Desfigurada por el ácido, una mujer vive presa del miedo

Mumtaz, de 20 años, fue atacada con ácido por un pretendiente rechazado. Foto: Shah Marai / AFP

Mumtaz, de 20 años, fue atacada con ácido por un pretendiente rechazado. Foto: Shah Marai / AFP

Mumtaz, de 20 años, fue atacada con ácido por un pretendiente rechazado. Foto: Shah Marai / AFP

A sus 20 años, la afgana Mumtaz vive aterrada desde que un pretendiente rechazado le tiró ácido a la cara en 2011. Refugiada en una casa protegida de la provincia de Kunduz (norte), ajusta su chal para esconder como puede las terribles cicatrices de su rostro.

Y habla de los horrores de la noche en que ese pretendiente, un miliciano antitalibán conocido por su brutalidad, irrumpió en su casa con seis cómplices.

"Me agarró por el pelo y me tiró ácido a la cara con tanta rabia... Era como si me gritara: 'ahora intenta encontrarte un marido'", cuenta Mumtaz que, como muchos afganos, sólo tiene un nombre.

Gritó, forcejeó, pero no pudo evitarlo. El veneno se esparció por su rostro, consumiendo su piel y sus esperanzas.

Durante cuatro años, se sometió a varias operaciones y dolorosos trasplantes de piel. Hoy vive escondida en la inestable Kunduz, donde los rebeldes talibanes lanzaron una de sus mayores ofensivas en los últimos tiempos.

La joven asegura que recibió amenazas de sus agresores, algunos de los cuales siguen prófugos de la justicia.

Ojos de gacela

El calvario de Mumtaz resume por sí solo las grandes tragedias de Afganistán: la violencia machista, las milicias antitalibanes, que añaden más caos a la situación del país, y la debilidad de un Estado que parece incapaz de ofrecer un mínimo de seguridad a sus habitantes.

En marzo, el linchamiento de Farkhunda había desvelado la faceta más bárbara de algunos afganos, dispuestos a matar a una joven por un falso rumor que decía que había quemado un Corán.

El caso había suscitado una gran conmoción en el país y en el extranjero, y cuatro personas fueron condenadas a muerte.

Los ataques con ácido, del que suelen ser víctimas las afganas que se niegan a llevar el velo o rechazan a pretendientes demasiado insistentes, tienen menor repercusión mediática.

La agresión de Mumtaz fue el final dramático de una historia que comenzó dos años antes.

Mumtaz tenía entonces 14 años, ojos de gacela y una piel suave que todos le envidiaban. Ya no salía sola y se escondía tras un burka para evitar las insinuaciones de un miembro de una milicia antitalibán, uno de esos grupúsculos acusados de abusar y extorsionar al amparo de las autoridades.

El hombre no cedía y seguía acosándola. Dos años después, cuando se enteró de que se había prometido con otro, acudió a su casa y la desfiguró con el ácido.

Hoy está prófugo y tres de sus cómplices fueron condenados a 10 años de cárcel, una sentencia inusualmente severa en un país donde las mujeres suelen estar desamparadas ante la justicia.

'Nunca nos dejarán en paz'

Pero, ironías del destino, los verdaderos problemas de la joven empezaron tras el encarcelamiento de sus verdugos.

"Amenazaron con decapitarme. Me dijeron: 'vamos a matar a toda tu familia cuando salgamos de la cárcel'", recuerda. "Y nos vamos a encargar de ti".

"En casa de Mumtaz, los hombres están obligados a llevar armas y duermen por turnos" para montar guardia, explica Haseena Sarwari, responsable de la ONG Women for Afghan Women, que ayudó a la joven a recibir tratamiento en India.

Sultan, su padre, también vive asustado. Su día a día es una sucesión de grandes miedos y pequeños sustos. Tiembla sólo de pensar en ir a su granja.

"Aunque salgan de la cárcel, siempre estaremos en su punto de mira", lamenta. "Nunca nos dejarán en paz".

El único rayo de esperanza para Mumtaz es su matrimonio. Se casó con el hombre con el que se había prometido antes de la agresión. "Pero vivo constantemente con miedo a que me encuentren", explica.

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