Redacción Cultura
En la representación, tres hombres y tres monigotes viven el encierro en un manicomio. La obra es ‘Futuros difuntos’ y la interpreta el grupo español La Zaranda.
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En Guayaquil, en el Teatro Centro de Arte, a las 20:00 de hoy, se presenta la agrupación cubana Teatro Buendía.
En Quito, también con Buendía, se inaugura la programación continua del Festival Internacional de Teatro Experimental, el viernes, en la Facultad de Artes de la Universidad Central.
El sábado, en el C.Cultural B. Carrión, habrá el Encuentro de directores de Festivales.La acción arranca cuando se da por muerto a quien rige la vida de los internos. Dentro de los muros se erige un universo metafórico que repite, en la locura, los conflictos de los cuerdos.
Un universo que se manifiesta en las relaciones de poder y dominación de los mismos locos, quienes liberados de la autoridad quedan a merced de sus disputas por convertirse en el nuevo regente. Entonces, la formación de bandos, la guerra, la muerte…
El encierro marca la relación con el espacio, más aún cuando el nexo con el afuera es una bocina que permanece muda. El manicomio es el territorio en disputa y son dos internos los que batallan (como emperadores o bufones). El tercero se mantiene neutro, obediente solo a la satisfacción de su hambre. Los monigotes son el rebaño silencioso, la carne de cañón. Al final, la muerte recoge a todos.
En esa situación, el espectador entra a escena mediante un espejo colocado sobre tablas. Allí , después de ciertos momentos de humor se reflejan risas, las cuales terminan convirtiéndose en muecas frente a la crudeza retratada en ‘Futuros difuntos’.
La propuesta de La Zaranda maneja un lenguaje rico en recursos. Se distingue una iluminación que permite el juego de claroscuros, de contrastes entre la vestimenta blanca y el escenario negro. La estética recuerda a los cuadros de Goya, tanto en la creación de imágenes como en el gesto que responde a la locura, dado al esperpento, a la deformación.
En ese cuadro ingresan camillas y sillas de ruedas, objetos que mezclan el chirrido y el golpe metálico, con melodías sacras (Crucifixus, de Mozart, una de ellas). El misticismo de la música se vincula con la consagración del nuevo elegido.
En el montaje, el oficio de actor se evidencia por la precisión en el marcaje de las acciones y en el funcionamiento del decorado (en el desplazamiento de la sillas o en el manejo de las poleas).
Acciones que, como parte de una realidad lúcida, desdibujan la locura imperante en escena.