Ricardo y Gabriela apoyan a su hija Sara, quien tuvo que despedirse de sus antiguos amigos de educación inicial. Foto: Julio Estrella/ EL COMERCIO
Oriana cree que en este año lectivo será la ‘chica nueva’ dos veces. La primera, en clases virtuales, que la vive desde el martes pasado en el plantel particular donde empezó su segundo de bachillerato. La segunda ocurrirá cuando la conozcan personalmente. Por ahora, sus compañeros la incluyeron en chats grupales, pero a distancia -dice- será difícil entablar una amistad.
“Comenzar en un nuevo colegio habría sido mejor de forma presencial”, comenta Oriana. Sus padres, que pidieron la reserva de sus nombres, sufrieron los efectos de la crisis económica derivada de la pandemia, por lo que no pudieron seguir pagando una pensión de USD 680 al mes y buscaron otra opción en entidades particulares. Ahora cancelan 320.
Otras familias también eligieron nuevos centros particulares en Quito. En el valle de Los Chillos, por ejemplo, al Colegio Ángel Polibio Chaves (APCH) ingresaron alrededor de 120 alumnos nuevos. De ellos, 35 se cambiaron de centros con pensiones más costosas, contó su rectora, Martha Chaves. En este plantel, la pensión entre inicial y básica superior llega hasta USD 292.
En el sistema fiscal se registraron 112 065 alumnos nuevos, el 40% corresponde a la Zona 9 (Quito). La mitad de los nuevos estudiantes de centros fiscales (56 000) llegaron de instituciones particulares, fiscomisionales o municipales.
Antes de la pandemia, Leonardo asistía a una escuela ubicada cerca de su casa, dice su madre Katy Íñiguez. Pero la pandemia redujo los ingresos económicos de la familia, por lo que decidieron inscribir al niño, que pasa a primero de básica, en el sistema fiscal.
En ese nivel escolar, la madre considera que no habrá mucha diferencia con la educación particular, excepto por el número de alumnos. En el centro privado, su aula tenía menos de 15, ahora son más de 20.
Leonardo se conectará solo 45 minutos al día por Zoom y recibirá y enviará tareas a través de WhatsApp, ya que el plantel público no cuenta con una plataforma como la que usaba en el particular.
Por la emergencia sanitaria provocada por el covid-19, que lleva seis meses en el país, las familias reestructuraron sus presupuestos y ajustaron, entre otros gastos, los de educación, explica Guillermo Granja, docente de Ecotec y especialista en finanzas familiares.
Esto es una decisión razonable, dice. El cambio en ciertos casos podría mantenerse hasta que la situación económica familiar mejore. Por eso recomienda analizar gastos como alimentación y salud y buscar un equilibrio. “Si el colegio cuesta USD 500 al mes y en comida se usan 300 puede pasarlo a un plantel de 300”.
Algunas instituciones educativas realizaron descuentos generales -desde 10% hasta el 25%- establecidos en la Ley de Apoyo Humanitario, aseguran los gremios de centros privados como Corpeducar y Fedepal. También analizan cada caso para ayudas adicionales.
Según el Ministerio, los planteles deberían aplicar descuentos a partir de la pensión efectivamente cobrada el ciclo anterior. “Pero esas reducciones no han sido suficientes”, señala Ricardo Murgueitio, quien cambió a su hija Sara de un colegio en el que pagaba unos USD 350 de pensión, a otro de 280. A Sara, de 5 años, le emociona conocer a sus nuevos compañeros y profesores, aunque por el momento solo los ve a través de una pantalla.
La educación inicial la completó en otro centro. Para que se acostumbre al cambio le compraron un escritorio.
El sitio destinado en casa para las actividades escolares es fundamental, señala la psicóloga Camila Pozo. Los niños que empiezan este año atípico y en una nueva escuela deben saber que se trata de una oportunidad para aprender y conocer a más personas. Y además, sus padres los acompañarán en la adaptación al cambio que era necesario.