En el 2016, a Linda Vidal le diagnosticaron linfoma Hodgkin, este tipo de cáncer afecta al sistema linfático o inmunológico. El tratamiento se basó en quimioterapia, radioterapia y luego fue operada. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO
A diario, a las 05:00, Linda Vidal se levanta para continuar con el propósito más importante a sus 45 años: vivir. Se arregla y acude al hospital para cumplir con otra jornada de rehabilitación, para fortalecer sus huesos. Quedaron afectados tras los cuatro años de quimioterapia. Linda enfrenta una metástasis.
En el 2016 le diagnosticaron este tipo de cáncer, que afecta al sistema linfático o inmunológico. Se lo llama linfoma Hodgkin y este 15 de septiembre del 2019 se conmemora el Día Mundial. El tratamiento se basó en quimioterapia, radioterapia y luego fue operada. En la intervención le extirparon dos cadenas ganglionares (nódulos) de su cuello.
Aún tiene las marcas de la cirugía; no le preocupa exponerlas. Lo que se le hace muy difícil -admite- es aceptar que el cáncer volvió y se extendió en la parte inferior de su mentón. “Siento miedo”, confiesa.
Ese desplazamiento o viaje de células tumorales fuera del nódulo primario es lo que se conoce como metástasis, explicaron los médicos Ramiro Hidalgo, cirujano oncólogo y director médico de Solca Quito, y Karina Núñez, oncóloga del Hospital Carlos Andrade Marín, del Seguro Social.
Su aparecimiento -comentan- está relacionado con un diagnóstico tardío, es decir, cuando las personas llegan a la consulta médica con un cáncer avanzado, por lo que el tumor se desplaza más rápido. Las metástasis son la principal causa de muerte por cáncer.
Las células tumorales viajan a los diferentes órganos, entre ellos, el cerebro, pulmón, hígado y glándulas suprarrenales.
Para controlar este avance, Linda se sometió a varios tratamientos. Uno acabó con un nódulo que le salió en el pulmón. “Lo calcinó”, dice. Por ello -siente- pasa más tiempo en el hospital que en su casa. Incluso dejó de trabajar para concentrarse en su salud.
En el hospital la atiende un grupo multidisciplinario que va desde oncólogos hasta psicólogos. Este último profesional es importante para avanzar, ya que “todo cambia y hay que aprender a seguir luchando”.
Adriana Oñate es psicóloga y encargada del servicio en el Hospital Metropolitano. Trabaja con pacientes con cáncer, en lo que se llama psicooncología.
En la terapia -aclara- se pone más énfasis en el núcleo familiar, ya que se encarga de ayudar al paciente. Así se evitará que personas como Linda se sientan solas y se garantiza que continúen con su tratamiento.
La quiteña, a veces, piensa que es una carga para su familia. Por eso la psicóloga insiste en que la terapia debe mantenerse durante todo el proceso: diagnóstico, tratamiento y desenlace. “Trabajamos en la parte psicosocial, emocional y en el duelo”, indica Oñate.
María (nombre protegido) tiene 50 años, siete con cáncer de mama. Ella considera que la atención psicológica le ha permitido afrontar los altibajos.
Al principio, su esposo e hijos sí le brindaban su respaldo. Ahora -cuenta- pareciera que se olvidaron de lo que tiene y se enojan cuando les comenta que siente dolor. Aún no les ha contado que está a la espera de los resultados para conocer si el mal se ha extendido a otros órganos. Teme que le digan que tiene una metástasis.
Cuando ocurre una metástasis, las células cancerosas se separan del tumor primario y viajan a través del sistema sanguíneo o linfático y forman un tumor nuevo en otros órganos.
Los grupos de apoyo como Fundación de Jóvenes contra el Cáncer sirven para que el paciente asuma su realidad y para guiar a la familia.
El cáncer al sistema inmunológico, que afectó a Linda, estuvo en el segundo lugar de los males con mayor tasa de mortalidad en Ecuador. Es decir, 7,6 por cada 100 000 habitantes. Y el de mama, que tiene María, alcanzó una tasa de 3,9, según cifras del 2017, del INEC.