El bailarín de danza butoh Julio Huayamave en la obra ‘D-espacio’. Foto: Mario Fausto / EL COMERCIO
La obra comienza con Julio Huayamave convertido en un hombre-toldo, de pie sobre un banco, debajo de la tela traslucida, con una vela encendida entre las manos, el rostro maquillado de blanco y un taparrabos de sumo japonés. El bailarín de danza butoh interpreta una pieza que evoca en un inicio a las zonas campesinas del Litoral.
‘D-espacio’ da paso luego a una suerte de muerte en escena, y un renacer para volver a sufrir, propias de las danzas oscuras japonesas, que propugnaban nuevas formas de expresión tras los bombardeos atómicos. La pieza se presenta durante este mes en una galería del segundo piso en la Casa Lavayen del Parque Histórico, como parte de la programación mensual del Microteatro Guayaquil.
El fenómeno del Microteatro, un espacio con más de 90 obras estrenadas en su primer año, se ha constituido también para la danza como un espacio de exhibición de propuestas de pequeño formato, a menudo arriesgadas y experimentales.
Obras en diálogo con espacios no convencionales como pequeños patios interiores, salones y habitaciones, en villas convencionales como las de la ciudadela Miraflores (norte) y ahora en viviendas patrimoniales como la del Parque de la avenida Samborondón.
Las piezas de danza son minoritarias frente a la programación de teatro, la relación es de una a tres este mes, pero según Jaime Tamariz, director del Microteatro, la idea es ir aumentando su presencia en la medida que se vaya desarrollando y se eduque al público. “La gente no tiene la costumbre de ver danza, tampoco hay muchas salas en Guayaquil que la programen, queremos brindar a los bailarines un espacio donde mostrar sus trabajos”, señala Tamariz.
El público ve al teatro como algo más digerible, ‘porque te da pistas, diálogos’. En cambio la danza es ‘más subjetiva y abstracta’, coincide Huayamave, del grupo Thamé. “Creo que tenemos que ir formando al público (…) En la danza se trabajan piezas muy cortas, y va bien con el formato de obras de hasta 15 minutos para grupos de hasta 15 personas”.
En ‘D-espacio’, Huayamave sostiene un toldo en su cabeza, se pone un vestido de mujer en un homenaje a su abuela e incluso baila un pasacalle en una reminiscencia a su memoria campesina, en Manabí. Ya sin el vestido, el bailarín se contorsiona en escena y se arrastra por el suelo, como si el sueño inicial se convirtiera en pesadilla.
“La obra busca crear espacios atemporales de sueños y ensueños. El toldo representa ese otro mundo, un universo mágico en la niñez, un lugar surreal, un elemento escénico, pero también un elemento de memoria”, dice el artista.
En el Microteatro buscan programar piezas de danza que jueguen con la interdisciplinariedad. Ese el caso de propuestas como ‘En un paisaje’, que en noviembre pasado conjugó danza y canto lírico en una pieza de Jenniffer Cabezas y Carmen Miranda.
El juego era sensorial, según Cabezas la idea era transmitir sensaciones y emociones a través de la combinación del movimiento y la voz, con música de John Cage.
“Lo que veo es que a mucho de nuestro público la danza le asusta”, confiesa Tamariz, director de Daemon e impulsor del teatro de formato breve en la ciudad. “Normalmente luego la mayoría la disfruta porque en espacios tan reducidos la sensación es la de estar inmerso en la escena”.
Datos
Sucursal: La temporada de tres meses en el Parque Histórico de La Puntilla (Samborondón) se mantiene hasta el próximo 14 de febrero.
Horarios: Las funciones son los viernes, sábados y domingos desde las 19:30 a 22:30.
Mudanza: El Microteatro regresa a la casa de la ciudadela Miraflores (Av. las Palmas #307) con funciones a partir de mediados de marzo.