15 artesanos dan vida al oficio del mazapán en Quito

Elena Oyagata aprendió el oficio del mazapán de su esposo, José Carvajal, nieto de Margarita Reza Povea. Foto: EL COMERCIO.

Elena Oyagata aprendió el oficio del mazapán de su esposo, José Carvajal, nieto de Margarita Reza Povea. Foto: EL COMERCIO.

Elena Oyagata aprendió el oficio del mazapán de su esposo, José Carvajal, nieto de Margarita Reza Povea. Foto: EL COMERCIO.

El mazapán, actividad que por décadas promocionó turísticamente a Calderón, parroquia del nororiente del Distrito Metropolitano de Quito, vive una situación compleja, que fue más notoria durante las festividades por los 121 años de parroquialización.

Según Elena Oyagata, esposa de José Adán Carvajal, miembro fundador de la Unión Artesanal de Productores Progresistas de Mazapán, la migración tras el proceso de dolarización hizo que muchos artesanos dejaran el oficio y la administración de sus negocios.

“Esta parroquia vivía del turismo a través de la artesanía. Se respiraba cultura hasta antes de 1999, cuando llegó la crisis y muchos migraron para trabajar de lo que podían”, recuerda con nostalgia.

Otro síntoma de recesión se aprecia en el gremio de artesanos del mazapán, quienes fueron 70 miembros hace 28 años, durante su fundación. Pero en la actualidad son 26, de los cuales solo 15 laboran en los locales en la calle Carapungo, creados en la alcaldía de Rodrigo Paz Delgado en 1992, junto al mercado principal.

“Es una lástima que esta actividad esté tan devaluada, incluso escondida, detrás de la feria libre en el cual se convirtió la calle Carapungo con los años”, lamenta Kelly Carvajal, hija de dos artesanos del mazapán.

Este oficio lo inició el 2 de noviembre de 1934, Margarita Reza Povea, nativa de Calderón, para poner en práctica los conocimientos en panadería que le impartió su suegra, Mercedes Suárez. Reza fue quien dio un concepto decorativo a la masa de harina de trigo con agua. En 1941, esta actividad alcanzó la categoría de arte.

Reza fue un ícono en la zona: llegó a tener 25 empleadas en la época de oro de la actividad. Vendía mensualmente entre 5 000 y 15 000 figuras. Además, enseñó su técnica a varias mujeres de la parroquia, quienes abrieron sus propios talleres dedicados al mazapán.

Tras fallecer en 1988, a los 69 años de edad, su legado busca ser perenne. El Municipio colocó una placa en su memoria, en el ingreso de la Casa Somos de Calderón.

Según Oyagata, las figuras en mazapán más populares siguen siendo los recuerdos para bodas, bautizos y graduaciones; sin embargo, las figuras más elaboradas, que incluyen bordados o representan a la cultura del país, como saraguros, aya humas, danzantes de Pujilí, se las hace bajo pedido.

En la página web de la Unión Artesanal de Productores Progresistas de Mazapán de Calderón  se expone una parte de las 3 000 figuras que esta agremiación oferta, con el fin de exponerse ante el mundo.

Suplementos digitales