Melville, 200 años de un explorador de la modernidad

Faulkner dijo que ‘Moby Dick’ era el libro que le habría gustado escribir; su versión más cercana fue ‘¡Absalón! ¡Absalón!’, cuyo protagonista Thomas Sutpen puede considerarse una reescritura de Ahab”.Harold BloomCrítico Literario

Faulkner dijo que ‘Moby Dick’ era el libro que le habría gustado escribir; su versión más cercana fue ‘¡Absalón! ¡Absalón!’, cuyo protagonista Thomas Sutpen puede considerarse una reescritura de Ahab”.Harold BloomCrítico Literario

Faulkner dijo que ‘Moby Dick’ era el libro que le habría gustado escribir; su versión más cercana fue ‘¡Absalón! ¡Absalón!’, cuyo protagonista Thomas Sutpen puede considerarse una reescritura de Ahab”, Harold BloomCrítico Literario.

El 1 de agosto se conmemoran 200 años del nacimiento del escritor estadounidense Herman Melville, autor de ‘Moby Dick’. 

Herman Melville (Nueva York, 1819) es recordado por ser el autor de ‘Moby Dick’, uno de los libros más populares de la literatura universal; por sus aventuras como marinero y también porque el prestigioso crítico literario Harold Bloom nunca perdió una oportunidad para decir que es uno de los ancestros de la literatura estadounidense moderna.

Lo que muchos no saben es que Melville fue el autor de ‘Las Encantadas’, un libro inspirado en las islas Galápagos, donde vivió en 1841; que en ‘Moby Dick’ ‘incluyó la imagen de un doblón acuñado en la Casa de la Moneda de Quito durante el siglo XIX; y que, según un ensayo de Jaime Marchán, habría coincidido en Piura nada menos que con la quiteña Manuela Sáenz.

Apocos días de la celebración de los 200 años de su natalicio -el próximo 1 de agosto-, y lejos de cualquier chauvinismo, estas conexiones que hay entre su literatura y el país pueden servir de faro para regar luz sobre los intereses y motivos literarios que lo persiguieron durante su corta pero fructífera vida como escritor.

Entre 1846 y 1857 Melville publicó 13 libros, entre ellos ‘Taipi’, ‘Omoo’, ‘Pedro o las ambigüedades’, ‘Bartleby, el escribiente’ y ‘Benito Cereno’. Su único libro póstumo lleva por nombre ‘Billy Budd’ y fue publicado en 1924. Huelga decir que el autor no se dedicó solo a la escritura. Entre los diversos oficios que tuvo a lo largo de su vida está el de profesor de escuela, ballenero, vendedor e inspector de aduanas.

Todos los libros de Melville, cada uno con sus historias particulares, tienen como impronta la inclusión de los mundos que vivió a través de sus viajes a lo largo del Pacífico. La gente que conoció y los paisajes que observó y que luego ficciona son el contexto en el que aparece la mayoría de sus historias. En ‘Sobre Herman Melville y el Ecuador: Travesía y ficción’ Marchán, un estudioso de la obra de este autor, se arriesga a decir, incluso, que el Ecuador marítimo es el escenario principal de ‘Moby Dick’.

Hay que recordar que este libro cuenta la travesía del Pequod, un barco ballenero comandado por el capitán Ahab, quien junto a Ismael y Quiqueg se lanza a la obsesiva y autodestructiva persecución de una gran ballena blanca.
También están los paisajes que describe en los 10 relatos que componen ‘Las Encantadas’. Paisajes que no son simplemente un elemento decorativo de la narración sino que, como señala María Dolores Vasco en ‘Las Galápagos en la literatura’, “sugieren la búsqueda romántica de un espacio determinado para contemplar, no solo la atractiva y terrorífica naturaleza, sino también, la propia condición humana”.

Ahab, un personaje que Bloom define como el precursor de todos los exploradores estadounidenses, es el que un buen día abandona su camarote y convoca a su tripulación en cubierta para anunciar a los marineros que dará como recompensa una reluciente moneda de oro al primer marinero que aviste a la ballena blanca que están buscando.

Aquel doblón, cuyo diseño seguramente pasó desapercibido para muchos lectores en una primera lectura, es una moneda de ocho escudos, que se acuñó entre 1838 y 1843, en la Casa de la Moneda de Quito. El doblón en esta novela, como lo cuenta su narrador, no solo pasa a ser un bien preciado sino un símbolo de lo inalcanzable.

“Ese doblón era del oro más puro y virginal, extraído del corazón de alguna maravillosa colina donde, a oriente y occidente, corren sobre arenas de oro las aguas surgentes. Y aunque ahora estaba clavado entre la herrumbre de los tornillos y el verdín de los pernos de cobre, aún conservaba su brillo de Quito, intangible, inmaculado. Los marineros, cada uno lo veneraba como el talismán de la Ballena Blanca”.

Bloom sostiene que ‘Moby Dick’ es el paradigma ficcional de lo sublime estadounidense. De esas ganas por alcanzar un gran logro no importa si en la más alta cumbre o en el más profundo abismo. “Pese a la considerable deuda que tiene con Shakespeare, es una obra inusualmente original, nuestra mezcla nacional del Libro de Jonas y el Libro de Job”, sentenció en uno de los capítulos de ‘Cómo leer y por qué’.

Es curiosa la referencia que Bloom hace a los libros bíblicos, sobre todo, la relación entre el Leviatán de Job y la Ballena Blanca de Melville, porque este autor era un confeso agnóstico. Sin embargo, más allá del nombre que se le dé, con su doblón de oro en mano, Ahab pone un precio a lo que en muchas religiones las personas llaman Dios. En un mundo literario donde el romanticismo seguía vigente, él abre la puerta a reflexiones de cortes más existenciales.

Esas búsquedas etéreas que emprende Melville encuentran un contrapeso en su vida como explorador y ballenero, una actividad que le permite conocer varios países de América Latina, entre ellos Chile, Ecuador y Perú, donde -como se menciona en el estudio ‘América Latina en su literatura’, de la editorial Siglo Veintiuno- estuvo en Lima, Callao y Paita, donde Marchán cree que pudo haber coincidido con Manuela Sáenz.

“Existen registros de que Melville pasó por Paita en 1845. No es extraño entonces que, al encontrarse allí, el escritor se hubiera enterado de la existencia de Manuela Sáenz, compañera sentimental y consejera de Bolívar, y que, al igual que Giuseppe Garibaldi en 1851, se hubiera entrevistado con ella”.

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