Es interesante el actual despliegue sobre los derechos humanos individuales, hermosos enunciados liberales, pero que no dicen toda la verdad.
La Revolución Francesa, con la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1792), consagró el triunfo de la burguesía sobre la monarquía, es decir, del poder económico sobre la aristocracia; así se impone la burguesía como clase social acomodada o rica y conformista y sus privilegios.
Según estudio de Senplades, el 2,2% de la población del Ecuador es rica (2,1% percibe ingresos familiares mensuales superiores a USD 2 783,70 y el O,1% gana más de USD 8 474,70), es decir, burguesa; y, el 97,8% restante es el pueblo o proletariado de periodistas, profesores, reporteros, peones, artesanos, obreros, domésticas, empleaditos, fuerza pública, etcétera.
Estos pobres o medio pobres no gozan realmente de los derechos individuales burgueses proclamados por la ONU (1948); por lo tanto, debemos concluir: los famosos 30 derechos liberales no se hacen efectivos para ellos.
Para el 98% la igualdad y libertad son mentiras: no tiene derecho a la propiedad (casi no tiene nada), de opinión o expresión (no tiene medios de comunicación), garantía de un trabajo digno, nivel de vida adecuado ni libertad de empresa, ni “más respeto” para ellos; no tienen nada, pero sí derecho a morirse de hambre y en ignorancia y la obligación de irse a la cárcel si hurta una gallina y todos los “deberes respecto a la comunidad”….
En un “Estado de Derecho Liberal” solo se hacen efectivos los sagrados e irrisorios 30 derechos para el 2% de la clase burguesa.
Incluso la Iglesia Católica, en su llamada “doctrina social”, es discursiva sobre la “opción de los pobres” y aconseja la caridad cristiana (que degrada a quienes reciben y dan, según Nietzsche), no de la justicia social legal y exigible, porque ha estado siempre junto a la burguesía, inclusive internacional, hasta el extremo de apoyar la globalización –ver encíclica “Caritate in Veritas” (2009-06-29) de Benedicto XVI-: nadie puede ser tan ingenuo para creer que la mundialización sea bajo un único gobierno democrático y popular, sino bajo una sinarquía capitalista que busca solo su lucro y beneficio y “más respeto” para sus sagrados derechos y privilegios de clase.
Catón Villacreces Jácom