La semana que acaba de terminar, la escritora peruana Gabriela Wiener estuvo en Quito dictando un taller de Escrituras Familiares, en el Centro Cultural Benjamín Carrión. En uno de los recesos se sentó en la sala contigua a la biblioteca para conversar sobre sus ideas sobre la familia.
Creció en una familia tradicional, ¿qué fue lo más traumático?
Creo que en mí caso lo más traumático fueron las mentiras y la doble vida de mi padre; un tema que aparece en ‘Huaco Retrato’, la novela en la que reviso esos valores familiares enraizados en un pasado colonial y en unas relaciones patriarcales y verticales. Hemos hablado poco sobre lo racistas o violentas que pueden ser las familias; es ahí donde más ocurre el abuso sexual de niños y niñas.
¿Puede pensar en algo positivo sobre la familia tradicional?
Claro, muchas venimos de familias tradicionales que nos han hecho más duras y cuestionadoras. Nuestro espíritu crítico sale de ahí. Pero nunca me pongo a juzgar si una familia es tradicional o no tradicional. Sé que un formato de familia moderna, contemporánea, diversa y no normativa puede caer en los mismos vicios, deformaciones, violencias y desigualdades. Lo importante no es el formato: nuevo o viejo, sino el tema de los cuidados y el respeto. Las familias del siglo XX, incluso con el feminismo, no llegaron a cambiar realmente los roles. En mi propia familia mi mamá leía a Simone de Beauvoir, pero al mismo tiempo le cocinaba y le planchaba a mi padre. Las nuevas generaciones de mujeres están intentando estar en regímenes más igualitarios con su parejas en los cuidados y las crianzas de sus hijos.
¿Por qué es importante hablar del mundo de los cuidados?
Vivimos en una sociedad totalmente patriarcal en la que los cuidados son marginados. Y no me refiero solo al cuidado de los niños sino al cuidado de nuestros ancianos, de las personas con discapacidad, los pobres, las personas migrantes, las mujeres, y las disidencias. Los cuidados son un trabajo, porque sí son un trabajo, casi siempre invisibilizados, feminizados y poco o nada remunerados. Deberíamos ponerlos en el centro de la vida y convertirlos en política pública. Si logramos que eso pase muchas cosas cambiarían en la intimidad.
¿Cómo fue pasar de una familia tradicional a una familia poliamorosa?
En mi caso fue un proceso bastante natural. Siempre fue una inquietud mía y de mi pareja abrir la relación y criar hijos no necesariamente paridos por mí. Esa inquietud sigue latente. Seguimos ampliando nuestra red de amistades y de vínculos que frecuentamos tanto que nos sentimos muchas veces madres de los hijos de nuestras amigues. Teóricamente siempre me pareció algo hacia lo que quería ir, claro que en la práctica tiene sus complejidades.
¿Como cuáles?
Siempre ser más, por ejemplo, te permite un sostenimiento mayor de la logística del hogar y de la crianza de los hijos. Puede haber una contraparte, en el sentido de que es más complejo tratar con más de dos sensibilidades; mundos con sus propios traumas, heridas y mochilas para gestionar cosas y para negociarlas. Me gusta la idea de tribu que hay alrededor. Creo que no podría volver a la vida de pareja, pero entiendo perfectamente que hay otra gente que se sienta más cómoda así. Como esto tiene sus complejidades tampoco es para todo el mundo, depende mucho de en qué momento de tu vida estés.
¿Por qué en el siglo XXI las familias no tradicionales siguen siendo la excepción y no la regla?
La familia tradicional es un monolito de muchos siglos respaldada absolutamente por todos los discursos. Sin embargo, cada vez hay más productos culturales que tratan sobre otros tipos de familias. Puede ser que el miedo sea mayor y lo entiendo porque es todo muy experimental, porque no hay referentes y no hay en qué mirarse. A mí todavía se me ve como algo exótico, pero he sentido muchas veces este bichito de hacer activismo y de visibilizar a mi familia. Hice una obra de teatro sobre ellos, porque los quiero poner en el mundo y quiero que eso remueva y cuestione.
¿Cómo fue recibida la obra en España y en Perú?
En España se mantuvo como un circuito bastante progresista o que entiende de diversidad, pero cuando El País la sacó en Twitter hubo cientos de comentarios ridiculizando la obra. En Perú hubo un poco más de acoso, sobre todo, de sectores de la ultraderecha, personas que creen que las mujeres no tienen que decidir sobre su cuerpo y sectores muy retrógradas que claramente son odiadores. No voy a decir que en España todo es Almodóvar porque también es Vox.
¿Cómo se imagina que serán las familias de aquí a 100 años?
Ojalá que sigan existiendo familias que vayan más allá de los lazos de sangre y de los genes; que podamos maternar a gente que no hemos parido y que podamos organizarnos con gente cada vez más a fin. En el futuro me imagino a la familia como algo que transforma, o si no no será.