La escalinata del Cidap, junto al río Tomebamba. Foto: Xavier Caivinagua para EL COMERCIO
Las independencias de Guayaquil, el 9 de octubre de 1820, y la de Cuenca, el 3 de noviembre del mismo año, marcaron la corriente de liberación de la Corona Española.
Según los registros históricos, a mediados de octubre las tropas cuencanas -mediante un plan- crearon un Cabildo Abierto y juraron la Independencia. La primera refriega estuvo comandada por Tomás Ordóñez, pero fueron reprimidos en la Plaza Central.
Entonces, los patriotas pactaron sobre esa intención libertaria, con el gobernador de la provincia de Cuenca, Antonio Díaz Cruzado. No obstante, antes de que Díaz entregue el cuartel, ese acuerdo fue descubierto y el Gobernador fue llevado preso a Quito.
En su ausencia asumió el alcalde constitucional, José María Vázquez de Noboa, quien facilitó la causa ya que a su vez era jefe de los patriotas. Él les ayudó a abastecerse de armas.
Los amotinados intentaron tomarse la plaza central, pero García Trelles, jefe militar leal a España, se había atrincherado en ese lugar. Entonces las tropas cuencanas -mal armadas- se desplegaron hacia San Sebastián y sitiaron por el norte, ubicándose en el actual barrio El Vecino.
Al día siguiente, el 4 de noviembre las tropas estaban indecisas, hasta que llegó desde Chuquipata, vecino cantón de Azogues, el cura Francisco Javier Loyola, con un refuerzo popular armado de picas, palos, lanzas y piedras.
Esto hizo que los militares -comandados por Trelles- se rindieran y entregaran las armas. En ese momento los patriotas proclamaron la libertad y fundaron la República de Cuenca, que duró solo hasta el 20 de diciembre de 1820, fecha en que se dio otra gran batalla entre los patriotas y las fuerzas españolas.
En los enfrentamientos, alrededor de 250 personas del Ejército de Vázquez de Noboa murieron por la desigualdad de las fuerzas y porque no contaban con suficiente armamento.