El atentado afectó una pared de la Escuela de Enfermería, en la Facultad de Ciencias Médicas. Foto: Mario Faustos / EL COMERCIO
Los vidrios resquebrajados cubrieron el suelo y crujían con cada pisada. Polvo y escombros fueron el efecto de la detonación de un nuevo artefacto explosivo, la noche del jueves, 1 de agosto del 2019, en uno de los corredores de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Guayaquil.
Este viernes 2 de agosto de 2019, el rector Roberto Passailaigue recorrió el área afectada junto a un grupo de técnicos del centro de estudios. El explosivo, que detonó a las 19:00, fue colocado en una de las paredes externas de la biblioteca Dr. Alfredo J. Valenzuela.
Passailaigue calificó al acto como “terrorista” y pidió el apoyo de grupos de inteligencia de la Policía y de las Fuerzas Armadas para identificar a los autores. “La Policía tiene la autorización directa del rector para entrar las veces que quiera. En casos delictivos como estos, en casos terroristas, pueden ingresar en cualquier momento”, aseguró el también director de la Comisión Interventora.
Roberto Passailaigue, rector de la Universidad de Guayaquil y presidente de la Comisión Interventora, observa los daños en la Escuela de Enfermería, este 2 de agosto del 2019. Foto: Mario Faustos / EL COMERCIO
Una mancha de hollín y un agujero de unos 50 centímetros de diámetro marcaron la parte externa de la biblioteca de Medicina. En su interior había libros regados, computadoras y estanterías destrozadas, pupitres y sillas dañadas, incluso el aire acondicionado se averió por efecto de la onda expansiva. Las clases continuaban suspendidas hasta el mediodía de este viernes.
Este es la quinta explosión en lo que va del año. En febrero hubo dos atentados con artefactos tipo camaretas. El 7 mayo un auto fue incinerado por otro explosivo, en los parqueos de la Facultad de Educación Física. Y el 29 de mayo ocurrió a 150 metros del actual atentado, cuando colocaron una bomba debajo del auto de una empleada de la Facultad de Medicina.
“El procedimiento es el mismo, los lugares son los mismos y se supone que los autores son los mismos. Las detonaciones de febrero fueron pequeñas, con artefactos de fabricación casera. Las del mayo y la de ayer parece que fueran del mismo tipo de explosivo, unos más poderosos que otros”, dijo Passailaigue.
La U. de Guayaquil atraviesa un segundo proceso de intervención, luego de una serie de hechos violentos que terminaron con la destitución de autoridades a fines de 2018. El plazo de la actual fase de acompañamiento es de dos años.
Marcela Vélez, vicepresidenta nacional de la Federación de Estudiantes Universitarios del Ecuador (FEUE), pide conocer los resultados de las investigaciones de las anteriores detonaciones y que las autoridades concreten medidas de seguridad. “En la universidad ya no se veían estos actos terroristas desde hace cuatro o cinco años. Queremos respuestas, queremos sentirnos seguros en los predios universitarios”.
En junio pasado, la Comisión Interventora delineó un plan de seguridad que incluía la instalación de nuevas cámaras, controles en los ingresos y la contratación de agencia de seguridad. Sin embargo, el rector asegura que no se ha concretado por la falta de recursos.
“Tenemos unas cámaras que hemos reubicado, pero el plan de seguridad no puede ser implementado porque el Ministerio de Finanzas no nos entrega los recursos (…). Para este año la universidad debía recibir USD 17 800 000 para gastos de inversión, donde se incluiría el plan; y solo hemos recibido USD 150 000. Nos dicen que no hay plata”, afirmó Passailaigue.
La biblioteca atendía a unos 200 estudiantes por día. Agrupa cerca de 3 500 textos especializados, a más de tesis universitarias. “Atendemos hasta las 16:00. Si la explosión ocurría en ese horario hubiera sido una tragedia”, dijo una de las encargadas del área.
La onda expansiva también causó daños en la oficina del decanato, en las aulas de la Escuela de Enfermería y en un bar ubicado en el centro del corredor, donde limpiaron los escombros durante esta mañana.
Personal colabora con la limpieza de los escombros que dejó la explosión en una pared de la Escuela de Enfermería de la Universidad de Guayaquil. Foto: Mario Faustos / EL COMERCIO