La Orquesta Ecuador Sinfónico es toda una ‘familia’

La OES acoge a jóvenes de distintas edades para que formen parte de esta agrupación, sus prácticas se realizan el Colegio Central Técnico de Quito.

Cada martes y jueves, el Colegio Central Técnico se convierte en un escenario lleno de artistas con instrumentos, listos para crear arte. La pasión por la música unió a 30 jóvenes entre ecuatorianos y extranjeros que al caer la noche se encuentran afinando sus instrumentos para iniciar la tocada en un pequeño salón de clase.
Las notas musicales envuelven las cuatro paredes del salón en el que el grupo ensaya. La música se apodera del pequeño espacio y las ondas de sonido vibraban en los ventanales que dejan entrar aire al salón. Entre una mezcla de resonancias, los jóvenes músicos cuyas edades oscilan entre los 17 y 23 años, practican en bancas de salón.
En la pizarra del aula aún está escrita la materia impartida en la última clase del colegio capitalino, pero el espacio se transforma. Las bancas se ordenan en forma de círculo y en el centro queda un espacio vacío, allí se ubica ‘el maestro’, Ricardo Monteros, quien conduce la Orquesta Ecuador Sinfónico (OES).
Monteros cuenta que la OES, se creó en enero del 2017 y desde allí, se ha convertido en una agrupación que, aunque es pequeña, practica sin cansancio para tener un reconocimiento en Ecuador. Uno de los integrantes de la orquesta es Josué Ibarra un joven de 19 años que lleva más de 10 tocando el violín. Esto a pesar de que no siempre tuvo afición con su instrumento.
Ibarra cuenta que, “cuando era pequeño, el violín no era lo mío, intenté tocar otros instrumentos como la gaita y la guitarra”, pero el destino lo llevó a tener un violín en sus manos. Ahora es estudiante universitario y ayudante de concertino en la orquesta.
El ver amigos y profesores le ayudó a contagiarse de la pasión que ahora tiene por la música. Con las manos en el aire para poder expresar su emoción, dice que una de sus mayores satisfacciones es “que te salga bien un pasaje, que el instrumento suene mejor cada día y sin duda ser parte de algo tan grande como un concierto”.
Para Ibarra, la Orquesta no es solo una agrupación o una distracción, “es una familia” y cuando un integrante nuevo llega al agrupo es ‘el maestro’ Ricardo Monteros quien busca que se sientan como en casa.
Los músicos que integran la OES se conocen de hace muchos años y comparten gustos similares. Esto, según Ibarra, hace que sea un lugar amigable para perfeccionar músicos, “ser una familia es lo que nos distingue de otras agrupaciones”.
La música de Beethoven interpretada hábilmente por estos jóvenes continúa sonando en el salón. Los errores están permitidos, pues sucede que los integrantes se equivocan, olvidan su entrada o un pedazo de la partitura, “siempre hay que seguir”, asegura Ibarra.
La constancia no solo se refleja en los ensayos, sino en la vida de los integrantes de esta agrupación. Un ejemplo de esto es Mariana Rivas, una joven venezolana de 22 años quien cumple el rol de concertino en la orquesta.
Rivas no solo se dedica a la OES; trabaja como profesora de música interpretada en melódicas y enseña violín en una academia privada. Desde el 2017 se instaló en Ecuador gracias a su hermana. “Un día solo me dijo ven (a Ecuador) que ya te compré pasaje”.
Desde su llegada al país, su jornada se inicia a las 05:30 cuando toma por primera vez en el día su instrumento. Reside en el Sur de Quito y a diario se traslada a la escuela donde trabaja, por la tarde a la academia y por la noche a los ensayos de la OES.
Para ella, el cansancio no existe, y es que hacer algo que le gusta, le motiva a despertarse cada mañana, su pasión y principal motor son la música. La joven se siente feliz y agradecida con lo que tiene en Ecuador, sin embargo, lleva siempre a Venezuela con ella
Tanto así que en una ocasión, uno de sus compañeros de la orquesta en la que estaba cuando vivía a Venezuela le contó que viajaría a Perú. Como muchos venezolanos que salen de su país, en su tránsito pasó por Ecuador. Había pasado más de un año desde la última vez que Rivas vio a su amigo, por ello “le invité a mi casa y sin dudarlo me dijeron que les gustaba Ecuador”. Ahora, este joven también es parte de la OES lo que alegra a Rivas, quien se muestra entusiasmada al tener a sus amigos con ella.
En el transcurso de regreso de los ensayos hacia su casa, Rivas reflexiona sobre sus vivencias en el país en el que nació y el que la ha acogido. Los cambios han sido grandes, sin embargo, cuenta que le agrada vivir en el Ecuador “es bonito”, concluye.
Ella, al igual que otros jóvenes ecuatorianos, de provincia o de nacionalidad venezolana, forman parte de la OES, un lugar en el que el ‘maestro’ ejerce un rol más de amigo que de líder. Con el esfuerzo de todos y la lucha por la pasión que los mueve intentan sacar adelante el proyecto.
Han pasado dos horas desde que el ensayo se inició. Los jóvenes recogen sus pertenencias y cuidadosamente guardan sus instrumentos. Se despiden afectuosamente, son el último grupo que ocupa un aula del plantel, y tras su salida este queda oscuro y silencioso.