Jorge Arias es cuidador de vehiculos en la zona del Hospital Andrade Marin del IESS. El costo por cuidar los autos dos horas es de 1 dolar. Se entrega un boleto a los propietarios de los vehiculos de la calle 18 de septiembre. Foto : Galo Paguay / EL COMERCIO
Los cuidadores de vehículos de Quito se defienden de las críticas de los conductores. “Nosotros no somos dueños del espacio, nosotros cobramos por cuidar su vehículo”, dice Jorge Arias, uno de los vigilantes que trabaja en la calle 18 de Septiembre, frente al hospital Carlos Andrade Marín, del IESS.
Él es parte de la Asociación 29 de Septiembre junto con otros 150 miembros. La agrupación tiene integrantes dispersos en la ciudad, sobre todo en las calles en las que hay mayor afluencia.
Los integrantes de la 20 de Septiembre se caracterizan porque están uniformados con una gorra y chaleco reflexivo tomate y en la que están estampadas las palabras “vigilante seguro”. Tienen una credencial y un talonario. Cada que un usuario se estaciona, ellos le entregan un ticket en el que consta la tarifa: un dólar por dos horas de estacionamiento.
Conductores como Juan Segura reclaman ya que dicen que se encuentran en espacio público y que no deberían pagar por el espacio público. “Quién sabe quiénes son. No entiendo por qué debemos pagarles”, dice este comerciante.
La mayoría de clientes cancela para evitarse un mal rato al discutir con los vigilantes. Karina Reyes, también cliente, añade una razón más: seguridad. “Si no pago, no sé qué le puedan hacer al carro”.
Arias dijo que no ganan sueldo y que es su forma de trabajar. Comentó que los ingresos son variables. A las 19:00 del lunes 13 de junio del 2016 había recaudado USD 9. Trabajó desde las 15:00. Comenta que sus compañeros y él suelen vigilar los carros sin importar las condiciones climáticas.
En el boleto que entregan se puede leer “el vigilante no se responsabiliza por objetos dejados dentro del auto y el vigilante no paga sueldo”.
Clientes frecuentes como Remigio Salgado está de acuerdo en pagar el valor. Él dice que es un dólar por dos horas de estacionamiento, una ganga si se compara con los precios de los estacionamientos privados que cobran el mismo valor por la mitad del tiempo.
Sin embargo, las quejas son frecuentes porque los vigilantes ponen obstáculos en la vía para evitar que las personas que no quieran pagar se estacionen. Jabas, cajas, cartones, conos son parte de las herramientas que utilizan. Hay personas que no pagan y se producen discusiones. “No siempre nos cancelan, se abusan de los vigilantes más viejitos y les tiran 25 centavos por permanecer todo el día”.
En otros sitios concurridos de Quito el problema es mayor. Cerca del mercado Santa Clara hay cuidadores sin ningún distintivo, que siempre tienen un palo a la mano, y que exigen el pago así el cliente haya permanecido menos de cinco minutos estacionado.
En los alrededores de los escenarios deportivos como la Casa Blanca, el Estadio Olímpico Atahualpa, el coliseo Rumiñahui la situación se escapa de control. Cuando hay eventos masivos, asoman personas con boletos impresos que tienen valores de hasta USD 3 por toda la noche. Al salir, los cuidadores no se encuentran en el sitio. Algo similar ocurre en los exteriores de la Casa del Ágora de la Casa de la Cultura.
Una ordenanza que regula el funcionamiento de los parqueaderos públicos y privados espera el segundo debate en el Concejo Metropolitano. La medida ya fue discutida en la Comisión de Movilidad, que esta semana se reunirá de nuevo para las observaciones finales.
Jesús Pachacama, estudiante, pide que se regule a los vigilantes o que se estudie la posibilidad de convertir estos sectores conflictivos en Zona Azul.