Técnicos de la Secretaría de Gestión de Riesgos capacitan a los vecinos de la parroquia Mulaló sobre qué hacer en caso de una erupción. Foto: Glenda Giacometti/ EL COMERCIO.
Nubes densas cubren al volcán Cotopaxi. “Esta vez no se va a despejar”, dice Cristóbal Égüez, refiriéndose al estado de tiempo que hay en la zona. El hombre, de 45 años, es uno de los primeros vigías nominados por el pueblo para resguardar y observar al coloso, que desde abril de este año presenta un comportamiento inusual.
Su actividad actualmente es moderada, según los técnicos del Instituto Geofísico de la Politécnica Nacional, que monitorean a este gigante de hielo y roca de 5 897 metros de altura.
Desde hace 14 años, Cristóbal camina por el páramo cuidando las fuentes de la Regional Oriental, que abastece de agua potable a 10 000 habitantes de las parroquias de Mulaló, José Guango y Aláquez, ubicadas en la zona considerada de riesgo.
Su trabajo se ubica a más de 4 200 metros de altura. El hombre cuenta que el lugar está a escasos seis kilómetros de distancia, en línea recta, del macizo. De aquí se puede mirar el cráter del Cotopaxi,que, por el estado de tiempo, pocas veces luce despejado.
Aunque aún no está equipado con un radio portátil y tampoco recibió capacitación por parte de la Secretaría de Gestión de Riesgos, ya sabe algunas cosas que tiene que hacer. Debe advertir cualquier cambio en el comportamiento del coloso, como, por ejemplo, si nota que las fumarolas son más fuertes o si el agua cambió de color.
A través de un teléfono celular, comunica todos estos datos al presidente de la Junta Parroquial de Mulaló, Mario Rocha, y a la administración del sistema. “Últimamente vi que hay una bruma en la zona de captación, anteriormente no había. Laboro 14 años y nunca vi algo así. Es como humo que frecuentemente sale a la superficie”, explica Cristóbal.
Según los técnicos de la Secretaría de Gestión de Riesgos y del Instituto Geofísico, la parroquia Mulaló sería afectada por el descenso de los flujos piroclásticos. Así también lo ratifica Mario Rocha. Asegura que este poblado de 12 000 habitantes está integrado por 20 barrios y seis comunidades, que están a 10 kilómetros en línea recta del volcán.
Para estar atentos decidieron elegir a los vigías. “No queremos sorpresas. Ellos trabajan por las faldas del volcán y conocen todos esos caminos y nos pueden informar de inmediato en caso de alguna anomalía”, menciona Rocha.
Los cuatro voluntarios no son suficientes. Por eso en los próximos días se nominará a otros 20 vigías. Ellos saldrán de las comunidades Churo Pinto, Caspi, San Agustín, Ticantilín, San Ramón, San Isidro de Espinosa, Mancheno, Rumipamba de San Isidro, que son las más cercanas al volcán.
Por esos sitios bajaría la lava y los flujos de lodo. Así que necesitan una información rápida y segura, puesto que tendrán solo 30 minutos para evacuar en caso de darse una erupción.
Entre el 2003 y el 2004, técnicos de la Universidad San Francisco de Quito, de la Escuela Politécnica del Ejército y la Fundación FOES ofrecieron capacitación sobre los riesgos del volcán. Además, se hicieron varios simulacros.
En ese tiempo, la gente participó en las prácticas. “En esos años, la actividad del Cotopaxi aumentó, pero no pasó nada. Esperamos que nuevamente ocurra lo mismo”, dice Rocha.
En esa zona fueron instaladas cuatro sirenas y se entregaron ‘handies’ para informar lo que ocurría, pero estas fueron retiradas por la exDefensa Civil. La comunidad espera recibir un nuevo equipamiento para estar preparada en caso de una emergencia volcánica.
Óscar Toapanta, Ramiro Pungacho y Miguel Toscano son los otros vigías del Cotopaxi. Su misión es ir todos los días a los ríos cercanos para ver si el caudal creció por los posibles deshielos o si el color del líquido cambió para informar a las autoridades.
Para Ramiro, de 50 años, asumir ese cargo es una responsabilidad importante. Él trabaja en las faldas del volcán Cotopaxi cuidando el páramo en el plan Socio Páramo impulsado por el Gobierno. A ese lugar arriba en una moto a las 08:00 y se retira a las 16:00.
Desde esta zona puede divisar las quebradas profundas que rodean al coloso. “Estoy en sus faldas y puedo informar de inmediato lo que ocurra. Pero esperamos que los técnicos de Gestión de Riesgos nos capaciten y nos den los equipos. Mientras eso ocurra ya estamos informando. Estos días se despejó y solo pudimos ver las fumarolas”, indica Rodrigo.
En contexto
Desde abril, la actividad del volcán Cotopaxi tuvo un incremento inusual.
En las últimas semanas han aumentado los movimientos sísmicos dentro del coloso y huele a azufre en sus laderas. También se han visto emisiones de vapor.