Las razones dadas por la Presidenta para explicar su azaroso, largo y costoso viaje a América Central fueron terminantes. “Fui -dijo a su regreso- a cumplir con el mandato de los derechos humanos”. Una razón más que suficiente como para postergar cualquier conflicto que hubiera que atender aquí, donde ese problema no existe y donde los otros problemas menores -que los hay- todavía pueden esperar, como se ha visto en estos últimos seis años.
Sin embargo, hay quienes, pretendiendo hilar más fino, creen haber hallado motivos distintos en esta riesgosa salida al exterior. Que, no hay que olvidarlo, en sus inicios incluía no solo un aterrizaje en la convulsionada Tegucigalpa, sino además la siempre inquietante compañía del paraguayo Lugo (neutralizada, hasta por ahí, por la presencia del ecuatoriano Correa). Y mientras unos se inclinan por la imposibilidad de decirle que no a Hugo Chávez, al que vaya a saber cuántas valijas se le deben, otros ven en este riesgoso paso una de las consecuencias, acaso la más preocupante, del resultado adverso de las elecciones del pasado día 28.
En primer lugar porque, según parece, su marido, a partir del revés electoral, se ha vuelto más insoportable que nunca; se la pasa rezongando, escudriñando debajo de las camas para ver si hay alguien que los espía, y persiguiéndola noche y día para darle consejos (¡justamente él!). Además, se le ha vuelto a inflamar el duodeno y no hace más que quejarse, así como se niega a tomar la sopa y a comer el puré de calabaza, si antes no los ha probado el perro (con lo que acaso logre que hasta el pobre animal quiera irse con De Narváez).
Y como si esta no fuera suficiente tortura, los camioneros amenazan con paralizar el país si no les dan un aumento de 25%, la oposición exige cambios, al dengue le sigue la gripe porcina, y ya no sería de extrañar que sobre el país, cualquier día de estos, se descargaran las siete plagas de Egipto.
En este contexto, ¿qué cosa peor podía suceder si el piloto del Tango 01 se animaba a aterrizar en el aeropuerto de Tocontín, desafiando el fuego de fusilería? Prácticamente nada.
Por eso es que ya hay quienes aseguran que este viaje al exterior, por motivos que han sido juzgados, acaso con excesiva dureza, como inconsistentes e inoportunos, no sería el último.
Uno, asistir a la inauguración del campeonato mundial de scrabble, en Toronto. Y otro, lanzar la primera pelotita en el torneo de metegol en Ulan Bator.
Alguien sorprendió al reo de la cortada de San Ignacio mirando absorto un noticiero en el que estaba la Presidenta y comentando como para sí mismo: “Lupin, ¿alguna vez la habrá visto con los ruleros puestos, despintada, con el delantal de cocina arriba del batón y en chancletas? ¿O será que desayuna en la peluquería?”.
La Nación, Buenos Aires, GDA