Joaquín Serrano indaga en los ‘signos urbanos’ de Guayaquil

El artista guayaquileño, de 56 años, regresó tras siete de años de receso al tema de la ciudad.  Foto: Mario Faustos/ EL COMERCIO.

El artista guayaquileño, de 56 años, regresó tras siete de años de receso al tema de la ciudad. Foto: Mario Faustos/ EL COMERCIO.

Joaquín Serrano expresa su relación de amor y odio con Guayaquil, en su más reciente trabajo plástico, que se exhibe en la Galería Mirador. Foto: Mario Faustos / EL COMERCIO

La ciudad es “una mezcla de pincelada, espatulazo y mancha”, en la obra de Joaquín Serrano, quien trata desde la pintura problemáticas y potencialidades urbanísticas y recrea la realidad que lo circunda en la muestra ‘Guayaquil signos urbanos’.

La exposición reúne 21 óleos sobre lienzo, en medianos y grandes formatos, en la Galería Mirador, de la Universidad Católica de Guayaquil.

En la exhibición, en la que el autor ha querido captar “el ruido cotidiano de lo urbano”, conviven los contrastes de la ciudad: lo moderno, lo patrimonial y el entorno natural. La estética de las calles y la vertiginosidad de los movimientos humanos, paisajes de la ría y del estero están reflejados en las obras.

Los alrededores del parque Centenario, con el fondo de un edificio emblemático; el nocturno de la esquina de 9 de Octubre y Boyacá, en el centro, conocida como Boca Nueve; o el contraste entre buses y edificios en el centro-norte (avenida Francisco de Orellana) forman parte de las escenas de la exposición.

“En 1994, tras ganar el Salón de Octubre, lo que me propuse fue hacer una monografía del espacio que me corresponde, que a la larga es como un paisaje, sino que en vez de pintar montes, montañas, árboles,… plasmé edificios, calles, gente…”, explicó Serrano, con más de 30 años de trayectoria, quien integró en los años 80 la agrupación cultural La Cucaracha.

El artista guayaquileño, de 56 años, regresó tras siete de años de receso al tema de la ciudad. Foto: Mario Faustos/ EL COMERCIO.

Pero lejos de los paisajes más románticos el autor busca belleza, sobre todo en lo crudo. “Mi formación es la de un urbanista, la de un arquitecto. Y entiendo a la ciudad como un fenómeno vivo, como un molusco que va creciendo y que si lo pinchas aquí repercute en toda su estructura”, indica Serrano.

Trafic, una de las pinturas, muestra desde el expresionismo a decenas de vehículos atrapados en el tráfico del Puente de la Unidad Nacional, en el retorno nocturno a Samborondón, el camino que toma el autor hasta su casa. Trama presenta los ‘tallarines’ del cableado eléctrico de las calles del centro, diluidos y desdibujados en una pintura de tonos pasteles.

El artista guayaquileño, de 56 años, regresó tras siete de años de receso al tema de la ciudad. La última exposición en Guayaquil data del 2004 y desde el 2005 estuvo dedicado a proyectos educativos y de vinculación comunitaria, principalmente en cantones de la provincia del Guayas, pintando en sus momentos libres retratos y paisajes de la Costa.

Tras esa temporada ‘provinciana', el rencuentro con la urbe -con su tráfico caótico y sus sonidos estridentes- representó un choque. “Un año me costó volver a entrar en sintonía. Pensé que lo urbano era una etapa superada, o que la iba a abordar de otra manera, pero es como cuando tú tienes un amor y lo dejas, dices que ya no crees en el amor y te vuelves a enamorar. Y luego la emoción es más fuerte”.

Serrano reconoce que para él existe una relación amor-odio con la ciudad, “donde solo media la pasión”, dice el artista, que nació en el populoso barrio del Astillero, su primera “escuela”, donde comenzó a pintar desde muy niño. “Es un amor que no se puede dejar, ahí sí es cierto aquello de que ‘aunque mate y pegue, marido es”.

Datos

‘Guayaquil signos urbanos’ permanecerá abierta hasta el 30 de octubre en la Galería Mirador.

La galería de la Universidad Católica de Guayaquil abre de de lunes a viernes, de 09:00 a 17:00.

La muestra parte de un mural que Serrano inauguró en 2004 en la Av. Orellana, del mismo título.

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