Comuneros ennoblecen a la caña guadúa en Santa Elena

La Asociación con sede en Olón agrupa a 115 productores de siete comunas de la península. Foto: Mario Faustos / EL COMERCIO

La Asociación con sede en Olón agrupa a 115 productores de siete comunas de la península. Foto: Mario Faustos / EL COMERCIO

La Asociación con sede en Olón agrupa a 115 productores de siete comunas de la península. Foto: Mario Faustos / EL COMERCIO

Tumbonas de playa, sillas, muebles, mesas y pupitres hacen parte de las creaciones de caña mansa y brava –con espinas en su estado natural- que exhibe la Corporación Noble Guadúa, en su sede de Olón.

Es una asociación que agrupa a 115 productores de caña, de media docena de comunas de la provincia de Santa Elena, y que trabaja en dar un valor agregado a un producto ligado a la ancestralidad del pueblo cholo pescador.

La caña y el cade son desde tiempos inmemoriales los materiales tradicionales para la construcción de viviendas en los pueblos de la península, dice Isidro Baque, presidente del Directorio de Noble Guadúa y nativo de Río Blanco, una de las comunas ancestrales involucradas en el proyecto.

La Corporación, cuyos inicios se remontan al 2008, ha logrado ampliar el uso del material más allá de los andamios y puntales para construcción o de la construcción de cabañas y vivienda tradicional, una demanda a la que siguen respondiendo.

La diversificación de productos ha permitido, incluso, el aprovechamiento de varas finas. “Antes solo pedían caña gruesa para andamio, el trabajo que hemos venido impulsando desde hace 10 años ha valorizado también al producto de poco diámetro, que es abundante en machas no tecnificadas”, indica Baque.

La corporación de productores, que cuenta con viveros y plantaciones, cosecha y tratamiento del producto anima a la elaboración de las más diversas artesanías, que incluyen adornos, lámparas, figuras religiosas y juguetes de bambú.
La madera es sometida a un proceso preservación y secado contra la polilla.

En el más reciente proceso de capacitación, los comuneros aprendieron a fabricar instrumentos musicales de inspiración huancavilca, como güiros, tamboras y “maringuas” (marimbas de guadúa), en unos talleres dirigidos por Schuberth Ganchozo.

El músico y luthier guayaquileño busca integrar con esos instrumentos y con músicos nativos de las comunas la nueva Guancavilca Orquesta de Percusiones (Guaope).

El cantautor, identificando con el pueblo montuvio, abrió audiciones para jóvenes en un proceso de trabajo de un año para la conformación de la Orquesta de Percusiones. El proyecto se plantea un “renacer del panteón musical precolombino”, a partir de nuevos instrumentos de caña y del estudio del acervo musical que sobrevive en la península.

Noble Guadúa, asociación intercomunitaria, cuenta con sembríos y socios en las comunas de La Entrada, Las Núñez, San José, Curia, Olón, Río Blanco y San Vicente. También produce ‘latillas’ o láminas de caña en una suerte de aglomerado tipo MDF, un proceso que la corporación espera industrializar en un convenio con la Prefectura de Santa ­Elena. Y ofrece soluciones para la arquitectura, con enfoque en este material.

“No solo estamos mirando la parte económica, sino la parte ambiental, porque esa fue la idea inicial al formular un proyecto, que nació como parte de la Junta de Usuarios Agua Potable de Olón, también como una forma de conservación de recursos naturales”, indica Jacinto del Pezo, vicepresidente de la corporación.

El agua es un recurso escaso en Santa Elena y en las comunas se empieza a ver cómo las plantaciones de guadúa han comenzado a regular el ecosistema los últimos dos años.

“Siembra caña y siembra agua”, dicen los comuneros. Los guaduales reportan beneficios a la protección de las aguas y los suelos; además son el hábitat natural de especies silvestres. A las ‘manchas’ naturales en las fincas se suman nuevas plantaciones, que maduran de cuatro a seis años para el aprovechamiento.

“La idea es aprovechar un producto renovable, mientras hay humedad el sistema radicular de la caña se reproduce, cortas una caña y aparecen tres. Se corta un 25% de cada mancha, lo que permite cosechar todos los años”, dice Del Pezo, habitante de Olón.

En el norte de Santa Elena, los comuneros reconducen al turismo, a la agricultura y la forestación, un pasado vincu­lado sobre todo a la pesca.

“Nos identificamos como cholos –agrega del Pezo– aunque en Olón quedan cada vez menos pescadores, cada quien va asumiendo su ancestralidad de distinta forma”.

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