Disparates grabados

Un especie de siameses -hombre y mujer pegados de espaldas- discuten sin posibilidad de reconciliación, seres monstruosos miran la escena aburridos o acosadores.  Se trata del ‘Disparate matrimonial’ (1819-1823), uno de los 22 grabados de la serie que hiciera Goya antes de dejar España en 1824 y radicarse en Burdeos. ‘Los Disparates’ es la obra más enigmática del artista, quizás una sátira política al autoritarismo de Fernando VII, una denuncia de la estupidez humana, la irracionalidad o el anuncio visionario de la subjetividad como núcleo de la conducta  moderna.

La serie custodiada por el Museo del Grabado de Goya y la Casa Natal en Fuendetodos, su lugar natal, dio inicio en el 2001 a un ambicioso proyecto de recuperación de la obra y su continuidad a través de cursos que han provocado que desde entonces buenos grabadores españoles contemporáneos hagan sus propios “disparates”.  Al traer a Quito la obra original de Goya y la de otros, la Estampería Quiteña, invitada por la Embajada de España, ha provocado la participación de 18 artistas ecuatorianos . 

Algunos como Miguel Varea en  ‘Diálogo de sordos’, recogen de cerca la influencia del maestro y su tono de sátira política y humana, otros como Paula Barragán, ‘Otros modos de volar’, se alejan y transitan libremente por la obra antecesora.  Si bien desigual en calidad, la muestra nos mueve por técnicas y propuestas  interesantes y nos invita a pensar en espacios enigmáticos del ahora y las intrusiones de lo digital.

La muestra en el Centro Cultural Metropolitano me traslada a la Estampería Quiteña creada hace 12 años,  en una casa tradicional de la 24 de mayo.

De la mano de Hernán Cueva y Barragán conozco este extraordinario centro del grabado, los procesos, los talleres, los cursos que se dictan, la participación de los niños.  También reconozco sus carencias, falta de dinero para comprar materiales, pagar un director ejecutivo que pueda difundir la labor, invitar periódicamente a maestros grabadores, dar continuidad a la bienal La huella del grabado, aprender técnicas digitales.  Acá acuden diariamente artistas, jóvenes estudiantes, gente del barrio.   El Fonsal y la Cooperación Española han sido grandes auspiciantes, se requiere continuidad, no dejar morir este proyecto y comercializar la gran obra que permanece en las gavetas del centro.  Poner en circulación este valioso trabajo podría significar que las editoriales que publican libros de niños o de botánica, los ilustren con grabados de estos artistas o niños que transitan por allí, remunerando su aporte.   O que las instituciones encarguen afiches de difusión de sus labores.  Ideas hay muchas, hace falta un auspicio permanente.

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