Al caminar por la calle Bajada de El Vado, en una pequeña puerta de hierro cubierta de una malla muy fina, llaman la atención unas obras de arte que decoran el interior. Es sorprendente que estén allí, porque hace tan solo 11 años en ese espacio se ubicaban los baños públicos del sector.
Esta transformación habla de la tenacidad y gran dedicación que sus habitantes tienen para conservar su barrio, que según el historiador Juan Martínez, en la época de la Fundación de Cuenca fue el primer ingreso hacia la urbe, desde el sur.
Regresando al espacio lleno de cuadros realizado por el artista plástico René Pulla, hoy se ha convertido en un centro de oración en el cual cada miércoles por la noche sus vecinos se congregan para compartir sus plegarias y una ‘agüita caliente’ para el frío.
Esta tradición religiosa, a más de la riqueza cultural e histórica de sus casas, a decir de Hernán Alvarado, integrante de la comitiva cultural de la directiva barrial, es lo que hace de este lugar un destino turístico diferente y atractivo.
El Vado no es una zona muy extensa. Comprende desde la calle La Condamine, subiendo por el margen izquierdo de la calle Tarqui hasta la Simón Bolívar y circunda por la calle Juan Montalvo, que es la única vía por la que acceden vehículos a la plazoleta de la Cruz del Vado.
El barrio alberga un sinnúmero de oficios y tradiciones. Sin embargo, será siempre la plaza lo más atractivo, al ser uno de los balcones naturales de Cuenca, con una vista privilegiada. Los tejados anaranjados, el río Tomebamba, los cerros que rodean Cuenca, la Universidad de Cuenca y el barrio San Roque son parte de la vista que ofrece.
Lo religioso
Debajo de esta plaza se ubica el centro de oración que, en las noches, ofrece un verdadero espectáculo con sus cuadros de las 12 estaciones con pintura fluorescente, que brillan cuando se encienden las luces. Rodeada de casas históricas patrimoniales, como la Casa de la Lira (lugar que era el predilecto para los músicos locales de antaño), Casa Márquez (data de 1878), Casa Donoso, Casa Rodríguez y Casa Tienda, ahora todas recuperadas y restauradas son centros de exposiciones artísticas.
También se puede ingresar a la plazoleta por la calle peatonal La Condamine. El trayecto que se inicia en la calle Tarqui ofrece un angosto y adoquinado pasaje. Aquí se contraponen diferentes tipos de negocios. Por ejemplo, desde el lujoso Hotel Cruz del Vado hasta el Prohibido Centro Cultural.
Lo nuevo
Es este centro cultural una de las cosas que más llama la atención. Grupos de turistas se detienen para tomarse retratos junto a las esculturas que adornan sus paredes. Las obras fueron creadas por el fundador, el artista plástico Eduardo Moscoso, quien además habita junto a su esposa e hijos en la planta alta de su centro.
Este espacio es parte de esa modernidad que intenta ingresar al barrio y que, aunque es parcialmente aceptado en la actualidad, 20 años atrás fue considerado ajeno al espíritu religioso del barrio. Vecinas como Miriam Alvarado, que llegó a los 15 años de edad y hoy tiene 70, cuenta que ha aprendido a convivir con la presencia de nuevas formas culturales. Aunque confiesa que sus fiestas favoritas son las tradicionales, las que se celebran siempre en mayo -por la Fiesta de la Cruz- y la Navidad.
Al recorrer este barrio, cada rincón conserva parte de la construcción social de Cuenca, guarda la historia de las panaderas, de músicos, de personas ilustres y hasta de personajes populares y sus vecinos son parte importante de esta dinámica.