De la cabeza al corazón y del corazón a la cabeza. Ida y vuelta, una y otra vez.
Así funcionamos los humanos y la política.
Durante más de 20 años, la Concertación construyó un circuito que oxigenó a sus partidos y logró una mayoritaria adhesión ciudadana.
Maestros de la semántica, desde el arco iris se construyeron imágenes y eslóganes que tocaron la fibra de más del 50 % de los chilenos, y, elección tras elección, los triunfos validaron aquellos símbolos y frases.
Plantearon un “a recuperar la democracia”, un “crecer con igualdad”, un “a cerrar la transición”, un “proteger a los más débiles”.
Fueron frases simplonas, de almanaque, pero efectivas para llegar al corazón.
Es difícil saber cuánto se creían los creativos cada una de esas joyitas, pero sería tonto pensar que no se emocionaban con los buenos resultados de sus inventivas.
La cabeza y el corazón -una cabeza ideologizada y un corazón sensibilizado- funcionaron eficazmente y en dupla: la fórmula trajo votos, muchos votos.
Pero en la Concertación ese vínculo de ida y vuelta -de la razón a la sensibilidad- está hoy completamente roto.
No solamente una significativa mayoría de sus adherentes históricos ha dejado de creerle a su propio candidato, sino que, además, muchos de los gestores de su semántica se muestran agotados: hay ojeras en su inteligencia, hay arrugas en su corazón.
Dicen que cunde el desánimo entre sus huestes; eso es recuperable.
Pero lo que por ahora no volverá a encenderse es el fuego sagrado comunicacional.
Entonces, el peligro está hoy al otro lado, en quienes se aprontan para celebrar una victoria rotunda. Sí, cuidado con el relevo.
Construir una semántica igualmente vana destinada solamente a impactar al corazón no tiene más mérito que haber aprendido del más pillo.
Siempre nos pasa a los tontos y desubicados que no nos damos cuenta de que estas maniobras están destinadas a ganar votos y no se usarán para gobernar.
Sí, siempre nos pasa que algún astutillo nos lo hace ver.
El problema es que esos mismos iluminados que nos dicen que lo importante es ganar, conseguido su eventual éxito, se validarán para seguir desarrollando circuitos comunicacionales paridos por cabezas débiles y destinados a corazones partidos.
Porque hasta ahora no se conoce a creativo vencedor que sea despedido a raíz de que, tras la victoria, sus jefes decidan sincerar sus métodos y comenzar a practicar una comunicación auténticamente veraz.
Unas pocas páginas de ‘La rebelión de las masas’ los podrían hacer meditar, pero nadie lee a Ortega, caballero tan vetusto, a primeros de enero de 2010.
El Mercurio, Chile, GDA