Un filme homenajea la identidad afrochoteña

Fotograma de la cinta en el que aparecen miembros de la Banda Mocha de Chalguayacu; el filme plantea a la música como clave en la identidad de la zona. Foto: Cortesía de María José Martínez y Jorge Luis Narváez

La historia de los afroecuatorianos del valle del Chota se puede contar desde varias vertientes. Así lo hacen los 12 integrantes de la Banda Mocha de Chalguayacu, la escultora Alicia Villalba, el dirigente campesino Salomón Acosta y el sociólogo José Chalá.
Todos ellos nacidos a orillas del caudaloso río Chota, dan su versión sobre la gente, su historia, su vida y del valle caluroso y seco que acogió a los descendientes africanos desde 1578. Chalá relata que la población africana fue introducida por los sacerdotes jesuitas desde el puerto de Cartagena de Indias hasta el Chota.
El cineasta ecuatoriano Pablo Palacios Naranjo escogió a estos personajes, que reflejan la diversidad de la región, en el largometraje documental ‘Chota: Los silencios del tiempo’.
Palacios lleva una década documentando las raíces africanas en América. Ha recorrido Ecuador, Cuba, EE.UU., Brasil, Senegal. Con el sello de Cimarron Cinema grabó las cintas: ‘Ritmo de Fuego’, en Cuba, sobre las tradiciones yorubas. Y ‘Flags, Feathers and Lies’, (Banderas, plumas y mentiras) en EE.UU., sobre los ritmos afroamericanos como base del jazz. Esta cinta, producida por Julie Belafonte, ganó el Premio del Jurado en el Langston Hughes Festival de Cine-Afroamericano, en el 2010.
El último trabajo de Palacios, que le llevó tres semanas de grabación recorriendo las comarcas afrodescendientes de Imbabura y Carchi, está recopilado en una cinta de una hora y seis minutos de duración.
Para el cineasta ibarreño Jorge Luis Narváez, autor de la película ‘Alpachaca’ (Puente de tierra), que aborda la apropiación territorial que realizan los afrochoteños en Ibarra, ‘Chota: Los silencios del tiempo’ hace hincapié en la necesidad de valorar la música bomba como instrumento de supervivencia cultural. Y, a través, de los perfiles documentados -reflexiona- se puede entender el proceso de recuperación de la identidad afro del valle del Chota.
Según Palacios, su largometraje trata de mostrar historias de vida de personajes que luchan por preservar sus tradiciones ancestrales, superando la marginación, la exclusión, el racismo y la pobreza.
Quizá lo que más impresionó a este comunicador social y especialista en marketing social es la maestría con la que la Banda Mocha de Chalguayacu interpreta su música, usando instrumentos hechos por sus propios músicos. Esa imagen le transportó a su niñez. Él vivía en Ibarra y alguna vez disfrutó este espectáculo, que se le grabó en la mente y en el corazón.
Se trata de la destreza de artistas populares como Segundo Arcesio Carabalí, que a sus 78 años sigue arrancando música a una calabaza seca, denominada puro, que utiliza como si fuera un trombón.
Otros, en cambio, lo acompañan con cornetas fabricadas con la punta de los pencos de cabuya o la hoja fresca del naranjo. A esta última, Isidro Minda, músico mayor (director) del grupo, la sostiene con las dos manos mientras sopla con fuerza en uno de los filos y emergen sonidos alegres, parecidos a los del clarinete.
Pero en el largometraje también se resalta el papel de la mujer. Alicia Villalba, famosa por diseñar los rostros africanos en arcilla, por ejemplo, sorprende en la cinta con una interrogante: “¿Por qué a un negro no le pueden decir señor en la sociedad ecuatoriana?”.
Uno de los sueños de Palacios es que esta cinta recorra primero las comunidades afro como material educativo. Y, luego, se transmita a escala nacional a través de la televisión.
En ese trabajo también se refleja la relación del hombre con el campo. Por ejemplo, Las Tres Marías, como se conoce al trío integrado por las hermanas Gloria, María Elena y Magdalena Pavón -el único grupo vocal de la Sierra Norte- en una de sus tantas canciones corean una oración a la chacra, en donde producen fréjol, tomate, yuca, guayaba.
Aunque el cineasta no es creyente, confiesa que solo a Las Tres Marías les acepta la bendición, porque sus voces graves le transmiten sinceridad.
Salomón Acosta dice, en la película, que pese a que sus antepasados no fueron dueños de estos predios, ubicados en el que ahora le denominan territorio ancestral Chota-La Concepción-Salinas, trabajaron duro para hacerlos producir.
A pesar que el documental está completamente editado y listo para ser visto, aún no tiene fecha para su estreno. Sin embargo, su autor prevé proyectarlo este año.