Redacción Quito
La vida es una suma de momentos felices y tristes. Y, para Iván Salas, al regalar una rosa, un girasol, una orquídea… se pueden sumar más instantes alegres.
Es por eso que este quiteño disfruta de su trabajo como repartidor de arreglos florales durante la época de San Valentín. Salas es profesor de mecánica automotriz, pero la semana previa al 14 de febrero deja por un momento las aulas y se dedica a su segundo oficio: mimo.
Un chaleco negro, una camisa blanca y unos holgados pantalones grises componen el atuendo que utiliza Salas para su trabajo. Los propietarios de la floristería La Orquídea, en la av. 6 de Diciembre y Capitán Ramón Borja, en el norte, lo contrataron para que entregara buqués de flores en esta época del año.
El viernes pasado, la cara pintada de blanco de Salas y el ramo de rosas rojas que llevaba en sus manos llamaron la atención de los transeúntes que circulaban por la avenida Amazonas y Pereira.
Con paso ágil, el mimo llegó hasta un banco del sector para realizar la entrega. Él buscaba a Regina E., la destinataria de las flores. Los compañeros de la oficina la ubicaron y Salas se acercó presuroso con el ramo. Un poco temblorosa, Regina no pudo contener su emoción al recibir el obsequio. “La emoción que muestran las jóvenes que reciben las flores es la que te motiva”, dijo Salas, quien salió presuroso para volver a la floristería.
Con la misma prisa y entusiasmo, trabaja Mario Rodríguez. Él es taxista pero durante San Valentín también se dedica a repartir ramos de flores. El viernes, su vehículo amarillo, con registro 4331, se llenó de rosas, girasoles, lirios. Tenía que cumplir con cuatro entregas en el norte.
Rodríguez tuvo que lidiar el viernes pasado con el intenso tráfico del mediodía. Fue desde la floristería El Jardín, ubicada en la avenida Amazonas y Azuay, hasta la Whymper. La falta de estacionamientos en el sector también complicó a Rodríguez. Una vez que logró parquear su vehículo, tomó el frondoso arreglo y caminó presuroso en busca de la oficina de Kennya Loor, quien trabaja en el tercer piso de las torres Whymper.
Un poco impaciente, Rodríguez prefirió subir por las escaleras para agilitar la entrega. “Tengo más pedidos y los clientes siempre quieren que sus regalos lleguen puntuales”.
El siguiente paso fue preguntar por la homenajeada y acercarse lentamente hasta su puesto de trabajo. Loor se levantó presurosa de su puesto de trabajo al percatarse del obsequio. “No puede ser… ¿Son para mi?”, repetía Loor, entre carcajadas.
Pero Rodríguez dijo que entregar flores no siempre le ha traído buenos momentos. El taxista recordó que en algunas ocasiones las jóvenes a las que se les envían los ramos no los quieren aceptar. Rodríguez contó que en una ocasión incluso le ofrecieron dinero para que se llevara las flores de regreso a la florería.
Esa misma experiencia la ha vivido Holman Gama. Él es propietario de la florería Bocatá, ubicada en la av. Mariana de Jesús y Amazonas. Pero también prefiere repartir los arreglos florales personalmente y más durante San Valentín.
En algunas ocasiones -dijo Gama-el entregar presentes le ha traído momentos incómodos. “Las jóvenes no quieren recibir las flores, generalmente es cuando sus novios se han portado mal y no las convencen ni con los arreglos mas bonitos”.
Pero Gama, quien dejó su natal Colombia hace 15 años, dijo que cuando entrega flores, por lo general, la reacción es positiva. Eso ocurrió el viernes, en una entrega que efectuó en el Ministerio de Salud.
Rita Mejía se emocionó tanto al recibir su ramo de rosas, lirios, frutas y chocolates que no atinaba qué hacer. Sus compañeras de trabajo la felicitaban y Gama la felicitó y le entregó rápidamente el obsequio. Él debía realizar otras tres entregas. “Cada segundo cuenta. Lo mejor es ver cómo los pequeños detalles pueden arrancar tantas sonrisas”.