Hasta hace pocos años, quienes vivimos en Cuenca o quienes la visitan frecuentemente creíamos que la ciudad y su región de influencia podían convertirse en una alternativa de turismo cultural de alto nivel.
Ciudad intermedia, signada como Patrimonio Cultural de la Humanidad en 1999, en la que convive la tradición con la modernidad de una manera asombrosa; más que como una joya arquitectónica y natural, resulta atractiva por la diversidad y riqueza cultural de las comunidades que la habitan. Hasta hace poco nos pensábamos casa adentro, jamás como vitrina de exhibición u oferta.
Ni las entidades culturales ni la población organizaban su vida alrededor del turismo, el turista tenía que adaptarse a lo que la urbe vivía.
Se sentía la falta de oferta hotelera y de restaurantes, de establecimientos abiertos en fin de semana, de programas que ayudaran a que el visitante conociese la historia de la ciudad.
Ahora, la capacidad hotelera es importante, los restaurantes, bares y discotecas se han multiplicado sin fin. Decenas de jóvenes vienen a Cuenca para instalarse en la movida de la Calle Larga, el límite sur del Centro Histórico. Muchos jubilados estadounidenses, australianos o ingleses llegan para vivir sus días de madurez; escogen sus bares, restaurantes y arquitectos de confianza. Algunos grupos de turismo organizado alternan comida y bebida con la visita de la ciudad, sus museos y galerías.
Sin embargo, va siendo hora de que la Municipalidad cree un gran centro cultural autosustentable, en el que se combinen muchas actividades alrededor de un proyecto altamente competitivo para públicos diversos: exhibiciones permanentes y temporales sobre la historia de ciudad y su región de influencia, oferta de comida local de calidad, una sala de cine de arte, una concha acústica que permita conciertos a grandes públicos, espacios de comercialización de arte y artesanía, talleres educativos que trabajen como extensión al aula formal, espacios interactivos dirigidos a conectar Cuenca con su diáspora en Milán o Murcia.
Si el nuevo alcalde, el sensible e inteligente Paul Granda, logra definir claramente una política cultural para la ciudad, gestionar y poner en escena un ambicioso programa cultural, habrá evitado el que Cuenca siga convirtiéndose en una gran cantina y que sea de veras un ejemplo de turismo cultural para América Latina.
Para ello deberá aprovechar la significativa infraestructura y capacidad creadas: Museo de Arte Moderno, Bienal de Cuenca, Museo Remigio Crespo Toral, Planetario, Biblioteca Municipal, entre otros.
Señor Alcalde, no pierda -como lo hicieron sus antecesores- esta gran oportunidad, conviértase en el visionario que necesitamos, Cuenca se lo merece.