El silencio cómplice es nocivo

Pilar Flores en el Centro de Arte Contemporáneo, donde se exhibe una de sus obras como parte de la exposición ‘Amarillo, azul y roto. Años 90: Arte y crisis en Ecuador’. Foto: Galo Paguay/ EL COMERCIO.

Pilar Flores en el Centro de Arte Contemporáneo, donde se exhibe una de sus obras como parte de la exposición ‘Amarillo, azul y roto. Años 90: Arte y crisis en Ecuador’. Foto: Galo Paguay/ EL COMERCIO.

Pilar Flores en el Centro de Arte Contemporáneo, donde se exhibe una de sus obras como parte de la exposición ‘Amarillo, azul y roto. Años 90: Arte y crisis en Ecuador’. Foto: Galo Paguay/ EL COMERCIO.

Varios hechos de violencia ocurridos durante las últimas semanas han generado fuertes reacciones, algunas de ellas acompañadas de ira y de odio. En este contexto, la artista Pilar Flores reflexiona sobre el silencio como posibilidad de generar nuevos espacios de reflexión. Lo hace sentada a unos metros del stencil que hizo de Luz Elena Arismedi -a partir de una foto tomada por Dolores Ochoa- y que se exhibe en el Centro de Arte Contemporáneo por estos días.

El silencio está asociado a la abstención de hablar o a la falta de ruido, ¿cómo lo definiría usted?

Para mí el silencio, mirado desde la práctica espiritual, es un aquietar la mente y un serenar el corazón. Hablar del silencio parecería algo inalcanzable pero podemos acercarnos a él a través de la respiración consciente, de darnos cuenta de la entrada y la salida del aire en nuestro cuerpo; de esa manera el pensamiento se aquieta. A través de este proceso puedo reconocerme en mi interior y al reconocerme reconozco al otro. Esa es la potencia de este silencio.

¿En ese contexto, el silencio sería una forma de autoconocimiento?

Creo que es uno de los aspectos que nos puede llevar al autoconocimiento. Otro de esos aspectos es la atención, el fijar la mente en un objeto. Ese objeto podemos ser nosotros, los otros o el exterior. El silencio y la atención son herramientas que nos ayudan a tener mejor comprensión de lo otro, de lo diverso. Este silencio del que estamos hablando no es un escape del mundo sino una manera distinta para tratar de comprender el universo interno, que es tan grande como el universo externo.

¿Qué tan fácil es acceder a estos espacios de silencio en la vida práctica?

No podemos hablar de temas que parecen inmensos como el silencio sin hablar del cómo. En este caso ese cómo se genera a través de la atención que le damos a un objeto y de la observación. Si te das cuenta, estas son herramientas que no están fuera de nosotros sino que son recursos que ya tenemos y que podemos potenciar por medio de prácticas sencillas que pueden comenzar con cinco minutos de respiración, con esa atención del aire que entra y que sale de nuestro cuerpo. Un momento de serenidad y de contacto con nosotros nos puede generar una calma que nos permita comprender mejor lo que pasa en nuestro contexto. Cuando la mente está más serena tiene más recursos para actuar.

¿Eso es algo que está comprobado científicamente?

Claro, a veces se piensa que todo se va a solucionar repitiendo un pensamiento positivo muchas veces, pero el silencio está más allá de las palabras.

En las últimas semanas se han vivido hechos que han conmocionado al país, ¿el exceso de ruido puede convertirse en ira?

Pienso en el mito de Perseo. Atenea le entregó un escudo para defenderse de Medusa y le advirtió que no podía mirarla directamente porque se convertiría en piedra. Considerando este mito podemos pensar en qué es la mirada indirecta para cada uno de nosotros. Esa mirada, en el caso de Perseo, se dio a través de su escudo que puede ser visto como un símbolo, como una posibilidad de autoconocimiento. Ver directamente a Medusa significa convertirse en piedra. Para mí eso conlleva la pérdida de la empatía, del reconocimiento, de la diferencia del otro. La mirada indirecta nos permite conocer la realidad de otra manera, con otros recursos.

¿Cree que somos una sociedad muy ruidosa?

Totalmente. No tenemos espacios de silencio en ninguna parte. Usted entra a cualquier sitio y hay ruido, pasa hasta en los restaurantes donde ponen algo que yo no podría decir que es música. Las personas estamos tan acostumbradas a vivir en este ruido que si se eliminaría seguramente andaríamos perdidos un buen tiempo.

¿Cree que el exceso de ruido ha generado una sociedad menos reflexiva?

Tal vez lo que nos pasa es que nos perdemos en ese ruido. Ese ruido nos puede alejar de nosotros mismos. Lo que debemos saber es que aunque vivamos en ese contexto hay la posibilidad de generar espacios de serenidad.

¿Hacen falta más espacios para el silencio?

Sí, creo que cada uno de nosotros tiene la posibilidad de generar los recursos para crear espacios de silencio. Es importante ponerse en contacto con nuestra respiración. Eso nos permite aquietarnos. Todo el día estamos conviviendo con el ruido y la contaminación y creo que por salud necesitamos esos momentos para uno, para recargarnos, eso nos va a ayudar a resolver mejor los problemas que enfrentamos.

¿En qué medida el arte puede propiciar esos momentos?

Pienso en ‘Tejidos’. Ese fue un proyecto en el que, a través del bordado, se buscaba cultivar la atención y la observación, para que cada persona encuentre sus propias fuerzas. Desde esas fuerzas creo que cada uno puede contribuir a la construcción de comunidades de paz. En el arte mi énfasis, mis búsquedas -y en lo que deseo llamar la atención de los otros- están enfocados en la posibilidad de la construcción de sociedades de paz.

Así como el silencio puede ayudar al autoconocimiento, también hay silencios que son nocivos.

Creo que los más nocivos son los silencios cómplices. Hay silencios que nos avergüenzan, que no permiten que las cosas cambien, que nos impiden levantar la voz cuando debemos hacerlo.

En relación al poder, ¿nos afectan más sus ruidos o sus silencios?

Es perverso si los silencios del poder son para armar maniobras que no nos van a permitir alzar nuestra voz. Cuando escuchamos sus ruidos al menos podemos buscar alternativas para actuar de alguna manera. Podemos decir si estamos de acuerdo o no pero el desconocimiento nos quita toda la posibilidad de actuar.

¿Qué silencios del poder cree que son los que más nos han afectado?

Creo que hay que leer la historia más reciente. Es verdad que estábamos cansados de los discursos demagógicos pero creo que las maniobras desconocidas que se hicieron nos han afectado más porque nos causaron impotencia. Como sociedad, ahí la enseñanza es aprender a leer entre líneas para saber lo que pasa.

Como sociedad, ¿de qué no deberíamos abstenernos de hablar?

Creo que debemos levantar la voz en muchas situaciones. Debemos alzar la voz para fomentar el respeto a la diversidad. Es fundamental reconocer al otro como legítimo, tomando las palabras de Humberto Maturana. Otro tema que es fundamental y por el que tenemos que alzar la voz es el ecológico. Tenemos que cuidar y respetar a la naturaleza. Cuando venía a la entrevista leí que querían crear un acuario en Salinas para tener delfines ahí. En ese tipo de cosas hay que levantar la voz con firmeza y decir no.

¿El stencil que hizo de Luz Elena Arismendi es una forma de recordar que no hay que tener miedo a los silencios que son nocivos?

En el caso de Luz Elena, la imagen potencia la memoria. Vemos la imagen e inmediatamente tenemos presente la historia que provocó esa imagen. También está la certeza que surge dentro de nosotros de que esa historia tiene hechos que nunca más deben volver a ocurrir. Como sociedad tenemos que estar alertas a que historias como estas no se repitan. La figura de Luz Elena es la de una mujer fuerte y luchadora que estuvo dispuesta a todo para encontrar las causas que provocaron la desaparición de sus hijos. Su ejemplo es fundamental para todos los ecuatorianos.

¿Cuál es el silencio que más disfruta?

El silencio de la meditación. Es un silencio sin imágenes, sin palabras que me permite entrar en lo insondable de este universo interior y desde ahí comunicarme con un cosmos mayor. Eso me da la posibilidad de mirarme como parte de un todo, como un océano y no como un fragmento.

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