Los esposos Ordóñez Quezada ajustan sus horarios para ayudar a sus hijos. Foto: Fotos Xavier Caivinagua/ EL COMERCIO
Cuenca es la primera ciudad del país donde las personas anteponen lo familiar sobre lo profesional y otros ámbitos como la religión. Eso lo reveló un estudio realizado por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), del 2012.
Darío Ordóñez y Sonia Quezada tienen 17 años de casados y tres hijos de 9 años. Sonia, Alberto y Darío son trillizos. Sus padres son abogados en libre ejercicio y para estar cerca de sus hijos, su oficina la convirtieron en casa donde hay sala, cocina y juguetes.
Hace tres meses, ella rechazó la oferta de laboral para presidir un Tribunal de lo Contencioso Administrativo en Guayaquil. Lo descartó, porque eso implicaba alejarse de sus trillizos o trasladar su residencia a esa ciudad. “Yo apliqué para laborar en Cuenca”.
Para los Ordóñez-Quezada, después de la familia, los aspectos de mayor relevancia son el trabajo, la salud y la vida social. Esta valoración se repite en Quito y Ambato, pero en porcentajes menores que la capital azuaya. En la Costa sucede lo contrario, según el estudio del INEC.
En el país, Cuenca, que hoy (3 de Noviembre) cumple 194 años de Independencia, tiene la cifra más alta de personas encuestadas (2 233) que dijeron que su prioridad es su familia; muy por debajo está el trabajo. En Guayaquil y Machala ocurre lo contrario.
Para el sociólogo cuencano, Marco Salamea, este fenómeno responde a la ideología que mantiene cada región y no a las mayores oportunidades de empleo. “La sociedad cuencana sigue siendo conservadora y la guayaquileña más liberal”.
En todas las ciudades del país hay carencia de empleo y eso se refleja en la migración interna y externa, señala Salamea. “Pero el cuencano es más apegado a su familia y tradiciones”.
Para la azuaya Ximena Pesántez todo es importante en la vida, pero lo ideal sería lograr una armonía entre la vida profesional, personal y familiar.
Cuando llevaba cuatro meses de gestación (hace un año), ella renunció a su trabajo para tener tranquilidad en su vida. Era su primer hijo y por eso con su esposo, Johnny Guambaña, priorizaron el desarrollo y la salud del bebé para consolidarse como familia.
Desde entonces, no ha vuelto a laborar y se mantiene al cuidado de su pequeña Sami, de apenas 6 meses. “La maternidad y los cuidados del bebé no se comparan ni con el mayor logro laboral”.
Ella reconoce que el trabajo también es importante, porque ese ingreso económico garantiza una mejor calidad de vida para los hijos, pero esperará un tiempo más para buscar un empleo. Ahora, su familia cubre los gastos con los ingresos de su esposo, quien es periodista.
Los resultados del estudio también revelaron que a los hombres -en el país- les importa más el trabajo y a las mujeres, la familia. Para el sociólogo Salamea, esto se da por el mayor vínculo afectivo y de atención entre la madre y los hijos.
Una particularidad entre los cuencanos es que los sábados realizan tareas compartidas en el hogar o salen de paseo cerca de la ciudad. Armando Crespo, de 50 años, por ejemplo, se reúne con sus tres hijos y con su esposa Nancy Terán, en su propiedad, ubicada en la parroquia rural de Tarqui. Allí, comparten actividades deportivas y fortalecen el vínculo familiar.
En cambio, los domingos dedican casi exclusivamente a visitar a los abuelos. Eso es una regla de vida entre los Ordóñez, Crespo y Pesántez.
“De esa forma valoramos a nuestras familias, llevamos los nietos para distracción de los abuelos y compartimos momentos especiales”, cuenta Quezada. Su familia es muy unida. En días laborables, Darío Ordóñez y Sonia Quezada se despiertan temprano y comparten las tareas para enviar a los hijos a la escuela. Luego, van al trabajo y al mediodía almuerzan con sus hijos.
Quezada también dedica tiempo para llevarlos a las clases de baloncesto, en las tardes. Para ella, lo importante es que sus hijos crezcan y se sientan seguros en su hogar.