La kichwa Josefina Lema (centro) también ha compartido experiencias con yachaks de Colombia, Perú y Bolivia. Foto: Francisco Espinoza para EL COMERCIO
‘Cuando un cuy, que tomo en mis manos, hace una especie de ronquido quiere decir que el paciente que está al frente tiene un problema grave de salud”, asegura Josefina Lema.
La curandera kichwa, de 52 años de edad, utiliza al pequeño animal andino para realizar los diagnósticos y las curaciones de las personas.Toma la cabeza del cobayo, con los dedos pulgar e índice, y lo frota por el cuerpo del paciente.
Este es uno de los 30 relatos de parteras y maestros de medicina ancestral de varias provincias del país, que se describen en el libro ‘Historias de vida de hombres y mujeres de sabiduría de la medicina ancestral’.
Mama Josefina, como le conocen sus pacientes, heredó el don de la sanación de su abuela María Izama. Sin embargo, se lamenta no haber participado en las curaciones que realizaba utilizando hierbas, velas, piedras y cuyes.
Tuvo la oportunidad de capacitarse en la Escuela de Formación Dolores Cacuango de la Confederación de Pueblos de la Nacionalidad Kichwa del Ecuador (Ecuarunari), en Quito, en medicina tradicional. Aprobó la especialidad de Identidad, cultura y salud.
Lema comenzó a ayudar a la gente cuando cumplió 35 años. Pero el de antes no fue un tiempo desperdiciado. Durante varios años recorrió comunidades indígenas de Azuay, Chimborazo, Cotopaxi e Imbabura perfeccionándose.
Ahí intercambió conocimientos con ‘taitas’ y ‘mamas’ de varios saberes como parteras, fregadores, yachaks, hierbateros y limpiadores.
La experiencia le ha enseñado que cuando un cuy emite sonidos muy altos el paciente está enfermo. Cuando se cae el pelo del animal, hay un mal avanzado. Y, cuando el cobayo se orina, el tratamiento curativo será largo y difícil.
En base a la confianza en las señales que dé el roedor, la mujer, que viste anaco, blusa bordada y alpargatas, no emplea velas o huevos, como lo hacen los curanderos de Ilumán.
El libro de 200 páginas fue editado por el Ministerio de Salud Pública. El 12 de mayo último, en Otavalo, se realizó la presentación del texto que recoge varias experiencias de maestros en medicina y espiritualidad ancestral de los pueblos kichwas, shuar, afroecuatorianos y montuvios.
Una simbiosis armónica de la medicina occidental y ancestral es necesaria, explica Consuelo Quimbo, directora distrital de Salud de Otavalo y Antonio Ante (Imbabura). “Si funcionan independientemente no van a cumplir su rol”.
Josefina Lema se convirtió en promotora de salud de su comunidad Mojandita de Avelino Dávila, en Otavalo. Por ese entonces, su abuela y, más tarde, su tía María Juana Lima, curaban males como el espanto, el mal de ojo o el de viento.“El título simbólico es ser reconocidos por la comunidad”, explica Quimbo.
La investigación busca ser un aporte al conocimiento científico del mundo andino, comenta Patricio Lema, presidente del Cabildo Kichwa de Otavalo. Este líder destaca, por ejemplo, la sabiduría de los yachaks en torno a las propiedades curativas de las plantas.
Mama Josefina asegura que conserva intacta en su memoria el uso medicinal de 1 000 plantas. La mayoría crecen en quebradas y laderas vecinas.
Las historias de parteras y maestros de medicina y espiritualidad ancestral forman parte de un libro que el Ministerio de Salud presentó en Otavalo (Imbabura)
Explicación
El texto se usará en distritos y coordinaciones de salud como herramienta de trabajo.
Kichwas Otavalo
Hay historias de Rafael Carrascal, yachak de Ilumán, y Shayri Quimbo, de Peguche.
Reconocimiento
En Otavalo, el Ministerio de Salud ha reconocido la labor de 64 parteras y 48 yachaks