Gabriela Ponce Padilla en uno de los espacios de Casa Mitómana, un invernadero cultural ubicado en el sector de la Mariana de Jesús, en el norte de Quito. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO
De entrada, esta entrevista tiene dos paradojas: hablar sobre el anonimato con una persona que ha alcanzado reconocimiento local por su trabajo en el mundo de las artes escénicas y la literatura; y realizarla en Casa Mitómana, un invernadero cultural donde el trabajo colaborativo -¿anónimo?- está por encima del trabajo individual. En una tarde lluviosa, donde es imposible no hablar de la inclemencia del tiempo, Gabriela Ponce Padilla reflexiona sobre la utilidad de vivir anónimamente y de los espacios de anonimato que se pueden construir.
En una sociedad donde la gente tiene la necesidad de que se reconozca, de forma permanente, la autoría de todo lo que hace, ¿sirve pensar en el anonimato?
Justamente por el hecho de que hay tanta necesidad de ese reconocimiento es necesario hablar de este tema. Reflexionar sobre el anonimato nos permite volver a pensar en por qué hacemos lo que hacemos y analizar sobre la relación individual que tenemos con los reconocimientos. Existen varias instancias de reconocimiento como las redes sociales o los aplausos, en el caso de las artes escénicas.
¿El anonimato tiene utilidad en la vida cotidiana?
Una de las experiencias de anonimato más interesantes que tuve fue cuando viví en el extranjero. Aquí estaba inmersa en redes familiares y de amigos y allá nadie me conocía. Me di cuenta de que ese anonimato me permitía construirme y mirarme a mí misma. Que no se me identifique como hija de, mamá de, o amiga de, me alejó de los vicios de estas sociedades pequeñas, difíciles y clasistas en las que vivimos.
¿El anonimato como alternativa para salir de los encasillamientos sociales?
El anonimato nos permite salir de todos esos cruces de identidad que nos definen en función de la relación con otros, o con condicionamientos políticos, étnicos o de género y solo ser. Me parece fabulosa esa posibilidad, para mi experiencia creativa fue muy importante.
¿Qué pasa con el anonimato, sobre todo, en las redes sociales, cuando es utilizado como una forma para tener impunidad?
Ese es el filón problemático del anonimato. Hay que pensar hasta qué punto las redes sociales han dado licencia para que se diga cualquier cosa. En Estados Unidos están de moda las fake news (noticias falsas) que lanzan información sin ninguna base y ninguna investigación real. Cuando esas noticias se viralizan se hace mucho daño a la sociedad. Este fenómeno también lo hemos visto en una serie de noticias que han estado en los medios locales últimamente.
¿Se puede pensar en un equilibrio entre el anonimato de la vida real y el de la vida virtual?
La intimidad es un espacio que nos corresponde preservar. En las redes sociales o en los medios de comunicación se tiende a exponer la vida en su totalidad. Creo que ese sentido de la intimidad y del pudor es importante de cuidar para que esos espacios sirvan para comunicar y no necesariamente para invadir las subjetividades y arremeter contra ellas.
¿Hay poblaciones a las que se debe cuidar a través del anonimato?
Hay poblaciones vulnerables como los niños. Yo no me imagino exponiéndolos en espacios como las redes sociales. Creo que nosotros, de alguna forma, también debemos preservarnos en ese anonimato. Hay muchos casos de escritoras mujeres o de creadores que viviendo en el anonimato pudieron crear su obra en función de su pasión y no del reconocimiento de su nombre.
En las artes escénicas, muchas veces, el trabajo grupal es más importante que el individual, ¿cómo funciona el anonimato en este ámbito?
Creo que el trabajo colectivo es uno de los desafíos y riquezas de las artes escénicas. En el trabajo colectivo hay que hacer una renuncia previa a ese protagonismo que en otros espacios artísticos o creativos se tiene. Cuando creas colectivamente renuncias a la autoría y a la propiedad sobre el trabajo que se hace. En el teatro crear con otros es una de las experiencias más potentes que existen. No es funcional con la lógica de la propiedad.
¿En qué otros espacios no es funcional esta lógica?
Hay un montón de colectivos locales que la están incorporando. Se me ocurre que en esta casa hay un montón de espacios pensados para crear en conjunto; espacios interdisciplinarios donde más que protagonismos se busca crear a través de ideas colectivas. Creo que en general desde las artes se está replanteando la cuestión de la autoría.
¿Estaría dispuesta a vivir en el anonimato?
Me parece una idea riquísima de explorar. Creo que es necesario buscar espacios de anonimato. Cuando estás en un espacio donde ya te identifican y donde ya te encasillan, el anonimato puede romper con esa idea previa de uno mismo y lanzarte a otros espacios. Eso se puede lograr no solo yéndose fuera del país sino buscando otros lenguajes y desafiando las ideas que uno tiene sobre sí mismo.
¿El anonimato ayudaría a que la sociedad sea menos egocéntrica?
Tengo un amigo que tiene tres perfiles diferentes en Facebook y nunca se sabe quién es quién. Siempre estamos especulando si es él o no. El juega un poco alrededor de su propia identidad. Ese tipo de juegos me parecen súper interesantes en función de que desafías esa idea de la identidad. Esos espacios en los que uno se pierde son muy fructíferos y fecundos.
¿El anonimato como juego lúdico?
El anonimato sí puede ser visto como una alternativa lúdica para plantearnos múltiples personalidades. Eso desestabiliza y agujerea de algún modo estos supuestos que tenemos tan sólidos y solemnes como la identidad.
¿Qué pasa cuando este tipo de juegos son utilizados para dañar a otros?
Ahí hay cuestiones éticas que superan el ámbito del anonimato y es hasta qué punto somos conscientes del daño que podemos hacer y de la consciencia que tenemos del otro. En muchos casos se utiliza el anonimato en las redes sociales para hacer daño, pero el problema no es el anonimato sino la relación con el otro que ya está dañada previamente.
¿El anonimato serviría para tener una sociedad más libre?
Creo que hay espacios de anonimato que sí pueden liberar. En el arte nos permite crear de forma libre, sin la necesidad de pensar en lo que supuestamente somos.
La literatura es otro de esos espacios.
Justo acabo de leer a una cuentista que se llama Lucía Berlin a la que recién se reconoce después de muchos años de su muerte. Toda la potencia y la fuerza de su creación, en su escritura, están justo en el hecho de que ella era anónima y podía decir lo que le daba la gana. Podía desnudarse porque tenía una literatura muy autobiográfica que no estaba siendo censurada de ninguna manera. Ahora se reconoce el valor de su escritura. Hay el caso de muchas mujeres que no tenían la posibilidad de escribir porque no se las consideraba buenas o capaces. Muchas de ellas eran esposas de escritores que escribían en las horas que les permitirían sus responsabilidades domésticas y que desde el anonimato fueron creando. Pienso en Roberto Bolaño y sus años de anonimato, los más importantes de su creación literaria.
¿Hay otros espacios de anonimato más allá de las redes sociales o el mundo del arte y la literatura?
El amor también puede ser otro espacio de anonimato. Espacios donde no estén determinados modos de comportamiento identitario o de denominaciones. Creo que en la intimidad también se puede vivir ese anonimato, por eso para mí es tan molesto que en las redes se expongan cosas tan íntimas. De algún modo eso ensucia y encasilla formas de vivir la intimidad, que son espacios que tendrían que ser ejercidos libre y anónimamente.