El Grupo Malayerba estrena una nueva obra después de 7 años. El director es Arístides Vargas. Foto: Vicente Costales / EL COMERCIO
La nueva obra del Grupo Malayerba está poblada de conversaciones que los actores y actrices construyeron a partir de vivencias y preocupaciones personales. El detonante de estas reflexiones fue la lectura de ‘El bodegón de las cebollas’, uno de los capítulos de la novela ‘El tambor de hojalata’, del escritor alemán Günter Grass.
En este texto, el Premio Nobel de Literatura de 1999, narra la dinámica de ‘El bodegón de las cebollas’, a saber: Todas las noches el dueño, de esta especie de restaurante, reparte a los asistentes tablas, cuchillos y cebollas. Allí, el objetivo es que la gente que no puede llorar rompa en llanto mientras corta la cebolla.
En ‘El Corazón de la cebolla’, la obra que se estrena hoy, para invitados y desde mañana para el público en general, los personajes son seres imposibilitados, no solo de llorar, sino también de disentir; de contar a los otros, sin empacho, las cosas que piensan y sienten.
Arístides Vargas, encargado de la dirección y la puesta en escena, sostiene que esta obra es una muestra del cambio en el lenguaje escénico del grupo.
Hasta ‘La república análoga’, que se estrenó en el 2010, las obras de Malayerba se caracterizaban por narrar historias salpicadas de fuertes dosis de realismo social. “Hubo una época en el teatro donde había que hablar de las grandes verdades -dice Vargas-. La nueva obra es una mirada del grupo sobre la vida contemporánea, desde aspectos más personales e íntimos”.
En ‘El Corazón de la cebolla’ hay tres momentos. Tres espacios donde se habla del mundo de la pareja y la imposibilidad de los compromisos afectivos; el mundo familiar, donde confluyen el ámbito privado y el público; y el mundo de las relaciones sociales representado por un grupo de amigos que ha alcanzado un cierto estado de bienestar económico.
La obra del Malayerba aparece en un contexto local en el que, durante años, la autocensura se ha convertido en algo ‘natural’ dentro de la vida pública y privada. La imposibilidad de decir lo que se piensa está presente no solo en las relaciones entre amigos sino también entre padres e hijos, o en el entorno de una pareja.
Vargas sostiene que una de las hipótesis que se plantearon durante el montaje de la obra es que las conversaciones más cotidianas de los ecuatorianos, de alguna forma, siempre se manifiestan a través de la historia del país. Por eso en varios momentos se incluyen imágenes icónicas, como las peleas en el Congreso Nacional, los desalojos en las invasiones del Guasmo, o la publicidad de Fruit donde aparece el personaje de Albertiño do Santos.
Otro de los ingredientes de este bodegón escénico es el humor negro que destilan los personajes interpretados por Gerson Guerra, Cristina Marchán, Manuela Romoleroux, Joselino Suntaxi, Tamiana Naranjo y Javier Arcentales.
La vida de los personajes de esta obra se la podría relacionar con los cuadros del pintor estadounidense Edward Hopper, donde todo está revestido de una armonía impecable pero en la que el espectador puede ver un gran vacío.
La obra estará en cartelera hasta el próximo 14 de mayo. De jueves a sábado, a las 20:00 y el domingo, a las 18:30. Para la función del próximo jueves habrá entrada dos por uno. El costo de la entrada general es de USD 10 y USD 8 para estudiantes.