¿Qué piensa Vargas Llosa sobre Benedetti, Onetti y Galeano?

Mario Benedetti. Foto: AFP

Mario Benedetti. Foto: AFP

Mario Vargas Llosa. Foto: AFP

Al final, conseguí entrar a la fortaleza de Mario, ubicada en el distrito bohemio de Barranco. Cuando se abrió el ascensor, estaba ahí, parado al lado de una señora pequeña, severa, una de sus asistentas. Juntos parecían actores de una película de misterio; amables, con una sonrisa en el rostro, pero dueños de un plan secreto. 

Ahí, en sus dominios, con una espectacular vista al mar, cumplían el protocolo. Mario sabe cómo protegerse, y aunque sea una persona afable, es intimidante hasta la médula. Y no se deja llevar.

Cuando lo quieres encauzar hacia determinado tema, se las huele y te regresa a su camino, de las narices. La entrevista comenzó en la terraza de su departamento, con una puesta de sol de fin de verano y unos pajaritos cantores como telón de fondo.

Al inicio, Mario parecía estar haciendo su trabajo. O parte de su trabajo. Pero a medida en que se iba adentrando en la conversación, la pasión, inevitable, empezó a brotar de sus palabras cantadas. Sus ojos se achinaban mientras mostraba una franca sonrisa.

¿Qué opinión tiene de Mario Benedetti?

Mira, yo creo que él fue... Creo que él escribió un tipo de cuentos y de poesía que representaban una gran novedad en su época. En una época en que la literatura latinoamericana buscaba ser muy vistosa, elegante, brillante, él hizo una literatura sobre una clase media más bien gris, burocrática, que existía, en cierta medida, en el Uruguay de su juventud y de su primera madurez. Después el país se volvió traumático. Pero cuando él comienza a escribir, encuentra un lenguaje y unas historias capaces de expresar, de una manera bastante persuasiva, ese mundo de burócratas, de gente que está atrapada en una rutina de clase media; y consigue mostrar eso con autenticidad, con simpatía, ¿ah?, con cariño… 'Montevideanos', por ejemplo, es un libro muy bonito, y que parecía imposible de escribir en América Latina; lo que buscaban los latinoamericanos eran historias violentas, épicas, llamativas, personajes de excepción, destinos fuera de lo común, todo lo contrario a lo que muestra Mario Benedetti, ¿no? Y, por otra parte, pues, mira, yo creo que fue un buen escritor… -Frunce el ceño, piensa unos segundos y sigue-: No diría que fue un gran escritor, como lo diría de Onetti, por ejemplo. Pero fue un buen escritor con una obra muy coherente, muy sostenida como ensayista, como poeta, como cuentista… Fuimos muy amigos en un tiempo, nos vimos mucho… Después nos distanciamos políticamente… Emir Rodríguez Monegal, que había sido muy amigo de él y que también se distancia un poco, decía que Benedetti era un cuáquero; en realidad, lo que yo creo es que era producto del colegio alemán en el que estudió… Entonces, tenía cierta rigidez, que creo que más bien era germánica, y entonces, cuando optó por una posición política de extrema izquierda, mantuvo una especie de intransigencia que hacía difícil la relación con quienes no compartíamos sus ideas…

Mario Benedetti. Foto: AFP

Ideas que en un momento usted compartía…

Las compartí en un momento… Creo que cuando nos conocimos él era mucho menos izquierdista que yo. Él había sido muy criticado porque aceptó una invitación de Estados Unidos, del Departamento de Estado, y por su ensayo "El país de la cola de paja", que era considerado social demócrata por los izquierdistas, y en ese tiempo yo era muy izquierdista. Después fueron cambiando las cosas; él se volvió mucho más izquierdista y yo más bien pasé a ser crítico de la izquierda que él representaba. Pero la amistad siempre se mantuvo, hasta el final. Tuvimos una larga polémica y me acuerdo que dejamos de vernos mucho tiempo, y muchos años después nos encontramos en Madrid, y fue un reencuentro muy cariñoso, al terminar la presentación de un libro mío donde él fue. Rememoramos esa polémica con mucho humor. Era muy buena persona Mario... un hombre de buenos sentimientos, un buen amigo… Tengo muy buenos recuerdos del Uruguay, donde lo conocí, y que visité por primera vez en el año 65, cuando América Latina era todavía la barbarie. Entonces, tú llegabas al Uruguay… Me llevé la sorpresa de mi vida porque, en un continente de dictaduras, era una democracia absolutamente ejemplar, había una libertad irrestricta, había una coexistencia… Recuerdo que había un congreso del Partido Comunista y en las calles había unos carteles anunciándolo y nadie se asustaba. -Ríe por un segundo y continúa-. Además me impresionó lo bien escritos que estaban los periódicos, la cantidad de teatro… Me acuerdo que fui al teatro con Carlos Maggi, que era crítico y autor de teatro. Me llevó a uno o a dos teatros… Estaba también el semanario Marcha, donde empecé a escribir poco después, que era un modelo, realmente, de bien escrito, de inteligente, donde había una crítica de libros, política de muy alto nivel. -Su rostro se ha iluminado con una sonrisa. -Y después Uruguay también vivió la barbarie, ¿no es cierto? -engola la voz, alza el tono. -Fueron muchos años, una cosa espantosa. Pero ahora otra vez el Uruguay está dando un ejemplo al resto de América Latina. Tiene un gobierno de izquierda, incluso de orígenes muy radicales, que es un ejemplo democrático; una izquierda que se ha civilizado extraordinariamente; no solo porque respeta la libertad, la legalidad, la crítica, sino porque mantiene una política abierta de economía de mercado, de integración al mundo, que está haciendo prosperar al Uruguay, con reformas que son genuinamente liberales. Por ejemplo, el matrimonio gay, la legalización de la marihuana, en fin cosas que me parecen a mí profundamente liberales. El Uruguay está otra vez a la vanguardia, como diríamos, del liberalismo democrático.

¿Qué recuerda de Onetti?

Ah, creo que es uno de los grandes escritores de nuestra lengua. Uno de los grandes escritores modernos.

¿Fue su amigo?

-Bueno, era difícil ser amigo de él… -Sonríe como si recordara una travesura. -Era tímido, muy retraído, se aislaba inmediatamente detrás de ironías y sarcasmos. Pero cuando llegabas a atravesar ese exterior defensivo, era una persona muy tierna, muy débil, insegura. La vida breve me parece una obra maestra absoluta. Hombre, su mundo era más bien un mundo pesimista, negro… Quizá por eso nunca llegará a ser un escritor popular, pero creo que siempre será leído; es un escritor que creó un mundo propio, muy rico, muy original, con una espléndida prosa, con una gran sutileza constructiva de historias. Creo que es un novelista que siempre tendrá lectores.

Juan Carlos Onetti. Foto: elcronotopotaller.blogspot.com

¿Y Eduardo Galeano? Se dice que siempre vende clisés y estereotipos al Primer Mundo…

Bueno, pues, Galeano, está en las antípodas de las cosas que yo creo, que defiendo… Es un buen escritor. Hombre, es un hombre culto… Eeehhh, pero digamos, las cosas que él defiende, las cosas que él describe de América Latina… A mí me parece que da una versión muy parcial de lo que es América Latina, y yo creo que la historia que estamos viviendo va por un camino muy diferente del que él propone y lee en nuestra historia. Y creo que su país es el mejor ejemplo de eso. Uruguay no es Cuba, no sigue el modelo cubano para nada, ha tomado una distancia enorme, con un sentido pragmático, realista de la situación, que está haciendo que sea un país que progresa rápidamente, como deben progresar los países no solo en el campo económico, sino también en el campo de las instituciones y de la libertad…

Eduardo Galeano. Foto: wikicommons

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