Rituales indígenas de difuntos tienen su espacio

El sábado, en el parque Rumipamba, se llevó a cabo la recreación de un ritual indígena. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO.

El sábado, en el parque Rumipamba, se llevó a cabo la recreación de un ritual indígena. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO.

El sábado, en el parque Rumipamba, se llevó a cabo la recreación de un ritual indígena. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO.

El dolor es el mismo. Cuando el cuerpo sin vida fue enterrado, los cánticos desgarradores de las mujeres se avivaron.

Luego de haber recorrido el barrio con el difunto en hombros se cavó un hoyo de unos 60 cm de profundidad y se lo depositó allí.

Cada uno de los asistentes tomó un puñado de tierra en sus manos y mientras pronunció unas palabras lo arrojó sobre la cripta. Luego, de rodillas, dos jóvenes arrastraron la tierra suelta sobre la fosa y la cubrieron. El más anciano se acercó a la tumba, agarró dos vistosas vasijas y con fuerza las chocó una contra otra.

Los pedazos de barro cayeron sobre la tumba como signo del fin de una etapa y el inicio de otra. Luego se compartió choclo, papa y chicha y un plato fue colocado sobre el sepulcro. Así es como hace 1 500 años se celebraba una muerte.

El fin de semana pasado, en el parque Rumipamba, como parte de las actividades por el Día de los Difuntos, hubo una recreación de los rituales funerarios indígenas. En la actualidad, esa celebración nativa tiene su legado. En Quito, hasta el 2010 unas 66 513 personas se reconocían como indígenas, según el Censo. Calderón y el Centro Histórico son las dos administraciones zonales, donde existe un gran número de personas de esta etnia.

En Calderón, Píntag y La Magdalena, la costumbre de compartir alimentos con el difunto se mantiene, aunque con menos fuerza que otros años.

En el cementerio de Calderón, en el norte, el 2 de noviembre es el día en el que la tumba del ser amado se vuelve el punto de encuentro para la comunidad: cantan, lloran, ríen, comen y beben. A cada tumba llegan al menos 10 personas.

Lo hacen ya que para ellos, tal como lo precisa la cosmovisión indígena, la muerte es el paso hacia otra vida.

Esa es, desde hace más de 500 años, la celebración más grande de esta parroquia.

Rubén Mera, historiador, dice que la cultura indígena tiene la concepción de que la muerte no existe. Para ellos, la vida sigue, por lo que hasta la actualidad hay personas que son enterradas con ropa, alimentos, objetos personales, como si fueran a iniciar un largo viaje.

Los muertos siguen como parte de la comunidad. Este tipo de rituales se vive en las comunas indígenas de Oyacoto, La Capilla, Santa Anita, San Miguel y Llano Grande.

El ritual que se celebra en el cementerio de Calderón, donde hay cerca de 300 tumbas, se asemeja al que se realizaba allá por los 500 d.C. Delfín Tenesaca, antiguo párroco de Calderón, apunta que cuando una persona fallece es llevada en hombros de sus seres amado por los rincones de la casa donde vivió, por sus lugares favoritos y calles del barrio.

Otra de las costumbres que aún se mantiene es la de enterrar a familiares en un mismo sector del cementerio. Así lo hacen en Calderón y se lo hacía en La Florida, como lo evidencia el museo de sitio que guarda restos de hace 1 500 años.

En La Magdalena, la celebración es un festejo, no una lamentación. Cada año, el 1 de noviembre, las personas acompañan a los seres queridos en las tumbas. Aún mantienen la tradición de llevar los alimentos favoritos. Alejandro Tipantaxi, del Comité Proadelanto del Cementerio, cuenta que es una noche de reencuentro.

Acuden varios miembros de la familia. Con velas en mano, se sientan alrededor de las tumbas . Hacen una vigilia, con oraciones, cánticos y cuentan anécdotas del ser querido. Participan unas 1 000 personas.

En Píntag también se mantiene la tradición de compartir los alimentos en el interior del cementerio. Gabriel Noroña, presidente de la Junta Parroquial, indica que se pierden varios rituales sagrados Pero en parroquias como Conocoto, varias agrupaciones buscan recuperar estas tradiciones.

Diana Párraga, del Colectivo Cultural Conocoto, sostiene que en este año se organizaron para hacer un ritual indígena en el cementerio.

Suplementos digitales