Héctor Abad Faciolince, en uno de los espacios del Centro Cultural Benjamín Carrión, donde el jueves dio una conferencia sobre la ficción literaria. Foto: Vicente Costales / El Comercio
Las cavilaciones sobre la ficción literaria se han vuelto una constante en la vida del escritor colombiano Héctor Abad Faciolince. El jueves pasado visitó el Centro Cultural Benjamín Carrión, para dictar una conferencia titulada ‘Ficción o no ficción: that is the question’. Unas horas antes de que inicie su intervención, sentado en la pequeña biblioteca de este repositorio de la memoria, reflexionó sobre la influencia de la ficción en la vida social.
¿Cómo definiría a la ficción más allá del mundo literario?
Tanto en la ficción en el sentido literario como en la ficción sociológica hay entes de la imaginación en los que muchas personas creen sin que sean reales y esos entes son fundamentales para construir cualquier cosa. La ficción es un fingimiento psicológico que produce una especie de libertad. En ‘Sapiens’, Yuval Noah Harari sostiene que las religiones, las economías y hasta las mismas empresas son ficciones que han permitido a la humanidad, llamémoslo con una palabra devaluada, su desarrollo.
¿La ficción es la única manera que tenemos para apropiarnos de la realidad?
No, creo que para apropiarnos de la realidad el método científico sigue siendo la aproximación más confiable. Plantearse una hipótesis, es un ejercicio imaginario y ficticio, pero en el momento en que esas hipótesis se ponen a prueba con experimentos dejan de ser ejercicios de la imaginación y es probablemente lo que más se aproxima a esa ambición muy humana y ficticia de alcanzar la verdad.
¿Las personas ficcionan su vida para armarlas a su conveniencia?
Creo que la memoria es bastante selectiva. Las víctimas, los que han padecido alguna ofensa, un oprobio o una arbitrariedad tienden a tener la memoria larga. Los que ofenden, los victimarios prefieren olvidar esas ofensas porque pueden hacerlos sentir mal. Eso no quiere decir que siempre la memoria que tienen las víctimas sea buena. A veces esa obsesión por la ofensa se convierte en rencor, en resentimiento. Entonces lo que tiene un papel importante y útil de memoria para que no se repita se puede convertir en algo negativo y viceversa. A veces el olvido es conveniente. En todo caso, querámoslo o no, todos tendemos a deformar la propia experiencia, el pasado y la realidad que vivimos. Creo que la memoria y los recuerdos por lo general son muy imperfectos.
¿Qué papel juega el mito en esa necesidad que hay por ficcionar la existencia?
Los mitos obedecen a temores, necesidades y angustias de los seres humanos que se resuelven en leyendas, en cuentos mitológicos o en historias. Hoy, curiosamente pensaba sobre eso porque en mi charla me refiero muy marginalmente al mito del río Leteo, donde se cuenta que las almas al morir deben beber de las aguas del río para olvidar su vida pasada y poder reencarnar limpios de recuerdos. Pero así como hay el mito del río Leteo hay uno del río Eumeo, que dice que cuando alguien bebía de sus aguas fijaba los recuerdos agradables. Estos son mitos que tienen que ver con nuestra relación con la memoria y con las ganas de olvidar lo que nos desagrada y las ganas recordar las cosas agradables.
¿Las sociedades actuales han incrementado su necesidad por ficcionar la vida?
Creo que más bien la ficción fue una herramienta muy fuerte de las sociedades del siglos XVIII y XIX para poder hablar de temas prohibidos sin tener que mencionar a las personas directas que los vivían. La ficción era cómoda para poder hablar del adulterio sin tener que decir que fue cometido por la señora Ana Karmanova que vivía en San Petersburgo o en Moscú. En la ficción esa señora se convertía en Ana Karenina. Creo que hoy en día estamos menos condicionados en la protección de la intimidad. Hay menos ficción de la vida y más testimonio de la vida. Tal vez nos hemos vueltos más impúdicos, pero de todas maneras la ficción cumple un papel necesario porque aún siendo más impúdicos todavía nos cuesta hablar de ciertos aspectos de la vida personal.
¿Qué pasa cuando la ficción permea espacios como el de la política?
Digamos que en el campo de la política más que la ficción hemos asistido a la mentira más descarada que es llevar la ficción hasta el extremo. La mentira política es la hipérbole de la ficción. A los políticos que han hecho eso se les puede aplicar un verso muy corto de Antonio Machado que dice “se miente más que se engaña”. A veces, los políticos nos creen demasiado idiotas y mientan más de lo que la gente es capaz de ser engañada, afortunadamente.
¿Cree que la ficción es superior a la realidad?
Creo que la realidad es infinitamente compleja y que la ficción es una de las posibilidades de la realidad. Lo que la ficción dice como ficción es simplemente algo que es posible. Lo que plantea la ficción son mundos alternativos y posibles, mundos inconcebibles en la realidad. Incluso, según la física cuántica, no es imposible que por una casualidad, a nivel de los electrones, que yo me pare y atraviese esta pared sin golpearme o que la pared se derrumbe. Esto si lo pongo en un cuento es pura literatura fantástica pero también una posibilidad de la realidad. Cuando Julio Verne escribió ‘De la Tierra a la Luna’ ese viaje era una posibilidad de la realidad, que luego se concretó.
¿Y más poderosa?
Lo qué pasa es que la ficción es parte de la realidad. La realidad lo abarca todo incluyendo la ficción. Siempre creo que la realidad le gana a la ficción.
Imagínese por un momento el mundo sin ficción, ¿cómo sería?
Creo que sería un mundo en el que estaríamos paralizados como de alguna manera están paralizados los animales. Sobre todo los más primitivos que tienen un programa genético de actuaciones que son como de autómatas donde no hay una gran innovación. Es maravilloso lo que hacen las hormigas o las abejas. Pero lo que hacen las hormigas hoy es lo mismo que hacían cuando las estudiaba Francisco Caldas o Alexander von Humboldt. Siguen haciendo lo mismo y es maravilloso. Nosotros superamos nuestros límites del programa humano. Cuando sentimos deseo sexual o cuando tenemos hambre estamos obedeciendo a un programa. Pero creo que forma parte de la imaginación y de la ficción dotar al puro acto de fecundación de erotismo, como dotar a la comida, que en principio es solamente alimento, de culinaria y gastronomía, eso también es un acto imaginativo muy importante.
¿La ficción ha puesto en crisis la noción de realidad?
Hay una ficción positiva, creativa, que produce efectos maravillosos o benéficos y hay una ficción groseramente dañina, y que incluso me niego a llamarla ficción, que es la creación de absolutas falsedades. No creo que ficción y seudoverdades o falsas verdades sean lo mismo. Probablemente no exista la verdad pero lo que sí es seguro que existe es la mentira. Creo que tenemos el deber de luchar contra la mentira y eso no es lo mismo que luchar contra la ficción. Digamos que una ficción positiva puede ser proponer, como lo hizo Benjamín Carrión, que Ecuador sea una potencia cultural. Es una ficción porque cuando lo dijo no sabía que pasaría a futuro, pero no estaba proponiendo una mentira sino un sueño, una ficción positiva. Defiendo las ficciones como la de Carrión, como la de luchar por una utopía a la que quizás nunca vamos a llegar.
¿Cuáles son las ficciones más tóxicas que hemos creado en los últimos años?
Digamos que la ficción del nacionalismo. Cuando se crearon los Estados-nación hubo cohesión de grupos humanos que sentían un orgullo de pertenencia, pero luego se eso se convirtió en una peste. También hay ciertas ficciones que pueden haber tenido un origen positivo que luego se convierten en un defecto colectivo. El nacionalismo me parece un buen ejemplo de eso. No olvidemos que el nazismo es una gran ficción tóxica.