La familia Corleone, cuando conoce que Michael se enlistó en la Marina de EE.UU. Fotograma
Dicen los entendidos en cine que ‘El Padrino’ es una obra maestra. Y debe ser difícil encontrar una persona que no se dejara fascinar por esta película. Quizá tenga más unanimidad que, por ejemplo, ‘Star Wars’. A contramano de los fanáticos, hay personas que se regodean de no haber visto una sola cinta de la saga de George Lucas. En cambio, Fancis Ford Coppola goza de una coincidencia: son tan bien logradas que se las puede ver una y otra vez. Y ha dejado marcos referenciales con algunas frases como -y sobre todo- “le haré una oferta que no podrá rehusar”, “mantén a tus amigos cerca, pero a tus enemigos aún más cerca” o el inolvidable “deja el arma, saca los canoli”, que Clemenza le dice a Rocco luego de asesinar a Paulie Gatto, el hombre que entregó a Don Vito Corleone a los rivales en el inicio de la Guerra entre las cinco familias de la mafia siciliana en Nueva York.
‘El Padrino’ tiene otra gran coincidencia. Es también casi universal la aprobación de que la segunda es mejor que la primera. Contradice aquello de que ninguna segunda parte es buena. Y también se dice que la tercera no es “tan buena” -pocos dicen que es mala; lo es comparada con las anteriores, pero no es una mala película-. Sin embargo, la historia se completa para entender lo que es el tema de la saga: la relación padre-hijo. La muerte en soledad de Michael Corleone, quien siempre vivió a la sombra de Don Vito, su padre, erguido como el ícono de la sabiduría, la prudencia, la capacidad de negociación y de estrategia y a quien no le importaban las amenazas sino los beneficios que podía obtener.
El triunfo de Michael y que permite que todos los ‘caporegime’ lo respetaran como un Don, cuando asesina a Tattaglia, Barzini, Cuneo y Stracci, permitiendo a los Corleone recuperar el poder es, en realidad, obra de su padre. A diferencia de Mike, la muerte de Vito fue rodeado de los suyos.
No dicen lo mismo los entendidos en literatura sobre la novela en que se basó la película. El 10 de marzo de 1969 se cumplieron 50 años de su publicación, pero no ha causado el mismo efecto entre críticos y académicos. Al menos, no está entre las piezas inevitables de leer de la literatura de la segunda mitad del siglo XX. Seguramente porque es ‘apenas un best-seller’. No tiene una voluntad de innovar. No deja un legado en la narrativa ni rompe con la tradición. No hay un ahondamiento psicológico de los personajes ni complejidad de voces narrativas. Y tampoco es una novela pretencionsamente fallida.
El ejemplar de la primera edición dedicado al editor cuesta USD 200 000.
Para que quede claro: su autor, Mario Puzo, lo sabía. Lo escribió así por una simple razón: el dinero. Estaba ahogado en deudas por su ludopatía. La adicción a las apuestas era, por cierto, lo más cercano a lo que había llegado a estar de la mafia. Lo escribió sin un aparente conocimiento mayor. Pero en 1962, siete años antes de la edición de su novela, Joe Valachi, de la familia Genovese, violó la Omertá -la ley del silencio- y confesó cómo era el modus operandi y la estructura de la Cosa Nostra ante un Comité Especial del Senado de Estados Unidos.
“Estoy avergonzado de admitar que escribí ‘El padrino’ a partir de la pura investigación. Nunca conocí a un verdadero gángster. Conocía el mundo de las apuestas, pero eso es todo”, dijo Puzo en una entrevista.
Si bien Puzo escribió el libro por dinero, también se sorprendió que el éxito fuera mayor. Eso lo llevó a decir que si hubiera sabido eso, habría puesto más empeño en su escritura. Nacido en Nueva York con raíces napolitanas -no sicilianas, como los Corleone- en el intenso barrio de Hell’s Kitchen, en Manhattan, ya había adquirido un cierto prestigio con ‘The Dark Arena’ (La arena sucia) y ‘La Mamma’.
Pero el ‘boom’ de El Padrino le llevó a seguir trabajando estos temas. La siguieron novelas como ‘El último don’, ‘El siciliano’, entre otros, aunque también la obra ‘Los tontos mueren’ (1978), que trata sobre la vida de un aspirante a escritor y que está involucrado en el mundo de las apuestas.
El problema de la novela ‘El Padrino’ es que nos lleva a una complejidad lectora. ¿Cómo leer la novela sin remitirse a la película? ¿Cómo no pensar en Marlon Brando como Vito Corleone (y de joven protagonizado por Robert de Niro) o en Al Pacino como Michael Corleone? ¿Cómo no pensar en Diane Keaton cuando actúa como Kay Adams, quien hizo todos los esfuerzos de una blanca americana de familia tradicional de la Nueva Inglaterra para volverse una esposa siciliana? ¿O cómo vivir ‘El Rayo’ que una mujer como Apollonia puede provocar al solo verla en la piel de Simonetta Stefanelli? Y así se pudiera seguir con los demás personajes.
¿Se puede decir ese lugar común que la novela siempre es mejor que la película con ‘El Padrino’? Aunque el buen pensar siempre permite decir que son dos artes distintas, parece que muchos se permiten creer que el filme la supera. Pero sería también bastante injusto.
Es casi imposible que la novela se caiga de las manos: es amena, ligera y no hay cómo dejarla hasta terminarla. Y se pueden conocer otras cosas que la película debió omitir o modificar, como la historia de Luca Brasi, quien en la película solo queda como el temible bandido que cumple las órdenes de los Corleone. En el libro, hasta Don Vito le teme por su ferocidad, pero que sabe que es de los más leales: “gente que anda por el mundo gritando ‘¡Mátenme!’ Y siempre encuentran a alguien dispuesto a complacerlos. Todos los días leemos de ellos en los periódicos. Esas personas, naturalmente, se dañan a sí mismas, pero perjudican también a los demás. Luca Brasi era un hombre de estos, pero tan extraordinario, que durante mucho tiempo nadie pudo matarlo. La mayoría de estos tipos deben tenernos sin cuidado, pero un Brasi es un arma poderosa que conviene utilizar(…) Todo consiste en procurar convertirse en la única persona del mundo a la que no estaría dispuesta a matar. Conseguido esto, el Luca Brasi de turno es tuyo”, le dice Vito a Michael, quien tuvo en el expolicía Albert Neri a su propio Brasi.
La historia de Tom Hagen, el primer ‘consiglieri’ no siciliano o la vida de Johnny Fontane, de quien se cree que está inspirado en Frank Sinatra, o el asesinato de Fabrizzio, el guardaespaldas que puso la bomba que mató a Apollonia, o el débil Fredo Corleone. La novela, en cambio, no tiene el elemento religioso en los crímenes. Sin embargo, son tantos los elementos de este libro que, estando en las manos de uno, su lectura se vuelve imposible de rehusar.