Feria del Libro Autogestivo, en La Floresta. Foto: Vicente Costales/ EL COMERCIO
De pronto, a las 11:00, la tranquila y apacible esquina ubicada entre las calles Lugo y Vizcaya, en la parte más anónima del popular barrio quiteño de La Floresta, se encendió como si fuera un carnaval.
Los culpables –o héroes- de esa explosión fueron varios amantes de la literatura, el arte y la cultura –la gran mayoría jóvenes- pertenecientes a un colectivo cultural, quienes dieron pie a la Primera Feria del Libro Autogestivo que se desarrolla en el país.
Esta especie de exhibición de la literatura independiente es moneda corriente en casi todos los países de América Latina, incluida Surinam, y tiene como objetivo mostrar a los ciudadanos los diferentes ángulos que propone la cultura que no es auspiciada, promocionada o vendida por los órganos oficiales encargados a realizar esas tareas, explica German Baquela.
Este poeta-cuentista-futbolista porteño (ciento por ciento bonaerense) es uno de los participantes del evento. Alto y flaco como un tejo, con la cabellera al más depurado estilo del futbolista rioplatense, este joven de 29 años se declara abiertamente fan de la ‘patafísica’ y de Huracán, el equipo del ‘Globito’, desde que garrapateaba sus primeros versos en un colegio de su ciudad.
La patafísica, dice con la suficiencia de un Borges, es una amalgama de poesía, cuento, razón social y absurdo. Y culmina afirmando que por ahora es editor de poesía porque decidió no publicar ni una de las más de 500 que posee hasta que no cumpla los 30.
Lo cierto es que en el espacio de tan solo una cuadra se acomodan 20 ‘showrooms’ de los más de 15 grupos que se arriesgaron a mostrar sus trabajos. Están Ediciones desde abajo, Mecánica Giratoria, Flor del guanto, La ruta natural, Matapalo, 13 Ediciones, Azno Cómic, Las Brujas del Infiernos (Fancines), Murcielagario cartonera, El Monociclo, Colectivo Afroarte de Esmeraldas, la Mona Flora y Amañina, Corporación humor y vida (teatro), María Eugenia Mejía (ilustradora) y Corporación Cultural Manríquez, de Ecuador.
También participan Vil Ediciones, Para las Almas Sensibles (cuadernos), Alto viaje y Corredor Sur, de Argentina.
Un pequeño letrero, escrito al apuro, define uno de los alcances de la muestra: Aquí no vendemos libros de Paulo Coelho reza el garabateado afiche. Es que pensamos que nuestra poesía es más trascendente, tiene más condumio y es más auténtica, explica Agustín Guambo, uno de los miembros de Murcelagario cartonero, propietario del cartel. Aunque tiene la apostura de un facho, este jovencísimo escritor ya ganó un Hispanoamericano de Poesía en México.
El menú literario es interesante, pues ofrece desde textos filosóficos de Martin Heidegger y políticos (Desde América Latina: perfiles urbanos y territorios en resistencia) hasta los cuadernos de género de Flor del Guanto y los últimos trabajos de Ernesto Carrión, una de las voces más prometedoras de la poesía actual ecuatoriana. También se ofertan libretas anti Alzheimer, para las personas que se olvidan de algunas cosas.
La gente -al principio fría e indiferente como el clima- fue conectándose poco a poco con las propuestas y acabó comprando algún libro, una serigrafía, un recuerdo o, cuando menos, un pancake o una de las viandas que se cocinaban en el interior de la Casa del Árbol, convertida en reducto de cocina internacional, pues por el micrófono abierto se promocionaban bandejas mexicanas, ecuatorianas, argentinas…
Juan Carlos Cabezas, un periodista que husmeaba -como un felino recién expulsado de la camada- entre las mesas convertidas en estanterías acompañado de su esposa embarazada (Angélica Mendoza) y su hijo Julián David, acabó llevándose para su casa un clásico difícil de encontrar (La Nariz, de Nicolás Gogol) y algunas otras novedades.
Iván Egüez, el fantasioso creador de la célebre Linares, también caminaba con parsimonia descubriendo tesoros ocultos y valorando la feria para incluirla como novedad en una de las páginas de la próxima edición de su revista cultural Rocinante.
Pequeño, algo robusto pero impecable en el vestido y el peinado, Iván invitaba a la gente a asistir pues siempre es bueno que existan otras ventanas culturales que ofrezcan diferentes alternativas, no por diferentes menos válidas.
Hasta las 18:00, hora programada para el cierre, se presentaron diversos espectáculos culturales aleatorios como teatro y declamación.
Y la gente está contenta. Como afirmó Cyntia Ayarza, vecina del lugar por décadas: es reconfortante que la gente del barrio esté activada, Mientras haya más vida en las calles estas estarán más seguras.