El arte en las cubiertas de nuestros libros

El artista gráfico, aparte de ilustrar la portada, ocasionalmente se encargaba del exlibris del autor, que se imprimía en las cubiertas o en la parte interna

El artista gráfico, aparte de ilustrar la portada, ocasionalmente se encargaba del exlibris del autor, que se imprimía en las cubiertas o en la parte interna

El artista gráfico, aparte de ilustrar la portada, ocasionalmente se encargaba del exlibris del autor, que se imprimía en las cubiertas o en la parte interna. Fotos: Archivo particular

Existen editoriales que se han distinguido por establecer un formato propio, que han cuidado no solo de autores, títulos, traductores, tipografía; han llegado a seleccionar a los ilustradores de sus cubiertas, con lo que han logrado crear una marca, un distintivo en el ámbito de las publicaciones. Una que ha conseguido tal nivel es Alianza Editorial de España.

En esta época de la era digital, visitar las bibliotecas, para algunos, será casi un acto anacrónico. Conozco personas que, al tener un libro impreso -que no es redundancia- en sus manos, gustan de palparlo, otearlo y quizás leerlo, pero ir al Fondo Histórico Luciano Andrade Marín (FALAM) de la Biblioteca Municipal me llevó al hallazgo de algunas grandes sorpresas.

La revisión de alrededor de 3 500 libros ecuatorianos publicados en los siglos XIX y XX fue una valiosa experiencia. Obras importantes no solamente por las características señaladas al inicio de este artículo, sino porque también nos sorprenden por sus cubiertas ilustradas por algún maestro de la plástica ecuatoriana.

En bibliotecas como esta no es extraño hallar ilustraciones de varios artesanos y artistas: en la época colonial (siglo XVIII), Raimundo de Salazar -el primer impresor quiteño-; en el siglo XIX y principios del XX, Emilia Ribadeneira, y después Juan León Mera Iturralde, hijo del escritor, entre otros.

La observación de las ilustraciones en los libros ecuatorianos nos permite ver, en ocasiones, el desarrollo en el oficio del grabado. La mayoría de los trabajos de la mencionada Emilia Ribadeneira, que ilustran la parte interna de los volúmenes, son grabados en cobre o xilografías (grabados en madera), sellos, emblemas o escudos de alguna institución, sea civil o religiosa, o bien retratos de políticos o representaciones de personajes o devociones de la Iglesia Católica, además de algunos escritores.

En lo que respecta al siglo XX, es sorprendente descubrir trabajos firmados por Guillermo Latorre, Kanela (Carlos Andrade), Nicolás Delgado, Leonardo Tejada, Sergio Guarderas, Eduardo Kingman, Oswaldo Guayasamín, Víctor Mideros y Alberto Coloma Silva.

De varios de estos artistas ni siquiera se sabía que alguna vez hubieran trabajado grabados, especialmente xilografías, técnica muy utilizada, base de la impresión de las cubiertas de varios de los libros consultados.

El artista del grabado ecuatoriano que más estudios ha recibido probablemente sea el manabita Galo Galecio. Existe una reveladora monografía que María Helena Barrera Agarwal dedicó a su experiencia mexicana.

Hacer un recorrido sobre las cubiertas, eventualmente las portadas y excepcionalmente el interior de los volúmenes nos ofrece, como señalé, gratos descubrimientos. De un joven Oswaldo Guayasamín, de cuyo nacimiento se cumplen 100 años precisamente este año, identifiqué una cubierta que reproduce una xilografía en el libro de versos Estallido de la anémona (1939), que Humberto Navarro Guayasamín firmó como J. H. A. Navarro G.-. Único poemario que se conoce de su autoría, cuyos versos de tono vanguardista debieran ser leídos.

En relación con este aspecto gráfico, el historiador del arte Rodrigo Gutiérrez Viñuales lleva adelante un ambicioso proyecto dedicado a las ilustraciones en las cubiertas de los libros en Hispanoamérica -que incluye al Ecuador- en el lapso entre 1915 y 1940, y ha dado algunos avances en un par de interesantes estudios; en uno de ellos aborda el trabajo de algunos de nuestros autores, en el libro-catálogo que preparó como editor con Alexandra Kennedy Troya, producto de una exposición en el Distrito Metropolitano de Quito: Alma mía. Símbolo y modernidad. Ecuador 1900-1930 (2014).

Teniendo en cuenta lo incipiente de la industria editorial ecuatoriana a principios del siglo XX y la carencia de imprentas particulares y editoriales en nuestro país, muchas veces la impresión de obras se daba por el mecenazgo de instituciones públicas o de un burócrata sensible a las manifestaciones culturales, o corría directamente a cargo de intelectuales o políticos con poder de decisión.

El artista gráfico, aparte de ilustrar la portada, ocasionalmente se encargaba de elaborar el exlibris del autor, que se imprimía en las cubiertas o en la parte interna del libro.

La factura de estos grabados puede obedecer a que sean ejercicios de cuando nuestros artistas eran tan solo estudiantes de artes plásticas, o quizás eran trabajos ejecutados por camaradería con el autor del libro, o bien para obtener algún estipendio.

A la vista de los trabajos de estos artistas podemos constatar sus diversos estilos y variadas concepciones estéticas. Es muy ilustrativo contrastar, por ejemplo, el que decora la cubierta realizada por Kanela a los ‘Poemas íntimos’ (1921) de Augusto Arias, el de Sergio Guarderas a ‘En la ciudad he perdido una novela’ (1930) de Humberto Salvador o el que corresponde a la portada del libro ‘Latitudes’ (1934) de Jorge Carrera Andrade por Guillermo Latorre.

La edición parisina de las ‘Poesías escogidas’ de Medardo Ángel Silva, financiada por Gonzalo Zaldumbide en 1926, tiene su cubierta ilustrada por Alberto Coloma Silva.

Otro hallazgo fue el grabado que ilustra la novela ‘Agua’ (1936) de Jorge Fernández, en donde se puede rastrear cómo Eduardo Kingman representó las clásicas manos, una de las características de sus obras de gran aliento. Lo mismo puede decirse de la serie de otros trabajos de este pintor, que ilustran las cubiertas de varias novelas de Humberto Salvador: ‘Noviembre’ (1939), ‘Trabajadores’ (1940) y ‘La novela interrumpida’ (1942), o el poemario de Alejandro Carrión ‘Poesía de la soledad y el deseo’ (1945).

En otras bibliotecas podemos consultar la tercera edición de ‘Atahuallpa’ (1956) de Benjamín Carrión, con cubierta de Guayasamín, que incluye 14 dibujos realizados por el propio creador de Guacayñán, José Enrique Guerrero, Carlos Rodríguez y Diógenes Paredes.

El medallón con el busto que la artista esmeraldeña Carmita Palacios hiciera de su marido Pablo Palacio fue utilizado para ilustrar la edición de sus ‘Obras completas’ (1964); o consideremos el retrato de Walt Whitman (1955), ejecutado por Kingman, o el de Rubén Darío (1968) por Guayasamín, para las cubiertas de los libros en homenaje a los poetas estadounidense y nicaragüense, respectivamente.

Dentro de la descripción y captura de datos de los libros en las bibliotecas, lamentablemente, no se registra la autoría de estas valiosas ilustraciones. Sería conveniente completar los registros de esas obras con un cuidadoso inventario de dichas producciones, clara evidencia de los inicios artísticos de sus autores. ¡Cuántas otras sorpresas podremos llevarnos al disponer de dicho inventario!

La pérdida de valiosas cubiertas retiradas y eliminadas por los obreros dedicados a la encuadernación se ha dado, por lo general, por la ausencia de políticas técnicas en este oficio o por la incuria de los responsables del área de encuadernado en las bibliotecas; razón que ocasiona, a menudo, que distintos ejemplares de una misma obra carezcan de las cubiertas originales.

Sería de desear que desde el ámbito académico estatal o particular se financiase la investigación, compilación, inventario y registro de cada una de estas obras para disponer de una base de datos sobre estos trabajos -que quizás alguien llame “menores”- que complementaría la producción artística de nuestros importantes artistas plásticos; lo propio se podría hacer con las fotografías que consten en libros, revistas y periódicos que registren el nombre de su responsable.

Esas instituciones públicas o privadas deberían también asumir el reto de completar y actualizar extraordinarios esfuerzos individuales que se hicieron al sistematizar en parte la información sobre la plástica en nuestro país con ‘La pintura ecuatoriana del siglo XX’, de José Alfredo Llerena y el ‘Primer registro bibliográfico de artes plásticas en el Ecuador’, de Alfredo Chaves (1942), publicados en un solo volumen, o el ‘Nuevo diccionario crítico de artistas plásticos del Ecuador del siglo XX’, de Hernán Rodríguez Castelo(2006).

El resultado de esta tarea sería disponer de un detallado capítulo sobre la producción artística de nuestro patrimonio plástico atesorado por las cubiertas de libros y revistas nacionales, que formaría parte de nuestro proyectado Registro Bibliográfico Nacional, que ambiciona recoger toda la producción de nuestro país desde el período colonial hasta la fecha, incluyendo libros, folletos, revistas, periódicos y hojas sueltas, ya que la tecnología permitiría cumplir este ambicioso propósito.

*Gustavo Salazar Calle es investigador y ensayista.

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