El sacerdote jesuita Julián Bravo estuvo a cargo de la Biblioteca desde el 20 de febrero de 1965. Foto: EL COMERCIO
El 21 de enero de 1961 falleció el padre Aurelio Espinosa Pólit, consternando al país por la pérdida de un humanista, maestro, escritor, crítico literario, fundador y rector vitalicio de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, creador de la Biblioteca Ecuatoriana que, tiempo más tarde, por disposición del Congreso Nacional, llevaría su nombre.
Luego de la muerte del padre Aurelio, la Biblioteca cerró sus puertas y atravesó una crítica situación porque no había quién continuara tan exigente tarea cultural. Pero el ilustre jesuita había escrito en su diario en 1955: “También está destinado para dentro de un año el P. Julián Bravo. S.J. Bendito sea Dios. La obra de la Biblioteca ya tiene con quién vivir”
(Testimonios. Julián Bravo, Quito, Graf. Cobos, 2000, p.26)
Julián Bravo Santillán, riobambeño, se ordenó como sacerdote jesuita en Granada-España, el 15 de julio de 1953. Retornó al país en 1955 luego de haber realizado estudios en varios centros jesuíticos de Italia y Francia. Para entonces, el padre Espinosa Pólit había hecho gestiones para que el P. Bravo ayudara en la obra de la biblioteca; sin embargo, los superiores lo destinaron al colegio San Felipe Neri, de Riobamba. Cuando Espinosa lo despidió, le advirtió: “Tenga en cuenta, Padre, que más tarde o temprano usted vendrá a Cotocollao, porque la Biblioteca Ecuatoriana lo necesita”.
El 20 de febrero de 1965 se cumplió la profecía del padre Aurelio. El 2 de febrero de 1965 se hizo cargo. “Un patrimonio que no es solamente memoria histórica de su rico ancestro arqueológico, ni de sus admirables monumentos coloniales con sus extraordinarias obras de arte, sino que es también su geografía y medio ambiente, su historia, su literatura, el pensamiento e idiosincrasia de nuestro pueblo plasmados y configurados al ritmo del mestizaje de raza y de cultura, todo lo cual constituye la identidad misma de la nacionalidad ecuatoriana”, diría al momento de su posesión.
Con la desaparición, en 1965, del Colegio Noviciado de San Ignacio de Cotocollao, los superiores de la Compañía de Jesús decidieron que el edificio que antes ocupaba este centro de formación, pasara a ser ocupado exclusivamente por la Biblioteca Ecuatoriana Aurelio Espinosa Pólit (BAEP), ya que la cantidad de libros, documentos, obras de arte y testimonios de la cultura nacional que el padre Aurelio había logrado conseguir, se hallaban ocupando espacios muy reducidos. Julián Bravo insistió para que la Compañía apoyara decididamente la ampliación de las áreas a fin de conservar tan rico legado patrimonial.
Uno de los valiosos trabajos que inició el padre Aurelio fue la colección de ‘Clásicos Ecuatorianos’. Esta, que es una de las ediciones más valiosas dentro del campo cultural nacional y que hoy se ha convertido en rareza bibliográfica, fue continuada por el padre Julián, ampliando su gestión con la edición de la impresión de las obras completas de Remigio Crespo Toral, por la editorial Cajica, de México.
Obra suya es la traducción del italiano antiguo de las obras de Mario Cicala, ‘Descripción histórico-topográfica de la Provincia de Quito de la Compañía de Jesús’, escritas en Viterbo-Italia, luego de la expulsión de los jesuitas en 1767. Más tarde, la ‘Descripción de la Provincia y Misiones de Mainas en el Reino de Quito’, localizadas en la Biblioteca Nacional de París en 1998 por Jaime Erazo, traducidas del francés y publicadas en ese mismo año. Esta es una de las más valiosas obras que existen en la actual Biblioteca Ecuatoriana Aurelio Espinosa Pólit, toda vez que es la síntesis de todo el trabajo que desarrollaron los jesuitas en la región oriental, al tiempo que la base para conocer los derechos territorial del Ecuador sobre la región amazónica, tema que, si bien no es de importancia en nuestros días, constituye una valiosa fuente de consulta para estudiosos del período colonial ecuatoriano.
Otro de sus logros fue organizar la colección de mapas y cartas geográficas más completas que tiene el país, ya que contiene originales de Pedro Vicente Maldonado, Teodoro Wolf y los más notables cartógrafos de los siglos XVII, XVIII y XIX. A ello se debe añadir la acuciosa tarea para recoger objetos que aparentemente son insignificantes, como por ejemplo una colección de estampas religiosas desde el siglo XVIII, sencillos recuerdos de primeras comuniones, ordenaciones sacerdotales, novenarios y otros. El conjunto constituye una verdadera joya para determinar los tipos de impresiones que se hacían en estos años.
No puede dejar de mencionarse la más grande colección de hojas volantes, propagandas electorales, afiches políticos y más impresos que se utilizaban en las campañas electorales desde 1935. También, los anuncios comerciales de todo tipo para vender desde agujas hasta casas. Esto, desde mediados del siglo XX.
Uno de los servicios más notables que ahora presta la actual BAEP a la ciudadanía es la colección de periódicos, revistas, folletos, impresos más amplia que existe en el Ecuador. Allí se puede encontrar colecciones de prensa más completas de todo el país, desde los inicios. Como caso particular se puede anotar que cuando se quemaron las instalaciones de El Comercio en 1949, el diario perdió su colección documental, pero fue esta Biblioteca la que proporcionó algunas copias originales. El padre Julián tuvo la precaución de comprar, en ese entonces “dos periódicos: el uno para que lea la gente y el otro para guardar”. Existen 350 títulos de publicaciones de provincias, muchos de ellos desaparecidos.
Recopilar obras de arte tanto religiosas cuanto populares fue otra de sus pasiones. La actual BAEP tiene cerca de 2 000 obras de arte tanto precolombino cuanto de los siglos XVII, XVIII, XIX y XX.
Se pueden apreciar verdaderas reliquias de arte quiteño y republicano como no las tienen otros museos en el país. Un caso raro es el de que Oswaldo Guayasamín le obsequió uno de sus primeros dibujos y más tarde lo urgió en más de una ocasión para cambiárselo por cualquiera de sus obras grandes; sin embargo, el padre Julián lo conservó como un legado de gran valor personal y artístico.
Fundó la Sociedad Ecuatoriana de Investigaciones Históricas y Geográficas para salvaguardar los intereses de la Biblioteca, pero sobre todo para promover trabajos que se ocuparan de la historia y la geografía nacionales.
Este grupo académico al cual pertenecieron Marcos Gándara Enríquez, José María Avilés, Jaime Erazo, Andrés Peñaherrera, Javier Simancas, entre otros, logró que el Congreso Nacional declarara a la BAEP como “Sede Nacional del Libro”, dotándole de recursos para el desarrollo de sus actividades; en igual forma logró del Ministerio de Educación y luego del de Cultura partidas presupuestarias para apoyar su loable gestión.
En fin, la Patria está en deuda con este insigne custodio y visionario de la cultura nacional, quien falleció el 11 de enero del 2012, a los 92 años.
*Numerario de la Sociedad Ecuatoriana de Investigaciones Históricas y Geográficas.