Las inscripciones para estos procesos se abrieron el 19 de marzo y se extenderán hasta el 18 de abril. Se registraron 21 550 docentes hasta el 22 de marzo pasado. El Ministerio espera tener 35 000 aspirantes. No todos alcanzarán la recategorización o el ascenso, según la Subsecretaría de Desarrollo.
En los anteriores procesos se registra un bajo porcentaje de profesionales que lograron cambiarse de categoría, en relación con los anotados. Entre 2014 y 2015 se inscribieron
85 990 personas. De ellas, 23 220, es decir un 27%, lo consiguieron. Esta vez se espera un porcentaje similar.
Uno de los ‘frenos’ es la nota obtenida en la evaluación. El Ministerio confirmó que se toma en cuenta el resultado de la prueba de desempeño realizada por el Instituto Nacional de Evaluación Educativa (Ineval).
La última fue en el 2016. El 22% de los docentes evaluados obtuvo una calificación superior a 700 puntos. Si no alcanzan ese puntaje no se puede recategorizarse ni ascender.
La situación es más compleja si se apunta a las categorías máximas, como A y B, ya que el puntaje debe superar los 800.
Ese es uno de los reparos que pone la dirigente de la Red de Maestros, Nelly Miño. Ese tipo de evaluación, dice, no permite valorar lo que el docente hace y conoce, por lo que pidió que se “perfeccione y sea más amigable con el docente”. Le molesta que no se tome en cuenta la práctica profesional.
Esta visión la comparte María Dolores Pérez, parvularia. Ingresó la semana anterior al sistema para inscribirse. Tenía las horas de capacitación, los títulos y 15 años de experiencia. Pero no accedió. El motivo: la evaluación del 2016, en la que sacó 683 puntos.
Josette Arévalo, directora del Ineval, reconoce que “a nadie le gusta que le evalúen, que le vean los defectos. Pero se busca mejorar la calidad de la educación, la columna vertebral de la sociedad”.
Otra visión crítica tiene la profesora Alicia Herrera. Pasó de la categoría F a la C. Sin embargo, el aumento de su sueldo fue gradual. Y con eso no está de acuerdo, pues no pasa en otras carreras. El primer año, luego de que le aprobaran la recategorización, percibió la remuneración del escalafón E.
Un año después le otorgaron el sueldo que recibe un maestro en la categoría D y así, hasta llegar a USD 1 212. La profesional, para subir más debiera publicar un libro o llevar adelante un proyecto.
El proceso 2018 concluirá el 27 de junio, con la presentación de los resultados finales a los docentes que aplicaron, como Rosana Bonilla.
Ella espera que la respuesta sea positiva, ya que no quisiera estancarse en una categoría. Lo mismo planea Cecilia Corrales, quien ya prevé arreglar su carpeta para llegar a la categoría máxima: A.