El fallido atentado de Al Qaeda en el vuelo de Nothwest Airlines despedazó la calma de los estadounidenses. Obama mostró al mundo una actitud inéditamente furiosa, y la opinión estadounidense, que hace tiempo había calmado su faceta incendiaria, clama rabiosamente por más seguridad.
Innumerables voces exigen que se aumente la seguridad aeroportuaria. Se pide la instalación de la novedosa tecnología de rayos X Backscatter, que literalmente proyecta imágenes del cuerpo desnudo de los pasajeros. En apoyo a esta medida, Douglas Laird, un consultor de seguridad, sin tapujos señala “Creo que tenemos que dejar de lado ciertos derechos a favor de la seguridad de todos”.
Nuestra dignidad, en tanto que adultos, ya dejó de ser, desde hace rato, un problema. Pero ¿y los menores de edad? ¿También tendrán que pasar por la máquina desnudadora? ¿Qué pasará con la Declaración de los Derechos del Niño de la ONU?
Posiblemente ocurra lo mismo que con los derechos fundamentales de libertad de expresión, de privacidad, o del debido proceso, cuando pasó el infame Patriot Act luego del 11 de Septiembre.
Se fueron al tacho de basura; y con ellos el centenario proceso histórico de reivindicaciones sociales que causaron su nacimiento.
Es entendible que el Presidente actúe y es normal que la ciudadanía demande acción. Lo que es disparatado es que ninguno abogue por políticas que apunten a la solución real del problema del terrorismo, apenas se está luchando por una medida aeroportuaria que es un escueto parche para un problema mucho mayor.
El profesor Garton Ash publicó recientemente en El País una idea fundamental; los grandes desafíos globales (migración, terrorismo, crisis financiera, calentamiento global, etc.) solo pueden ser solucionados mediante la cooperación internacional.
Sin embargo, los consensos y las acciones conjuntas internacionales son más insólitas que los eclipses lunares. El porqué de esta esterilidad debe residir en el andamiaje conceptual y normativo que subyace toda la arquitectura internacional. Creo que la configuración conceptual del Estado (incluyendo nociones que poco han evolucionado desde hace 400 años como el de soberanía), puede ser la causa del desentendimiento global.
Posiblemente, hasta que este aparato de ideas no evolucione para adaptarse a nuestras necesidades actuales, los ciudadanos seguiremos viendo a los países adoptar meras soluciones parciales en sus ámbitos internos, puesto que las acciones internacionales se tornan en un sueño lejano.
El problema del terrorismo no se solucionará con rayos X, al ritmo que vamos pronto se instaurarán tactos rectales exploratorios en los aeropuertos; el problema se vuelve realmente grave.