El churo aún se utiliza para convocar a las fiestas indígenas

Manuel Masaquiza interpreta el churo en las fiestas del Kulla Raymi, en Tungurahua.

Manuel Masaquiza interpreta el churo en las fiestas del Kulla Raymi, en Tungurahua.

Manuel Masaquiza interpreta el churo en las fiestas del Kulla Raymi, en Tungurahua. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO

El churo, elaborado con la concha Spondylus, es un instrumento autóctono que aún es considerado indispensable en las fiestas ancestrales o en las ceremonias de las comunidades campesinas e indígenas de Tungurahua.

Los comuneros lo utilizan para convocar a las mingas, reu­niones en las comunas, en los ritos ceremoniales y en fiestas como el Pawkar Raymi, Kulla Raymi, Inti Raymi e Inga Palla, en Tisaleo.

Los habitantes de Cuatro Esquinas, en Tisaleo, y de Salasaka, en Pelileo, mantienen esos conocimientos andinos que transfieren de generación en generación, con el fin de que no se pierdan en el tiempo.

El sonido que emite este instrumento se escucha hasta 1 kilómetro a la redonda. Desde temprano, Luis Panimboza, vecino de la comunidad Cuatro Esquinas, emite varios sonidos, entre largos y cortos, desde lo alto de la montaña
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Cuenta que su padre Fortunato le enseñó cada uno de los sonidos que se logran sacar de esta concha en forma de caracol. La técnica la aprendió a los 19 años. Ahora, a sus 54, transmite esos mismos conocimientos a un grupo de niños de la comarca. Los infantes le acompañan en las celebraciones que hay en otras comunidades indígenas.

El sonido del churo significa el inicio de la fiesta del Inga Palla para los priostes. Este festejo se realiza la segunda semana de octubre de cada año. La fiesta intercultural consiste en la escenificación de la batalla entre las tropas españolas contra los indígenas, liderados por el cacique Tisaleo.

Panimboza guía al grupo de indígenas soplando este instrumento. El investigador Rafael Chiliquinga cuenta que la concha spondylus es una iconografía de los pueblos andinos desde antes de la conquista. Dentro de las comunidades es considerado entre los objetos más valiosos y útiles para las ceremonias y las comunicaciones de los pueblos andinos y lejanos.

Las grandes conchas llegaron a estos rincones de la Sierra producto del intercambio comercial con los pueblos de la Costa. Antes, también se utilizaban los churos para comunicarse con los Apus (dioses) durante las ceremonias. Con cada instrumento se emitían diferentes sonidos según la ocasión.

El sonido del churo, igualmente, significaba una señal que daba inicio al baile o anunciaba la llegada de los priostes de la fiesta. Su función o es similar a la de la bocina. Según Panimboza, cuando la gente escuchaba este sonido se reunía en la casa de su padre, tomaban un café y caminaban hacia las mingas en el páramo.

Este campesino tiene dos caracolas, una que heredó de su padre y otra de Ángel Labre, uno de los músicos más viejos del pueblo. “Este implemento de comunicación en la comunidad es una reliquia, un lujo que hay que preservarlo”. La concha tiene un orificio en el extremo más pequeño.

La fiesta está instalada, los chureros, como le conocen a quienes lo tocan, van delante de los priostes. Alán Llugcha, de 10 años, también lleva un churo e imita los sonidos que hace Panimboza.

Desde hace dos años sale con los demás músicos del pueblo para aprender de ellos. “No hay notas musicales, solo nos guiamos por el oído. Es una tradición que no va a desaparecer, porque hay otras tres personas que estamos aprendiendo”.

Cuando Manuel Masaquiza sopla el churo se esparce un sonido como un eco en el pueblo salasaka. Poco a poco, la gente se concentra en la plaza. Es la fiesta del Kulla Raymi, o Fiesta de la Siembra en este pueblo, localizado e 13 kilometros en el oriente de Ambato.

Masaquiza cuenta que antiguamente las conchas las traían de Esmeraldas, Santa Elena y de otras partes de la Costa para venderlas. También recuerda los trueques con productos agrícolas como cebada, maíz, legumbres, hortalizas o animales.

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