En 1985, León Febres Cordero visitó a Fidel Castro en La Habana. Ambos eran contrarios ideológicamente. Foto: Archivo / EL COMERCIO.
Aún persiste en el ambiente político ecuatoriano el regocijo luego de la apertura de las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos. Más allá de las diferencias ideológicas -el Presidente estadounidense dejó también en claro que seguirán bregando por las libertades y la democracia en la isla-, todos los sectores políticos han celebrado el eventual fin del bloque de más de cinco décadas.
Desde la década de los 60, la Revolución Cubana, los barbudos bajando por Sierra Maestra comandados por Fidel Castro, el mito del guerrillero integral de Ernesto ‘Che’ Guevara, alimentaron el imaginario político latinoamericano. Muchos de los que crecieron políticamente en esa línea, ahora están en la revolución ciudadana.
Pero el régimen castrista no solo ha tenido acercamientos a los gobiernos progresistas del país. Ecuador reabrió relaciones diplomáticas con Cuba en 1979, cuando volvió la democracia. Pero fue la visita que en 1985 realizara el entonces presidente León Febres Cordero el que asombró a izquierda y derecha. “Hemos congeniado mucho. Nos llevamos muy bien”, dijo Febres Cordero junto a un Fidel Castro, quien sonreía complaciente.
Cuba ha sido casi un arrebatamiento místico de lo que era la justicia social, el antiimperialismo y la autodeterminación de los pueblos. Fue la inspiración de los movimientos revolucionarios que se dieron durante tres décadas en la región en Nicaragua y El Salvador. En los conciertos que se realizaban en los años 80, la consigna era el cántico “con el ejemplo de Cuba… Ayer Nicaragua, hoy El Salvador. Ese es el camino para el Ecuador”.
El presidente Rafael Correa dijo que el país no volverá a participar de la Cumbre de las Américas si no se invita a Cuba. No ha dejado de manifestar su regocijo por el acuerdo en la red social Twitter. “Pareciera que el papa Francisco ya está haciendo milagros. Lo mismo el Libertador (Simón Bolívar): ayer fue un aniversario más de su temprana muerte (…) Estamos viviendo días históricos en nuestra América”.
Pero de ahí en más, esta apertura de relaciones tienen también sus lecturas políticas. José Ayala Lasso y Rafael Quinteros, dos hombres que ocuparon altos cargos en la Cancillería en distintos tiempos (el primero en tiempos de Jamil Mahuad; el segundo con Correa) coinciden en algo: la decisión de Barack Obama responde a una estrategia también de política interna. Su popularidad iba en caída y se mostraba como un hombre sin la capacidad de liderazgo en su país.
“Parecía un hombre perdido en la Casa Blanca”, dice Quinteros. “Esta decisión de Obama viene a compensar las críticas que había sido objeto por falta de capacidad ante China, Rusia”, dice Ayala Lasso. Pero además es una decisión política de Estados Unidos hacia América Latina, de la que se había alejado al priorizar Oriente Medio.
La reapertura de las relaciones diplomáticas entre ambos países también abre una interrogante en las relaciones hemisféricas. Cuba no forma parte de la Organización de Estados Americanos, por ejemplo. Queda por ver si en un futuro próximo la isla ingrese a este bloque. Sin embargo, Quinteros sostiene que la OEA ha sido “solo un instrumento para EE.UU. para dominar nuestros países”. Recordó el caso de la guerra de las Malvinas, entre Argentina e Inglaterra (1982), cuando el entonces presidente Ronald Reagan apoyó a Margaret Thatcher a pesar del acuerdo panamericano de la defensa regional. “Eso dejó al desnudo la política regional de EE.UU.”, dice.
Para Ayala Lasso, la OEA abrirá sus puertas a La Habana, pero avizora “la agonía” de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (Alba): “el discurso demagógico del antiimperialismo va a dejar solo a Nicolás Maduro”, presidente de Venezuela.
Sin duda será la izquierda la que más saluda el fin del bloqueo, aunque es una demanda latinoamericana. Pero, como dice Quinteros, es la prueba del fracaso del capitalismo y “la superioridad del sistema socialista”.
Mientras tanto, en La Habana, se esperan días mejores.