Redacción Guayaquil
Fátima es maestra desde hace 35 años. Por su profesión, cuenta que era difícil tener una hora fija de almuerzo. “A veces no comía, o cualquier cosa por ahí. Pero todo era grasoso”. Eso sin contar el estrés por lidiar con más de 40 niños en su salón de clase.
Lo recomendado
Frutas y verduras crudas. Ricos en vitaminas C (cítricos, fresas, piña, kiwi, col, perejil…) y A (zanahorias, pimientos…).
Hidratos de carbono compuestos como los contenidos en cereales integrales (trigo, avena), patatas y verduras para que el hígado pueda aumentar su reserva de azúcares.
Pescados blancos a la plancha o al vapor. Carnes magras a la plancha, asadas sin grasa o al vapor.
Alimentos ricos en folatos como las verduras de color naranja y verde oscuro (zanahorias, tomates, acelgas), el aguacate, el pan de centeno y la levadura de cerveza.
Aceite de pescado, rico en vitamina K. Aceite de oliva virgen, siempre crudo, aliñando ensaladas y todas las verduras.
Ensaladas de rábanos, diente de león, apio, perejil, tomate, cebolla cruda, pimiento rojo, escarola, lechuga, entre otras.
Pese a ello, nunca sintió molestias mayores. Pero el exceso de grasa fue formando una capa alrededor de su hígado. Los médicos lo descubrieron cuando la operaban para extraerle el útero. “Descubrieron que tengo hígado graso y principio de cirrosis”.
El pasado viernes, la educadora de 60 años acudió al consultorio de la nutricionista Gloria Alovillo, en el hospital Teodoro Maldonado Carbo de Guayaquil. Con algunos ecos y otros exámenes, le explicó su situación.
La primera recomendación de la especialista apuntó a la alimentación. “Lo que comemos marca la pauta. Hay que hacer una evaluación nutricional. De ahí se puede aplicar un tratamiento disminuyendo tanto calorías como nutrientes y en especial evitar las grasas saturadas que provienen de los animales y de la comida rápida”.
El hígado graso se caracteriza por la acumulación de ácidos grasos y triglicéridos en las células hepáticas. Esto provoca inflamación e incluso el desarrollo de fibrosis, la antesala del daño hepático crónico como la cirrosis.
Evite ingerir
Bebidas alcohólicas, ya que causan daños irreparables al tejido hepáticos. Así como las gaseosas.
Especias fuertes, especialmente la pimienta, clavo de olor, mostaza y vinagre.
Cocidos grasos y muycondimentados.
Carne de caza y embutidos en general.
Comidas fritas y salsas grasas, preparadas con exceso de aceites.
Dulces como churros, buñuelos, panes croisants.
Para prevenir el desarrollo de esta enfermedad, y de otras vinculadas al hígado, Alovillo aconseja cumplir con la dieta CESA: Completa, Equilibrada, Suficiente y Adecuada.
Proteínas, grasas, carbohidratos y lípidos crudos (como aceite de origen vegetal, oliva, de maíz) son la base de una alimentación completa. Cada elemento debe consumirse equilibradamente.
Hablar de dieta no es sinónimo de quedarse con hambre, sino comer en proporciones adecuadas tanto por prevención, como cuando se sufre una patología.
El hígado es uno de los órganos más importantes del cuerpo humano. Funciona como una gran fábrica química: genera proteínas, remueve y neutraliza sustancias tóxicas de la sangre, produce colesterol, almacena y libera glucosa como fuente de energía, produce bilis que ayuda a la absorción de grasas y vitaminas liposolubles…
De ahí que un daño en esta máquina puede perjudicar el resto de funciones del organismo. Para el doctor Héctor Torres Soto, el hígado es la aduana del cuerpo. “Todo lo que ingerimos se deposita en el hígado, de ahí se distribuye al resto de órganos”.
Uno de los problemas en países como el nuestro es el excesivo consumo de grasas. Torres asegura que solo el 20% de la dieta diaria debe tener grasas.
Papa fritas, hamburguesas, chorizos, huevos fritos, chancho… Esas son algunas de las comidas favoritas de Víctor Ledesma. Pero hace meses que no las prueba. “Me tomaba una pastilla y ya, porque no sentía nada. Pero me hice un chequeo y me salió problemas con el hígado”.
Como primera opción, Ledesma recurrió a la medicina natural. En el local Toque de Naturaleza hay una estantería exclusiva de productos para el cuidado del hígado. Son frascos de pastillas elaboradas con boldo, taraxaco, alcachofa. “La mayoría es desintoxicante y otros regeneradores. Hay en líquido y en pastillas y tienen mucha salida”, cuenta Dayse Rosillo, vendedora del local.
Con moderación
Grasa saturada de origen animal o vegetal.
Huevos (nunca fritos) y salsas o postres que los contengan (mayonesas, natillas, flan…).
Lácteos enteros desnatados.
Café, cacao y otras bebidas excitantes.
Dulces, pastelería, alimentos azucarados.
Nueces, almendras, aceitunas, mantequilla, manteca, aceite y quesos muy grasos.
Fruta poco madura. Pescados grasos.
Col, coliflor, guisantes, espinacas y tomates.
En el local Only Natural el producto que se vende más es el complejo B. “Este protege al hígado para un mejor funcionamiento. Tiene mucha salida”, explica Éricka Flores, vendedora.
El doctor Torres explica que estos productos son buenos, siempre que se consuman dentro de un tratamiento recetado por un especialista. “Estos regeneradores celulares son solo una ayuda. Cuando la enfermedad ya está instalada no se la puede detener. Son enfermedades silenciosas”.
Las patologías más graves
Una de las patologías más severas es la cirrosis. El daño acumulado se refleja en la cantidad de fibrosis (cicatrices), que se forman en el tejido hepático. Este daño causa complicaciones en la circulación de la sangre.
Los síntomas de la cirrosis van desde la pérdida de apetito, malestar general, náuseas y pérdida de peso, hasta la ictericia o coloración amarilla de la piel. La acumulación de líquido en el abdomen, hipersensibilidad a los medicamentos y cambios de conciencia son los más graves.
La solución para la cirrosis crónica es el trasplante. Actualmente, en el país, hay 200 personas a la espera de un hígado, según los datos del Ministerio de Salud Pública.
La hepatitis es otra patología y uno de los antecedentes de la cirrosis. La hepatitis aguda de tipo A y la hepatitis E no lleva a la hepatitis crónica. Pero la hepatitis B aguda lleva a una infección crónica en el 5% de adultos.
La obesidad y la diabetes son factores de riesgo para males hepáticos. Afectan más a la mujer.