Atlas del cartógrafo italiano Battista Agnese, de 1544, que recoge la ruta de Magallanes y Elcano. Foto: Wikipedia
El intento de Magallanes de llegar a las Molucas por el Atlántico se convirtió en una gesta que reconfiguró la noción que se tenía del mundo
El mundo es cada vez más pequeño. Eso se dice como metáfora de la caída de las fronteras tecnológicas, económicas y de comunicación. Hoy la globalización es innegable, con artefactos de marcas europeas ensamblados en China con partes procedentes de México, y con la capacidad de entablar videoconferencias desde cualquier lugar del planeta. Pero, ¿cuándo el mundo comenzó a ser realmente pequeño? O mejor, ¿cuándo comenzó la globalización?
Hay varias fechas, pero muchos consideran que el punto de partida ocurrió hace cinco siglos, cuando Fernão de Magalhães, un temperamental marinero portugués de 35 años, casado y con dos niños, partió de Sevilla hacia un viaje que jamás tuvo el propósito de cambiar la noción que se tenía del mundo, aunque de todos modos era una aventura enormemente arriesgada, tanto que su líder murió en el camino, sin palpar en vida la gloria que merecía su gesta.
Le tocó al vasco Juan Sebastián Elcano completar el viaje, aunque este marinero tampoco pudo disfrutar debidamente por la hazaña de haber sido el primero en dar la vuelta al mundo, en parte porque el cronista de la expedición, el italiano Antonio Pigafetta, no le dedicó ni un gramo de atención en sus escritos. La imprenta dejó sentado que De Magalhães, llamado Fernando de Magallanes en español, era el héroe del primer viaje por el planeta.
El contexto histórico es importante: América ya había sido ‘descubierta’ por Colón y los portugueses, gracias a marinos como Enrique el Navegante, Bartolomeu Dias y Vasco da Gama, habían bordeado África por el Atlántico y dominan la ruta hacia la India. Ya traficaban con especias y con esclavos. Por el Tratado de Tordesillas, Portugal era dueño de Brasil. ¿Para qué arriesgarse a una disputa con España, si era dueño del océano?
Por eso, el rey Manuel de Portugal se negó a darle ni un peso a Magallanes, quien proponía concretar el sueño colombino de llegar a la ‘Especería’, o sea, a las Molucas, a través del Atlántico. Claro, ya se sabía que Colón tropezó con América y la ruta parecía imposible; pero Magallanes estaba seguro que América tenía un límite por el sur, por donde se podría ir hacia el Asia.
El rey Carlos I de España, que entonces tenía 18 años, sí le dio oídos y también el dinero para la expedición, cuyo plan siempre fue el de llegar a las Molucas y volver por la misma ruta hacia España. Encontrar una vía rápida para el comercio de las especies, en una época en que la pimienta, la canela y la nuez moscada eran más valoradas que la plata, era clave para la economía del Reino.
A los historiadores siempre les ha generado curiosidad entender cómo calculó Magallanes el avituallamiento para la travesía, sin la certeza de saber cuánto tiempo le tomaría hallar la travesía. En el Archivo de Indias de Sevilla consta el inventario de todo lo que llevó en las cinco naves de la expedición, desde los pertrechos (tela para velas, madera para mástiles) hasta los alimentos.
El consenso es que Magallanes planificó un viaje de dos años y por eso hizo cargar, entre otros ítems, 200 botes de sardinas, 10 000 kilos de galletas secas y siete vacas, para obtener leche fresca.
Magallanes partió de Sevilla el 10 de agosto de 1519. Estaba al mando de cinco naos (barcos de casco redondo, velas cuadradas y castillo tanto a popa como a proa), con un peso entre 75 y 120 toneladas.
Las naos trasladaban a 239 hombres, aunque algunas fuentes dicen que los tripulantes fueron 260. Tampoco eran todos españoles, aunque conformaban el 60% de la tripulación. El resto eran portugueses, italianos, griegos y belgas.
Magallanes creyó que el paso del Atlántico al Mar del Sur (todavía no se lo llamaba Océano Pacífico) estaba a la altura del Río de la Plata o muy cerca de ahí. Pero el error de cálculo lo llevó al estrecho de Todos los Santos, al que cruzó en medio de aguas gélidas. Ese estrecho ahora lleva el nombre del navegante portugués.
Las desventuras fueron constantes, como la traición del capitán Juan de Cartagena, que abandonó a Magallanes y regresó a España al mando del nao San Antonio. Antes, la nao Santiago naufragó en la Patagonia. Pero lo peor fue que el escorbuto, enfermedad producida por la carencia de vitamina C, comenzó a matar a los viajeros mientras cruzaban el Mar del Sur, llamado por Magallanes como Océano Pacífico, por sus aguas apacibles.
Cuando los tres barcos llegan a las Filipinas, Magallanes ya era consciente de que la anhelada ruta que buscaba era comercialmente inviable. No juntó riquezas, sin las cuales era impensable regresar a España. Tampoco podía volver a Portugal, pues el rey Manuel deseaba su muerte por traición. Decidió al menos volverse un colonizador y evangelizar a los locales; pero murió en una batalla en Mactán, lanceado por los aborígenes del cacique Lapulapu, sin llegar a las Molucas, el destino ansiado. Fue el 27 de abril de 1521.
Elcano se hizo cargo de los restos de la expedición, reducida a un centenar de hombres y dos barcos, aunque la Trinidad terminó atrapada por los portugueses y sus tripulantes fueron apresados. Al mando del Victoria, Elcano decidió ir a España por las aguas que controlaba Portugal por el Índico y el Atlántico, para bordear África. Así convirtió a esta aventura en un viaje global.
Con 18 hombres, pues los demás murieron o fueron arrestados por los portugueses en Cabo Verde, el nao Victoria llegó a Sanlúcar de Barrameda, el 6 septiembre de 1522. El impacto científico y político de este recorrido de 69 813 kilómetros y 1 125 días cambió los mapas y dio bríos a los impulsos colonizadores de Europa, pero también a los intercambios comerciales entre continentes.
Lo curioso es que Elcano también volvió rentable esta hazaña, pues logró llegar a las Molucas y cargó al Victoria con 700 quintales de especias que lograron compensar la inversión. Por eso, Carlos I le otorgó una pensión y un globo terráqueo como escudo de armas, con el lema “Primus circumdedisti me”, que quiere decir: “Fuiste el primero que la vuelta me diste”.