Murales de Apitatán y Entes dominan el espacio central de la plaza gastronómica. Foto: Enrique Pesantes / El Comercio
El Municipio de Guayaquil pasó de ser un perseguidor de las manifestaciones artísticas callejeras a inicios de la década –en 2011 se enfrascó en una lucha del gato y el ratón cubriendo de gris las obras de Daniel Adum–, a mostrar el arte callejero en Guayarte, una plaza gastronómica y vitrina de artistas urbanos nacionales.
La plaza, construida con 68 contenedores marítimos, a lado y lado del Estero, en los extremos del puente Zig-Zag, constituye, según el alcalde Jaime Nebot, una forma de introducir en Guayaquil un distrito de arte urbano más moderno que en ciudades como Miami.
Son más de 40 artistas e ilustradores quienes contribuyeron con sus obras a poblar fachadas, muros y pilares del centro gastronómico. Las obras centrales son dos mulares del artista quiteño Apitatán (Sebastián Aguirre) y del peruano Entes (Joan Jiménez) sobre la superficie corrugada de contenedores dispuestos de forma vertical. Un joven de impronta urbana y aire informal de Apitatán aparece a un lado de una mujer de tez canela, de Entes.
Él ofrece una flor y está rodeado de aves; ella tiene en su maceta a la propia ciudad, con una iguana y vegetación en un flanco. “Estamos poniendo en diálogo a una chica y un chico, él ofrenda una orquídea y ella, una nueva idea de ciudad. Es una conversación entre los personajes y entre el estilo de mi obra y la de Apitatán”, indicó Entes, quien trabajó con aerosol su primera obra en Guayaquil. “Es también un tributo al mestizaje, pues siento que a veces la publicidad todo lo emblanquece”, dijo.
La guayaquileña Carla Bresciani trabajó en las caras externas de la caja un ascensor una pieza de la serie ‘mangrove’, obra de conservación con garzas blancas entre manglares y sus característicos personajes rojos andróginos, “representaciones energéticas de personas en diversas facetas”.
Con un estilo pop surrealista, Iván Casanova introdujo a un roquero, un ejecutivo y dos universitarias en un gran encebollado. “A todos nos une la gastronomía, sin importar las clases sociales”, dijo el artista, quien intervino un muro de 31 metros de largo por 1,71 de alto. “El Municipio había tenido problemas con el arte urbano, casi era una cacería de brujas. Guayaquil se estaba quedando atrás, por ello celebramos esta iniciativa”, dice.
María Fernanda López fue una de las curadoras de la primera fase de Guayarte, en la que artistas nacionales e internacionales intervinieron muros y fachadas de edificios. La catedrática de la Universidad de las Artes dice que el arte urbano está ligado a la calle. “Se está generando una idea errónea. Guayarte estaba destinado a hablar de políticas públicas, no a decorar plazas de comida”, criticó la investigadora y echó en falta un ejercicio curatorial.
“Guayarte tiene una estética urbana, un efecto decorativo y una ilusión de integración de la cultura, pero no es arte urbano en lo absoluto”.
López defendió a los artistas, algunos con un trabajo “validado” a escala internacional. “El Municipio necesitaba validarse a sí mismo, no los artistas. El Municipio necesitaba decir: integro diversidades y me interesa la cultura urbana”, dijo.
El concejal Josué Sánchez, impulsor de Guayarte, dijo que en los próximos meses la fase callejera del proyecto continuará con más intervenciones y con la renovación de muros intervenidos en noviembre de 2017. En la plaza se prevé renovar las obras cada año.