El productor Joel Hidalgo, de 63 años, extrae con sus manos la raíz de una mata de jengibre para observar su estado.
El tubérculo presentaba un aspecto entre blanco y rosado. No tenía ninguna clase de brote y eso significa que está libre de plagas, la mayor amenaza de este producto. Los seis centímetros de extensión que ha alcanzado el jengibre indican que aún no está en condiciones para ser cosechado.
Hidalgo sembró cuatro hectáreas de este cultivo en noviembre pasado en la zona de Flor del Valle, en la parroquia rural Valle Hermoso, de Santo Domingo de los Tsáchilas.
El jengibre fue uno de los productos de exportación estrella del 2020 y se perfila como una de las categorías con alto potencial de crecimiento durante los próximos años.
El lugar donde está el sembrío de Hidalgo está ubicado en el cerro más alto del poblado, con pendientes casi inaccesibles y riachuelos que atraviesan los caminos. La humedad del área ayuda a que el jengibre logre el rendimiento ideal. Por eso, se planta en invierno, con las primeras lluvias.
La propiedad de Hidalgo producirá 1 000 quintales por hectárea. En cada una de ellas colocó 3 000 semillas. A finales de este año se prevé la cosecha.
El ciclo preciso para que este tubérculo sea atractivo para las exportaciones dura 10 meses.
Hidalgo dice que hay quienes extraen el jengibre a los seis meses, pero esa producción es la que queda para el consumo nacional.
En 2020, en los meses más críticos de la pandemia, las exportaciones de este producto se dispararon. Entre enero y diciembre de ese año, los envíos sumaron USD 3,8 millones, cuando en el 2019 fueron solo USD 174 000.
Según el Ministerio de Agricultura, unos 35 exportadores ecuatorianos enviaron este insumo a nueve países en el 2020. Estados Unidos fue el principal destino, seguido de naciones asiáticos y Holanda.
La empresa Cimexport, por ejemplo, llegó a enviar hasta tres contenedores refrigerados, con cajas de entre 10 y 16 kilos, por semana a Holanda.
Camilo Gómez, gerente comercial de esa empresa, explicó que la demanda se disparó en marzo del año pasado.
Aunque aún tiene un peso marginal en los envíos no tradicionales, está creciendo rápidamente. Además, según Fedexpor, los envíos de nuevos productos como el jengibre amplían las posibilidades para que las firmas diversifiquen su cartera de clientes.
En la exportación de este producto hay oportunidad para los derivados. Por ejemplo, Ecuador también está enviando al exterior bolsas de té.
Otros derivados con potencial son aceite de jengibre o productos con chocolate.
En materia de producción, Ecuador tiene buenas condiciones climáticas para cultivar el producto todo el año. El Ministerio calcula que existen más de 100 hectáreas destinadas a este cultivo, en especial en Los Ríos, Santo Domingo de los Tsáchilas, y Macas.
Amauri Vanoni, productor de Los Ríos, cree que es necesario un reordenamiento en la siembra del jengibre para que haya una producción escalonada y, además, un acompañamiento técnico. “Los productores lo hacen de forma empírica, en algunos casos. El Gobierno debe intervenir para dotar de buenas semillas”.
Vanoni considera que una intervención integral puede apuntalar la internacionalización del jengibre.
El aumento de la demanda mundial de este producto ha hecho que más productores en el país se vuelquen al cultivo del tubérculo y eso está incidiendo en el precio. Antes de la pandemia, el quintal estaba en USD 120 y ahora está en 35.
Algunos productores como Joel Hidalgo han logrado hacer frente a la caída de precio gracias a la diversificación de productos en sus fincas.
Hidalgo, oriundo de Loja, vive desde 1978 en tierra tsáchila. Hace 20 años comenzó a trabajar con el jengibre motivado por sus vecinos, que lo invitaron a unirse con cuatro gavetas de semilla.
Él sembró media hectárea y su primera cosecha le generó 28 000 kilos. El agricultor se entusiasmó y fue cuando empezó a variar la producción en sus tierras, en donde también cultiva pimienta, papaya, malanga y cacao.
Nació en una familia de agricultores. Hace cuatro décadas él apoyaba a su padre en la siembra de café y maní. Así aprendió a preparar la tierra sin mucha tecnología de por medio. Hidalgo sabe que el riego, el abono y la revisión periódica deben hacerse de forma puntual porque es lo que garantiza una buena producción. En estos días de verano abona hasta cinco veces las plantas, que deben crecer hasta 1,50 metros de altura.
El trabajo es manual. Se hacen zanjas y se coloca la semilla a 25 centímetros de distancia para que no se unan.